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¿“Replanteo” del horario laboral ante la “revolución digital”?
Las nuevas tecnologías suponen un “verdadero cataclismo” para cómo se concibe el mundo del trabajo, advierte el subsecretario del área, Nelson Loustaunau
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Las nuevas tecnologías están poniendo a máquinas y robots a hacer tareas que antes realizaban personas. Otros empleos se van transformando y surgen ocupaciones transitorias o de “colaboración abierta”, como las “microtareas” y las actividades de asistencia virtual. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), muchos son trabajadores “invisibles” —la mano de obra detrás de la tecnología, por ejemplo, en el procesamiento de datos— sin una ubicación ni una relación laboral reconocida ni horarios claramente definidos.
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“No queda claro qué fracción de la fuerza de trabajo mundial acabará representando el trabajo virtual, y seguimos sin saber si estas formas de trabajo acabarán entrando en la esfera de la relación laboral, si se convertirán en nuevos tipos de trabajo informal o si no podrán encajar en los marcos normativos existentes”, señala ese organismo en su Informe inicial para la Comisión Mundial sobre el futuro del trabajo publicado en diciembre pasado.
Se trata de cambios que también preocupan al gobierno uruguayo, aunque para algunos por el momento solo tiene más preguntas que respuestas concretas.
Refiriéndose a las tensiones que viene enfrentando en los últimos tiempos el mercado laboral, el subsecretario de Trabajo y Seguridad Social, Nelson Loustaunau, reflexionó: “Hemos perdido 40.000 puestos, pero ¿qué empleos son? ¿Son de alta gama y calificación? ¿Aquellos donde el trabajador se prepara y se vuelve a preparar? No. La robotización y automatización impacta en los empleos de menor calificación”.
Para el jerarca, el “peligroso dato in crescendo” de desocupación y pérdida de empleo a escala internacional tiene su causa en una “revolución digital” que está llevando a incorporar más tecnología al mercado laboral. Ese fenómeno, opinó al disertar el 26 de junio en una conferencia organizada por la asociación empresarial Deres, también es “altamente generador de trabajo, pero de puestos de alta capacitación” que implican un “mayor compromiso del trabajador” con su tarea como también de la empresa con esa formación.
“Tal vez se altera esa lógica perversa de trabajadores que permanecían toda su vida en una empresa prácticamente haciendo la misma tarea. (…) Este nuevo mundo que va a estar lleno de cibertrabajos tal vez vaya a derrumbar o repensar institutos que vienen de la primera Revolución Industrial, como el tiempo del trabajo. ¿Deberemos seguir con esa lógica de las ocho horas para el trabajo? ¿O estamos frente a un replanteo absoluto?”, preguntó.
El jerarca puso el ejemplo de algunos sectores que en Uruguay disminuyeron sus jornadas laborales o generaron mecanismos novedosos para calcular los horarios como la industria de la bebida, la construcción y la metalúrgica. Pero también apuntó a experiencias de algunos países europeos: Francia, que desde el 2000 redujo la jornada a 35 horas semanales; Alemania, que este año la topeó en 29 horas semanales; o Suecia, que inició el mes pasado un plan experimental donde los trabajadores públicos cumplen seis horas diarias con el fin de reducir costos en el sistema de salud. “La reducción sueca apunta a una jornada de seis horas pero manteniendo el salario, para que toda la comunidad tenga trabajo. Porque el trabajo sigue siendo el eje central de los humanos”, agregó Loustaunau.
Las nuevas tecnologías suponen un “verdadero cataclismo” de cómo es concebido el mundo del trabajo, resumió.
Estadísticas oficiales compendiadas por la OIT muestran que, en los últimos años, en varios países se trabajan menos horas semanales que antes. En Argentina pasaron de 40 en 2005 a 38 en 2017, en Austria bajaron de 39 a 35, en Chile e Islandia de 42 a 40, en República Checa de 42 a 39, en Irlanda de 38 a 36 y en Perú de 48 a 39. Aunque también las redujo, Turquía continúa siendo de los que tienen mayor carga horaria semanal (46). En el otro extremo se encuentra Holanda, con 32 horas.
Para Uruguay hay datos salteados que no siguen esa tendencia. En 2009 se trabajaban 42 horas semanales, bajaron a 41 en 2010, 2012 y 2013. Pero la última estadística recogida por OIT es de 43 horas para 2016.
Rigidez y cultura
En la conferencia también hablaron representantes del sector privado. “En Uruguay hay poca información, pocas maneras de invertir, y es difícil crear una empresa y cerrarla. Es costoso”, apuntó Gabriel Rozman, director de Tokai Ventures y fundador de Endeavor, durante una discusión en forma de panel que compartió junto con Elisa Facio, presidenta de la asociación civil Anda, y Mario Tucci, director de Mvd Consulting.
Más allá de eso, Rozman se mostró optimista con respecto a los puestos de trabajo que se pueden generar gracias a la tecnología y señaló que el país tiene la “ventaja competitiva” de ser pequeño y que “todo se puede arreglar”.
“Cada vez es más difícil lograr que las empresas vengan a Uruguay. (…) Israel y Alemania también son países caros pero producen mucho para el mundo. Hay que producir con calidad, y hacer cosas con más productividad y eficiencia. (…) Hay que dejar que el mercado sea más libre. Ningún tratado de libre comercio nos va a cambiar hasta que cambiemos nuestra cultura. Y somos difíciles de cambiar”, afirmó Rozman.
“El de afuera no entiende la rigidez de la regulación y nos preguntan por qué la persona no puede trabajar desde su casa”, destacó, por su parte, Tucci. El consultor consideró que es “carísimo” tener gente fuera de horario a pesar de que “a veces el negocio funciona sin horario” fijo.
También cuestionó algunas rigideces en el accionar de los propios empresarios. “El uruguayo tiene habilidad técnica y una cultura de resolver cosas, pero después hay que saber gestionar una compañía. (…) Hay una rigidez que no acompasa los cambios que tiene el mercado. Hay que mejorar la flexibilización sin desproteger a nadie, al ritmo que se pueda pero rápido”, opinó.