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    “The Most Beautiful Boy in the World” y “La historia de Brooke Shields”: dos miradas sobre la sexualización de jóvenes en el cine

    Demasiado pronto

    En 1971, el maestro italiano del cine Luchino Visconti llevó su película Muerte en Venecia a Londres. El estreno fue majestuoso. La reina Isabel II estuvo allí y también su hija, la princesa Ana. Adaptada de una novela de 1912 de Thomas Mann, Muerte en Venecia fue uno de los proyectos más anhelados por Visconti y una de sus últimas obras. En el estreno, el cineasta declaró a su joven protagonista, el debutante actor sueco Björn Andrésen, como “el chico más bello del mundo”. Andrésen, con 16 años, cargaría con la descripción por el resto de su vida.

    En 1978, el director francés de cine Louis Malle llevó al Festival de Cannes su primera película filmada en Estados Unidos, Niña bonita. El estreno fue controversial. Basado en los testimonios de una joven forzada por su madre a ejercer la prostitución, en la Nueva Orleans del siglo XX, el drama presentó al mundo a la actriz estadounidense Brooke Shields en el papel principal. Susan Sarandon interpretó a su madre. En Francia, Malle se negaba a entrar en detalle sobre su obra (“Mi trabajo es hacer películas, no explicarlas”) y la tarea en responder los cuestionamientos sobre la obra recayó en la joven actriz y su madre, quien era a su vez su agente. Shields, con 13 años, iniciaría así su carrera en el cine.

    Los caminos de Shields y Andrésen no se cruzaron. Sí lo hicieron sus destinos similares. Ambos se vieron, como actores infantiles, de cara ante un reconocimiento mundial inesperado y con carreras que, con el tiempo, evidenciaron las prácticas explotadoras de una industria del entretenimiento a la que fueron arrojados.

    La sexualización a la que se vieron sometidos, y el efecto negativo que esto provocó en sus vidas adultas, puede conocerse a través de los documentales La historia de Brooke Shields, en Star+, y The Most Beautiful Boy in the World, en Cinemateca.

    El sábado 15 a las 20.30 en la Sala B del Auditorio Nelly Goitiño, se exhibirá The Most Beautiful Boy in the World como parte de la sección Ojo con el Cine del 41o Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay.

    Dirigida por Kristina Lindström y Kristian Petri, la película explora la vida de Andrésen al integrar dos narraciones. Hay, en primer lugar, una participación activa del actor, desde el presente, como un adulto dispuesto a explorar su problemático pasado. También se construye, a través del uso de imágenes y grabaciones de archivo, un recorrido por su infancia, su involucramiento en Muerte en Venecia y lo sucedido entre su fama en la década de 1970 y el bajo perfil con el que vive hoy.

    El documental apunta a un juego de contrastes. Desde su título se emplea la ratificación de una idea: el peligro que toda belleza acarrea. La primera, y la más innegable de esas contraposiciones, se encuentra en el choque entre el rostro joven de Andrésen, con su largo pelo rubio, su rostro ario sin marcas y sus ojos de brillo grisáceo, con el presente. Acercándose a los 70 años, Andrésen es hoy un adulto mayor, con un pelo larguísimo y una barba igual de tupida que rodean una mirada triste.

    Lindström y Petri lo conocieron a través de una producción infantil en la que el actor, y también músico, hacía de villano. Sorprendidos por el humor y la ternura que se escondían bajo una primera impresión más tosca de su persona, entablaron una relación de confianza que abrió el lugar para las preguntas que inicialmente no se atrevieron a hacerle. Andrésen comenzó no solo a abrirse al respecto de su experiencia con Muerte en Venecia, sino también a abrir las puertas de su hogar, reflejo de un presente lejos de todo brillo asociado a la fama.

    The Most Beautiful Boy in the World se plantea como un puzzle de enigmas. La primera pieza es la más grande y conocida. La figura de Andrésen se plantea como un misterio hasta el momento de su encuentro con Visconti. La filmación de ese proceso de casting, con Visconti y Andrésen conociéndose por primera vez, es, sin duda, uno de los grandes hallazgos de la película.

    En febrero de 1970, Visconti, conocido por ser comunista y un artista abiertamente gay, emprendió, por ciudades como Estocolmo, su búsqueda de “la belleza pura” para su película. El proceso de casting llegó a su fin con la entrada de Andrésen frente a cámara. Tímido, el joven acató las órdenes de los adultos alrededor, que le piden que modele, sonría y quede, pese a cierta reticencia inicial de su parte, en ropa interior. Es muy incómodo de presenciar.

    De ahí, a través de entrevistas con Andrésen, el documental despliega una vida de altibajos personales y profesionales. Su fama lo llevó a Japón para un extraño segundo acto de su carrera, impulsado por una de las principales responsables: su abuela, quien lo crió. Se abordan también sus problemas con las adicciones y el impacto que la fama tuvo en su psicología. Lindström y Petri tratan el tema con delicadeza, entregan cada pieza de nueva información con solvencia y no caen en golpes bajos que podrían haber convertido al documental en una segunda explotación de su protagonista.

    La historia de Brooke Shields, disponible como un documental de dos partes, toma otro camino. La historia de la actriz plantea a alguien decidido a tomar el completo control de su narrativa pública en el presente. Con el objetivo de comprender cómo cambiaron los mecanismos de una industria de la que formó parte desde niña, cuando hizo publicidades, su documental se plantea desde una óptica feminista que intenta comprender los cambios en las perspectivas hacia las actrices jóvenes dentro de Hollywood.

    Lana Wilson es la responsable de esta historia (entre sus créditos anteriores se encuentra el documental publicitario Taylor Swift, Miss Americana) y la carga con un despliegue de estímulos que apelan a un ritmo frenético y de una cronología estrictamente biográfica para el espectador. No solo Shields se predispone a hablar con carisma, pero también con honestidad, sobre su experiencia, sino que la película recluta a rostros conocidos (las actrices Drew Barrymore y Laura Linney también dan testimonios como “amigas” de la protagonista) y a diferentes expertos de rubros como el periodismo y la psicología. Así se construye un relato en conjunto sobre Shields como niña, adolescente y luego mujer explotada por su belleza. Por momentos, sin embargo, hay varios testimonios que se vuelven repetitivos.

    Shields alcanzó la fama como modelo y actriz infantil a finales de la década de 1970 y sus primeros papeles fueron cargados de polémicas. Además de Niña bonita, interpretó en La laguna azul a una adolescente cuyo despertar sexual sucede al encontrarse varada en una isla junto a su primo. Pese al éxito que esos papeles, y publicidades para marcas como Calvin Klein, le dieron, su recorrido profesional es narrado como un ejemplo de los efectos negativos de la fama temprana. Su madre, Teri Shields, es presentada como una figura problemática, con sus propios demonios personales, que ayudó a promover la carrera de su hija, pero impidiendo la toma de decisiones por parte de la actriz.

    El material de archivo es incluso más impresionante que en The Most Beautiful Boy In The World. La película inicia con un escenario que se volverá común para ella: una entrevista, junto a su madre, ante conductores hombres mayores que la elogian por su belleza y le hacen preguntas sobre las polémicas detrás de sus roles “demasiado adultos” para su edad. Cuando parece que no hay más material para repetir esa dinámica, el documental despliega varias más.

    Con la cosificación de su cuerpo como un hilo narrativo constante en su profesión, el documental indaga en cómo se omitió la voluntad de alguien que se convirtió en un joven objeto de deseo. Shields, cuya película peca de cierta estructura “glamorosa” y por momentos demasiado pulida, logra de todas maneras transmitir su reconversión en una superviviente.

    Tanto su testimonio como el de Andrésen contribuyen a la concientización sobre los peligros que actores y actrices infantiles enfrentan, así como a una discusión sobre cómo preservar sus derechos en una industria que, frecuentemente, suele tener facilidad para pisotearlos.