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Los últimos días han traído luctuosas noticias con respecto a viejas estrellas de cine que tuvieron su gran momento de gloria, retiradas de la pantalla pero envueltas siempre en esa aura mágica que solo el cine puede proporcionar, porque es capaz de mantener fijas y para siempre las imágenes que motivaron esa fama y sostener en el tiempo los rostros queridos que las arrugas no podrán jamás desfigurar. Sin embargo, en el caso de algunos de ellos, su nombre ha quedado vinculado de una vez y para siempre a los papeles que los revelaron como estrellas.
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Peter O’Toole (2/8/1932-14/12/2013) será recordado por “Lawrence de Arabia” (1962), a pesar de que su retiro se anunció en 2012, cuando cumplió los 80. Irlandés de origen, famoso por sus borracheras, estuvo ocho veces nominado al Oscar y no ganó nunca, por lo que la Academia le concedió un premio honorario en 2003. El rubio de acento inglés impecable, cuidada dicción, pose de gentleman y agradables facciones (con unos ojos azules de mirada devastadora) ya había actuado en teatro y cine cuando David Lean lo eligió para componer el complejo papel del teniente británico T. E. Lawrence, personaje enigmático que en “Los siete pilares de la sabiduría” (1926) relató sus campañas bélicas al frente de tropas árabes durante la I Guerra Mundial, por lo que fuera conocido como “Lawrence de Arabia”. La película ganó varios Oscar, fue un enorme éxito de taquilla y catapultó a su actor principal (nominado al Oscar dentro de un elenco donde brillaban Alec Guinness, Jack Hawkins, José Ferrer, Anthony Quinn, Claude Rains, Omar Sharif) al estrellato con “Becket” (1964) junto a Richard Burton en la celebrada pieza teatral de Jean Anouilh.
Los papeles de rey le sentaban, por lo que el rol de Enrique II de Inglaterra lo repitió luego en “El león en invierno” (1968), sobre pieza de James Goldman, donde la gran Katharine Hepburn hacía de su cautiva esposa Leonor de Aquitania. Por esos dos papeles donde representaba un mismo personaje estuvo nominado al Oscar, pero mientras Kate se llevaba su tercera estatuilla, Peter debió contentarse con nada. Y lo siguió haciendo durante varios años, mientras desfilaban muy buenas actuaciones en “Adiós Mr. Chips” (1969), versión musical de la célebre novela de James Hilton; “La clase gobernante” (1972), chirriante sátira al establishment británico; “El especialista del peligro” (1980), donde un fugitivo se hace pasar como doble en las películas de Hollywood, pero Peter no hacía ese papel sino el de director; “Mi año favorito” (1982), como actor romántico (y borracho) que enfrenta el declive; y finalmente la crepuscular “Venus” (2006), sobre viejo actor encandilado por una joven sobrina que viene a cuidarlo. Allí largó la esponja y decidió que era suficiente.
La vida personal de O’Toole no fue un lecho de rosas. Su alcoholismo no le impidió trabajar en éxitos como “Lord Jim” (1964), ambiciosa adaptación de la novela de Joseph Conrad; “¿Qué pasa, Pussycat?” (1965), comedia con Peter Sellers y libreto de Woody Allen; “Cómo robar un millón de dólares” (1966, con Audrey Hepburn y dirección de William Wyler); “La Biblia” (1966, blockbuster de John Huston) en breve papel como los tres ángeles. Pero también en fiascos musicales como “El Hombre de la Mancha” (1971, con Sophia Loren) y afrentas atroces como “Calígula” (1979, de Tinto Brass), donde el productor Bob Guccione intercaló escenas de sexo explícito sin avisarle a sus célebres actores (John Gielgud, Malcolm McDowell, Helen Mirren). Luego de una arriesgada operación de cáncer de estómago a fines de los 70, O’Toole quedó muy disminuido y, cuando pudo volver, solo parecía una sombra de sí mismo, su luminoso rostro estaba gris, su mirada apagada y su actuación más cabal fue la del rey Príamo en “Troya” (2004), cuando le va a rogar a Aquiles (Brad Pitt) que le devuelva el cadáver de Héctor. Falleció a los 81, estuvo casado una sola vez (con Sian Phillips entre 1959 y 1979) y tuvo con ella dos hijos, Pat y Kate.
Joan Fontaine (22/10/1917-15/12/2013) será por siempre “Rebeca”, la película de ganó el Oscar en 1940 y que dirigió Alfred Hitchcock. Rubia, hermosa y frágil, esta joven nacida en Tokyo de padres ingleses se llamaba Joan de Beauvoir de Havilland, y era un año menor que su hermana Olivia, que la sobrevive. Pero Joan no ganó el Oscar por su papel más célebre sino al año siguiente por “La sospecha” (1941, también de Hitchcock), lo que originó el famoso pleito entre las dos hermanas que duró hasta ahora. Ese mismo año, Olivia estaba nominada por “La puerta de oro” y no le perdonó a Joan haberla desplazado. Cuando ella misma ganó en 1946 por “Lágrimas de una madre”, rechazó ostensivamente el saludo de su hermana y le dio vuelta la cara. A partir de ese momento (y de que Olivia volviera a ganar en 1949 por “La heredera”) nunca más se dirigieron la palabra. Siempre primera figura, la estrella de “Jane Eyre” (1943), “Carta de una enamorada” (notable filme de Max Ophuls de 1948), “Sinfonía otoñal” (1950) y la espectacular “Ivanhoe” (1952) tuvo su último buen papel en “Tierna es la noche” (1961) sobre novela de F. Scott Fitzgerald. Se recuerdan sus palabras acerca de su hermana: “Me casé primero que ella, gané el Oscar antes que ella y moriré seguramente antes que ella, así que le gané siempre”. Y no se equivocó.
Eleanor Parker (22/6/1922-9/12/2013)fue una fulgurante pelirroja que tuvo su momento de auge en los años 50. Aunque se le recuerde por el papel de la condesa en “La novicia rebelde” (1965) su carrera tuvo puntos altos (y nominaciones al Oscar) en “Amarga condena” (1950), “La antesala del infierno” (1951, de William Wyler, con Kirk Douglas) y “Melodía interrumpida” (1955, con Glenn Ford). Excelente actriz, dúctil y hermosísima, se lució además en “Scaramouche” (1952, con Stewart Granger), “Marabunta” (1953, con Charlton Heston) y “El hombre del brazo de oro” (1955, con Frank Sinatra). Hacía más de veinte años que estaba retirada y sus últimos trabajos fueron en la TV.