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“Los salas están llenas, en espectáculos o en muestras. Es cada vez mayor la cantidad de jóvenes que estudian teatro en las escuelas y el entusiasmo que demuestran no es nada frecuente en el mundo”. La sentencia puede sonar repetida, trillada, pero si la pronuncia un maestro de actuación de Estados Unidos con más de 40 años de experiencia en Broadway, el off neoyorquino y las principales escuelas de teatro de Estados Unidos, suena bastante más fuerte. David Hammond es un viejo conocido del teatro uruguayo, desde que a principios de los 90 dirigió “Perdidos en Yonkers” en el Anglo, con elenco uruguayo. Luego vino seis veces más a dar clases y a dirigir otros títulos. Este fiel exponente del sistema teatral más importante del mundo, maestro de estrellas como Robin Williams, William Hurt y Christopher Reeve —compañeros de clase entre sí, antes de llegar al estrellato—, está de nuevo en Montevideo, invitado por el Espacio Teatral El Telón Rojo, para dirigir Hedda Gabler, clásico del noruego Henrik Ibsen que se estrenará el sábado 9 con la actuación protagónica de Leticia Scottini.
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La casona de Soriano y Aquiles Lanza donde funciona la Escuela del Actor, a la espera de la inauguración del Centro Cultural García Lorca, en Pocitos, será el escenario de esta puesta en escena. En el mismo living donde estarán los actores y donde entre semana funciona la Escuela del Actor, dirigida por Ricardo Beiro, Hammond describe a Búsqueda el entusiasmo que siente en ese microclima teatral y anuncia planes de residencia no muy lejanos. “Esta escuela es muy importante. Doscientos jóvenes yendo y viniendo para convertirse en artistas de teatro es algo muy estimulante. Esta ciudad me recuerda la Broadway de los años 50, llena de artistas y estudiantes de arte. Creo que Uruguay es un sitio muy especial en lo artístico y en todo sentido. Aquí veo en la gente valores familiares y de amistad que no son comunes. Montevideo es mi sitio favorito fuera de mi casa, y creo que cuando me retire, en pocos años, me voy a venir a vivir aquí, para trabajar en teatro y disfrutar del Uruguay a pleno”.
La obra se centra en este personaje atípico para su época —la obra se estrenó en 1891—, que configura la antiheroína perfecta: infeliz, frustrada, mezquina y manipuladora, incapaz de encontrar la felicidad y el sentido luminoso de la vida, y decidida en consecuencia a la destrucción de quienes la rodean y de sí misma. “Hedda Gabler fue la primera obra en usar frases incompletas, pensamientos interrumpidos y huecos entre diálogos, respondiendo al discurso de la vida cotidiana, sin textos diseñados simplemente para dar información. Ni siquiera Ibsen había intentado esto antes”, dice.
Hammond no concuerda con las teorías posteriores sobre Ibsen que ubican esta obra, junto a “Casa de muñecas”, como emblema de la lucha feminista. “No son dramas de mujeres, son dramas humanos, con algunas peculiaridades por ser protagonizados por mujeres, pero sus tramas son perfectamente adaptables a un personaje masculino. Ibsen está hablando del ser humano que no encaja en el mundo que le toca vivir, no encuentra su lugar ni se reconoce a sí mismo. Otras teorías sostienen también que describe, en forma solapada, la peripecia del artista, aislado en su creación que lo hace feliz, pero incapaz de adaptarse al mundo práctico”.
Para el norteamericano, “la temática de Ibsen era tan revolucionaria como su método teatral y sus obras deben haber sido experiencias muy intensas para el público de la época, más realistas que cualquier teatro que habían visto anteriormente y con aspectos del mundo nunca antes llevados a escena”. El realizador anuncia la puesta en escena como “íntima e inmediata” y la versión “muy respetuosa del texto original, con una ajustada y precisa traducción al español”.
Formado en la Academia Americana de Arte Dramático y la Universidad de Harvard, Hammond dio clases en la escuela Julliard, el Conservatorio Americano de Teatro y la Yale School of Drama. Fue director artístico durante casi una década de la Playmakers Repertory Company, la principal institución de teatro clásico de Estados Unidos. Ahora enseña actuación en el colegio Guilford, en la Universidad de Nueva York y, durante ocho semanas al año, en el Instituto de Entrenamiento Teatral de la Universidad de Harvard.
Sus recuerdos del teatro uruguayo alcanzan para un libro, o varios. Fue contactado por primera vez desde Uruguay por Eduardo Marzoratti, del Teatro Alianza. Vino por primera vez en 1991 a dar una charla en la EMAD, convocado por el programa Arts America. Luego conoció a figuras de la Comedia Nacional como Maruja Santullo y Jaime Yavitz, y entabló un vínculo artístico muy profundo con Ricardo Beiro, director de El Telón Rojo, que se mantiene hasta hoy.
Hammond no duda cuando se le pide su parecer sobre la fama y el trabajo artístico: “Es sorprendente la pasión por el teatro en esta ciudad. Es lo más valioso que poseen los actores y directores uruguayos. Trabajan en la oficina, salen corriendo para la sala y ponen una energía increíble en su arte. Eso no tiene precio. Por el contrario, cuando el ego personal es demasiado grande impide el trabajo en equipo y empobrece el resultado artístico”.
Hammond cierra la charla con una máxima que aprendió en la tablas montevideanas: “No hay que preocuparse por el estreno, porque todo colapsará en su preciso lugar”.