A menos de un año de las elecciones, todas las “fuerzas políticas” vernáculas están en plena actividad para capturar el voto que la credencial pronuncia, que a veces parece más importante que el que el alma pronuncia.
A menos de un año de las elecciones, todas las “fuerzas políticas” vernáculas están en plena actividad para capturar el voto que la credencial pronuncia, que a veces parece más importante que el que el alma pronuncia.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn el oficialismo, los socios de la coalición se están reponiendo todavía de los revolcones de las últimas semanas, en las que hubo que explicar demasiadas cosas poco claras, algunas de las cuales siguen todavía en medio de una incómoda bruma.
En la oposición, por el contrario, el entusiasmo desbordante que producen las cifras de las encuestas hace que mucha gente ya se haya tomado el ómnibus caminando, y esté gastando plata a cuenta de lo que considera un triunfo seguro. Habrá que verlo, pero algunos dicen que ya lo ven ahí, y se chocan para acariciarlo.
Los procedimientos para la captura de los votos es muy variada, y no todos coinciden en jugarse a cartas tan lejanas como el plebiscito para la reforma de la seguridad social, para lo que hay que juntar firmas, presentarlas, que te las reconozcan como válidas y recién después ir a votar la reforma, junto con los candidatos, y quién sabe cuántos plebiscitos más. Admitamos que la posibilidad de rapiñar 22.500 millones de dólares de las AFAP suena tentador (¿te imaginás, Carolina, cuántos antelarenas se pueden hacer con toda esa guita?), pero la acción directa e inmediata los tienta mucho a los dirigentes, que saben que esa es la manera de mantener a los militantes en forma, estimulando el “FAerobics”, tanto físico como mental.
Por eso hemos visto en los últimos tiempos cómo se aprovechan momentos destinados a otros propósitos para sacar las viejas banderas, los carteles y los pasacalles, y poner el grito, no en el cielo, sino en el plafond bajo.
Tal ha sido el caso de las efemérides patrias, inauguraciones de locales sanitarios, industriales o comerciales, apertura de las sesiones de alguna institución pública o privada. Siempre aparecen en el fondo, o en la periferia, o en los costados, grupejos de militantes gritones y desafiantes, pidiéndoles cuentas al gobierno de tal o cual cosa, exhibiendo pancartas y metiendo bochinche, mucho bochinche.
Capaz que tienen éxito, y consiguen que algún distraído que anda en la vuelta diga: “Mirá, qué bueno lo que dicen estos piolas, me convencieron, los voy a votar”, pero por lo menos es dudoso.
Probablemente el más significativo de estas minimovilizaciones de protesta y militancia haya sido el episodio de la inauguración del hospital del Cerro.
Allí la banda protestante, acaudillada por una diputada del MPP, chifló y abucheó la ejecución del himno, insultó al presidente, mostró cartelería agresiva variada, le llamó “hospitalito” al nuevo nosocomio, gritó “gobierno corrupto”, haciendo gala de una desubicación y grosería tal que, si con esa maniobra consiguen un voto, habría que modificar el libro El arte de conquistar adeptos en el capítulo “Política”.
Probablemente en los meses que vienen se repitan estas técnicas de militancia, y, un suponer, cuando la ministra de Salud Pública vaya a cortar la cinta de una policlínica en Casavalle, le griten: “¡Cuánta guita ganaste con la coima de las vacuna, bo!”, o cuando el canciller Paganini reciba al nuevo embajador de Austria, o de Islandia o de Canadá, el grupito se pare en la puerta de la Cancillería y grite: “¡A la embajadora de Palestina cuándo la vas a invitar, desgraciado!”. Con carteles alusivos, que la tele filma siempre, y salen en el informativo central de toditos los canales, dos minutos en el 4 y el 12, y 10 minutos en el 10, diciendo: “¡Vivan los mártires de Gaza, frenar la agresión israelí!”.
Y ni que hablar cuando aparezca en escena el presidente, inaugurando una escuela en el barrio que sea, con la nueva directora de la ANEP del Codicen, que se preparen para el reiterado sonsonete de “reforma educativa mentirosa”, “siempre a espaldas de los docentes”, “manga de prepotentes corruptos”, “¡Lacalle, hacete cargo del salón gremial del IAVA, devolvelo como estaba!”.
Es una fija que, con esta técnica de conquista de voluntades, la oposición va a ganar las próximas elecciones por paliza.
El gobierno deberá sacar sus propias conclusiones y, en vez de lamentar –como cuando era oposición– la renuncia de un vicepresidente luego procesado por la Justicia por comprar colchones con la tarjeta corporativa de Ancap, tendrá que organizarse para cuando el presidente Orsi, o la presidenta Cosse vayan a inaugurar edificios, obras, carreteras, a pronunciar discursos en conferencias o encuentros, y estropearles las fiestitas con griterías destempladas, carteles denigrando las obras que inauguran (aunque estén buenas, eso no importa) diciendo: “Gobierno corrupto” (aunque no lo sea) y protestando a grito pelado, sin importar si se está ejecutando el himno patrio, o si el (o la) que está hablando está pronunciando justas y adecuadas palabras.
De esa manera la coalición volverá a ganar las elecciones siguientes, y quién te dice que no se le dé la revancha a Luis, para no ser menos que Julio María o que Tabaré.