• Cotizaciones
    jueves 10 de octubre de 2024

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    A la altura del listón

    “Perdidos en Yonkers”, de Neil Simon, dirigida por Roberto Jones en el Teatro Alianza

    Hacer actuar a un niño o un adolescente en teatro debe ser una de las tareas más complejas, sinuosas y desafiantes que debe enfrentar un director. La cuestión no deja de tener su arista polémica si entra a tallar la voluntad del individuo —o precisamente la carencia de ella— enfrentada a la decisión de un adulto de llevarlo al escenario o de permitirle cumplir su deseo, o si se trata o no de trabajo infantil. Pero ese conflicto fue laudado hace tiempo ya por juristas y educadores que reglamentaron el trabajo de los menores de edad en el teatro profesional. Volviendo al punto, si es dura la tarea de dirigir a un adolescente y habilitar que de su mutante anatomía aflore un personaje, doble dificultad es conducir la actuación de dos, especialmente si se trata de los dos protagonistas de una pieza en la que ambos son uno de los centros de gravedad del relato y, durante sus 120 minutos de extensión, están prácticamente todo el tiempo en escena con el relato a cuestas. Esa obra se titula Perdidos en Yonkers, los dos intérpretes se llaman Franco y Gabriel, las tablas son las del Teatro Alianza, y el director que logra la proeza de articular sus actuaciones con las de un elenco adulto y experiente, para que la representación funcione como un reloj suizo y el tiempo se le escurra al espectador como arena entre sus dedos, es Roberto Jones.

    Franco Balestrino tiene 16 años y este es su debut como actor. Gabriel Villanueva, de 13, hizo un pequeño papel en la película “Reus”, integra el elenco de la comedia televisiva “Bienes gananciales” y concurre a un taller de teatro en el colegio Sagrada Familia, donde acaba de empezar el liceo. Luego de ser elegidos en un casting, ambos ensayaron con Jones, primero a solas y luego con los demás integrantes del elenco, en forma progresiva. Actúan como si estuvieran en el living de su casa, componen con gran soltura y oficio a Jay y Arty, convencen y hacen reír de verdad a la platea, entregan dos actuaciones creíbles de principio a fin sin sobreafectaciones ni artificios y se ganan el aplauso a puro histrionismo, demostrando la importancia de una mano directriz que sabe guiarlos hacia la naturalidad, sin imposiciones sino permitiendo que aflore en ellos la magia de jugar a ser otro por un rato.

    Hay buen combustible en estos jóvenes para lo que decidan hacer de sus vidas, así continúen en el camino de la actuación o así se conviertan en ingenieros, escritores, mecánicos dentales, administrativos municipales, vendedores de avisos fúnebres o paseadores de perros. El tiempo tendrá la palabra, pero sin dudas allí existe talento actoral.

    Perdidos en Yonkers, por la que su creador obtuvo el Pulitzer en 1991, es uno de los trabajos más profundos de Neil Simon (1927), el estadounidense ganador del Tony, del Emmy y del Globo de Oro que se hizo famoso como comediógrafo pero que aquí agrega a su habitual veta humorística una profundidad y una agudeza notables para describir a una familia disfuncional encabezada por una madre emigrante de la Alemania nazi (Ana Rosa), amargada, frustrada y endurecida por la temprana muerte de su marido y de dos de sus seis hijos. Y, por ende, castradora, intolerante e insoportable para la convivencia. Su lema es ser fuerte y fría como el acero, y además seguir viviendo a como dé lugar.

    Sus restantes cuatro hijos completan una problemática paleta de grises: el mayor, Eddie (Alejandro Martínez), acaba de enviudar y, endeudado con prestamistas por el tratamiento del cáncer de su mujer, se ve obligado a entregar su casa y a viajar por los Estados Unidos comerciando hierro para salir a flote, por lo que debe entregar por un año a sus dos hijos a su madre, quien a su vez no desea alojar a los nietos.

    Bella (Noelia Campo) es inestable e impulsiva como una niña de diez años, vive y trabaja con su madre pero su débil personalidad reside en el cuerpo de una adulta de 35 años que sueña con huir del nido materno y que siente todo lo que puede sentir una mujer cuando conoce un hombre.

    Por otro lado, Louie (Rafael Beltrán) es quien aprendió mejor la dureza de su madre, pero se conforma con ganar unos dinerillos como gánster de pacotilla, vivir cuidándose de su sombra y alardear con sus sobrinos como si fuese Al Capone. Y Gert (Fabiana Fabregas) arrastra de una afección infantil una anomalía respiratoria psicosomática que afecta severamente sus condiciones de vida.

    Entre ese contradictorio plantel de adultos llenos de conflictos y complejos, los dos adolescentes funcionan como vasos comunicantes: oxigenan los vínculos, les aportan la frescura y sinceridad que imponen las nuevas generaciones y funcionan como catalizadores del imprescindible reciclaje que necesitan para seguir viviendo con algo de sanidad y entereza. Simon apela a su notable sentido de la ironía, y su sarcasmo sirve para lograr que la estadía de estos críos derrame desparpajo y sensatez en una casa retorcida por el resentimiento de una madre muy pero muy jodida.

    Ana Rosa y Noelia Campo alcanzan una de las mejores actuaciones de sus carreras y encarnan una dupla que electrifica el aire en cada uno de sus intensos diálogos, profundamente conmovedores. Rosa construye una matriarca férrea y aparentemente sin fisuras pero, llegado el momento, sabe cómo mostrar su grieta de vulnerabilidad. En tanto, Campo hace equilibrio en el filo de un bisturí, pero no se corta: su papel de niña grande y a la vez adulta aniñada tiene pocos antecedentes en la escena local y puede servir como una útil referencia.

    He aquí también la huella del gran director de actores en que se ha convertido Jones desde su retiro del escenario. Martínez, Beltrán y Fabregas están a la altura de sus cuatro compañeros, y entregan interpretaciones justas a las que no falta ni sobra nada.

    Sin dudas, esta nueva versión de Perdidos en Yonkers es un notable recital de actuación, gracias a un elenco explotado al máximo por un artista que logra transmitir los recursos indicados a los intérpretes para que ellos descubran de qué está hecho cada personaje.

    Jones pretendió distanciarse del montaje del director estadounidense David Hammond, en 1992 en la misma sala, que le valió a Imilce Viñas un premio Florencio como Mejor actriz de reparto.

    Y, pese a los 20 años transcurridos entremedio, el recuerdo de aquella puesta en escena permanece nítido en quienes la vieron, y constituye un listón muy alto. El tiempo dirá si esta nueva versión está a su altura. Por la impresión que ha causado en las primeras semanas en cartel, así parece.

    “Perdidos en Yonkers”, de Neil Simon. Traducción: Agustín Maggi. Dirección: Roberto Jones. Escenografía: Ana Arrospide y Alexis Castillo. Vestuario: Diego Aguirregaray y Amparo Alloza. Iluminación: Martín Blanchet. Producción: Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos. Teatro Alianza, Sala China Zorrilla (Paraguay 1217). Viernes y sábados, 21 horas. Domingos, 19.30 horas. Entradas: $ 250 (viernes y sábados) y $ 200 (domingos). Red UTS, Red Pagos y boletería.