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    ¿Qué es Novick?

    N° 1886 - 29 de Setiembre al 05 de Octubre de 2016

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    En las elecciones internas realizadas en junio de 2009, José Mujica y Luis A. Lacalle lograron las candidaturas presidenciales de sus respectivos lemas y, según todas las estimaciones, definirían cuatro meses después la elección presidencial.

    En función de los datos conocidos, y planteada en esos términos la definición de la elección nacional, el historiador y polítólogo Gerardo Caetano sostuvo entonces que las candidaturas de Mujica y Lacalle, que por muchas razones y cualquiera fuera la referencia considerada, se ubicaban una en las antípodas de la otra, expresaban los cambios producidos en los años previos en la sociedad uruguaya. Tenía razón.

    Es probable que con la figura —¿carrera política?, ¿candidatura?—, de Edgardo Novick, que tanto escozor y cuestionamiento está despertando en filas de todos los partidos, se esté dando un fenómeno que tenga la misma explicación.

    ¿Cuál es la magnitud de ese cambio que se origina en el debilitamiento de las adhesiones políticas, en el descontento y la desconfianza en gobernantes y políticos por luchas que se consideran ajenas? Analistas apuntan que esta es una tendencia que se manifiesta en muchas naciones, por lo que habrá que ver cuál es su incidencia en un país que, como Uruguay, tiene un sistema de partidos que hasta ahora ha demostrado vigencia y solidez.

    Novick es un empresario exitoso que se hizo desde abajo, cargando cajones en la feria, según ha dicho. Puede considerársele lo que los americanos llaman un self-made man

    Si bien no se involucró directamente en la política, tampoco es un outsider, ya que no ha sido ajeno a ella. En la elección de 1999 se sumó al equipo que respaldó la candidatura de Jorge Batlle y diez años más tarde colaboró con Lacalle.

    La creación de la Concertación abrió el camino a su postulación como candidato independiente. Logró una envidiable votación (200.000 sufragios, 62% de los votos del lema y casi la cuarta parte de quienes sufragaron en Montevideo). Superó ampliamente a sus competidores en la coalición opositora, el nacionalista Garcé y el colorado Rachetti, pero también superó holgadamente a Lucía Topolansky. Y lo logró sin estructura política alguna. 

    Su éxito, ¿se debió solo a los recursos invertidos en propaganda electoral? ¿O también a una prédica que enfatizó que los gobiernos departamentales deben prestar eficazmente servicios municipales básicos (limpieza, iluminación, pavimentos, transporte) y que eso es un problema de gestión que nada tiene que ver con definiciones políticas o ideológicas?

    El año pasado sorprendió a muchos “la mano” que le tendió al intendente Martínez al apoyar la creación de un Fondo, acotado a U$S 94 millones, para realizar diversas obras en la capital. No hacerlo, sostuvo, hubiese sido castigar a los montevideanos, que ya padecen altos impuestos y servicios de mala calidad.

    Con su actitud demostró que, sin perjuicio de su talante opositor, no se siente ni se asume encasillado. La suya es, al menos por ahora, una apuesta al pragmatismo.

    Las incorporaciones o adhesiones de políticos que ha logrado —las más notorias los colorados Guillermo Stirling, Guillermo Facello, Daniel Bianchi, y la más recientes de los nacionalistas Daniel Peña y Javier de Haedo— prueban que Novick ha puesto un movimiento en marcha. No supone un terremoto político pero demuestra su voluntad de adquirir una dimensión nacional. Sus cada vez más frecuentes incursiones por el interior del país para reunirse con referentes locales así lo indican.

    Vázquez legitimó ese propósito cuando le convocó, como un representante más del espectro político nacional, a las reuniones sobre seguridad pública realizadas meses atrás en la Presidencia.

    Sin que suponga una devolución de “favores”, no es casual que los cuestionamientos de Novick a los resultados de los gobiernos frenteamplistas se centran en decisiones de Mujica y no de Vázquez.

    Es que el discurso desinhibido de Mujica, al tomar distancia, generar dudas y controvertir ciertas “verdades” proclamadas por la izquierda le permitió al Frente Amplio sumar a su causa a muchos uruguayos desen­cantados de la política y carentes de una visión ideológica. Los cuestionamientos de Novick a Mujica parecen apuntar a ese electorado al que hay que demostrar que, más allá de una exitosa operación de marketing político, el gobierno de Mujica fue caótico en muchos aspectos, producto de la improvisación y la ligereza. Como ha sido puesto en evidencia desde marzo del 2015 por el actual gobierno (Ancap, Fondes, Fonasa, etc.)

    Allegados a Novick aseguran que “no tiene un entorno fijo sino un círculo de amigos”, que es “desconfiado como hombre de negocios” y que, “como buen empresario, escucha mucho y habla poco”. Y “decide en soledad”.

    Su ingreso al ruedo político, las adhesiones que está consiguiendo, no solo de legisladores o personalidades políticas que se incorporan a su movimiento, llegan de algún lado, cruzan alguna frontera política. Si Novick gana una adhe­sión, alguien la pierde o pierde la oportunidad de conquistarla. Es un nuevo jugador que se instaló en la cancha para competir por el todo.

    Es natural la irritación y los cuestionamientos que su presencia despierta tanto por derecha como por izquierda. Es que amenaza un orden establecido hace décadas. Un orden que parecía natural en una sociedad politizada y con un fuerte componente ideológico. Un país de “familias ideológicas”, según expresión acuñada por el ex presidente Sanguinetti.

    Pero las sociedades no se detienen, no dejan de mutar nunca. A veces lo hacen imperceptiblemente y los cambios maduran lentamente. A veces los giros son inesperados, acelerados. ¿Quién habría imaginado que a comienzos de siglo la extrema derecha francesa, el Frente Nacional encabezado por Jean-Marie Le Pen desplazaría al Partido Socialista en el balotaje que confirmó a Jacques Chirac en la presidencia de Francia? ¿Quién habría imaginado que 14 años después el Frente Nacional, ahora encabezado por Marine Le Pen, pasase a ser la fuerza política mayoritaria del país? O que “Podemos”, surgida de las protestas de “indignados” de marzo de 2011 en Madrid y otras ciudades españolas, amenace hoy desplazar al Partido Socialista Obrero Español, el partido que más años gobernó el país desde la muerte de Franco, como la principal fuerza política de la izquierda en España.

    Aun cuando el país resultó beneficiado de una década de crecimiento económico como no conocía desde fines de la II Guerra Mundial y principios de los 50, el grado de adhesión y el apego a los partidos políticos, más allá de tradiciones y orientaciones, han decaído, como ocurre en muchas naciones de Occidente. Las nuevas generaciones se muestran críticas y desconfiadas de gobernantes y políticos a quienes consideran involucrados en intereses y disputas que poco tienen que ver o desentendidos de sus reales intereses.

    Tras cada adhesión que suma Novick le siguen cuestionamientos y ataques de todo el abanico político, por tener un discurso “soso” (“¿Qué es Novick”?, se preguntó la semana pasada Bordaberry), por “carecer de una plataforma política y una propuesta programática”, por generarles expectativas de cambio a ciudadanos que no los visualizan en su horizonte. Desde la izquierda se advierte que “el éxito” de Novick “es la derrota de la política” y que su prédica “sintoniza con los lugares comunes más peligrosos para la democracia” (“La Diaria”, 23/9/2016).

    Aun sin una estructura detrás de sí, Novick es visto hoy como una figura que amenaza al establishment político.