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    Algunos rubros agroalimentarios tendrán más “oportunidades”, mientras la tecnología es un “riesgo” y “necesidad” para otros

    Según un estudio de “megatendencias” globales y su impacto para cuatro complejos elaborado por la OPP

    La riqueza en recursos naturales que posee Uruguay requiere una “visión del desarrollo que trascienda la dicotomía” entre agricultura e industria, que conduzca a un aumento de la productividad de las cadenas tradicionales, así como a la sofisticación de la canasta exportadora de bienes y servicios de base primaria. Esa orientación tiene el Estudio de tendencias del sector agroalimentario y su impacto a futuro en Uruguay, elaborado por la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) y tomado como insumo para la Estrategia de Desarrollo-Uruguay 2050 diseñada por el actual gobierno.

    El análisis plantea un diagnóstico descriptivo y analiza, con enfoque prospectivo, algunas “megatendencias” demográficas y económicas globales que, entre otras cosas, proyectan “oportunidades crecientes” en la producción cárnica y láctea de Uruguay, mientras que en el caso del arroz la retracción de la demanda global podría ser compensada en parte por un mayor consumo por parte de regiones como el norte de África. Los cambios tecnológicos, a su vez, suponen una necesidad cada vez mayor para algunas de las cadenas estudiadas y un desafío. Por ejemplo, los costos de la robotización podrían acentuar la concentración de la producción en tambos de mayor tamaño, advierte.

    Cadenas “clave”

    El documento —al que accedió Búsqueda— asigna al complejo agroalimentario un rol “clave” en la estructura productiva nacional, si bien puntualiza que redujo su participación en el Producto Bruto Interno (PBI) de 13,5% en 2006 a 9,5% en 2017. A su vez, las exportaciones del rubro aumentaron su peso en el total, desde 43% en el 2000 a casi 62% en 2017. Y representó en promedio el 13,8% de los ocupados, con un máximo en 2010 (casi 15%) y su mínimo en 2015 (13,3%)

    Lácteos

    Desde los tambos se remitieron en 2017 un total de 1.882 millones de litros de leche que fueron procesadas por 50 industrias lácteas, si bien tres empresas —Conaprole, Estancias del Lago, Indulacsa (Grupo Lactalis)— concentraron la mayor parte (95%). Por otro lado, más del 40% de las exportaciones del sector se dirigieron al Mercosur.

    “Un aspecto característico de este sector es que se encuentra muy expuesto a la volatilidad de precios. Cualquier shock del lado de la oferta o del lado de la demanda tendrá efectos sobre los precios de los principales commodities lácteos que se transan a escala internacional. El sector lácteo nacional, al ser tomador de precios, es muy vulnerable a esta situación.

    Oleaginosas

    Las exportaciones de granos se incrementaron de US$ 50 millones en el 2000 a US$ 1.440 en 2017; la soja explica gran parte del crecimiento. “Es esperable que la lógica de un Uruguay exportador agrícola tenga desafíos importantes ante un escenario de precios mucho más moderados y necesidades crecientes de mejoras en la productividad ante importantes presiones de los costos y una coyuntura regional que presiona la competitividad cambiaria del sector”, señala el documento.

    Arroz

    Aunque con menos área sembrada a partir de 2017/18, la producción arrocera se incrementó en la última década; el rendimiento duplicó los de 25 años atrás. “Posiblemente, el arroz sea el sector mejor integrado a la investigación y eso causa el aumento sostenido de la productividad”, lo que ubica a Uruguay entre los primeros países en el ranking de rendimiento por hectárea.

    El estudio describe algunos cambios en la constitución del sector: el número de productores bajó de casi 700 en los noventa a unos 510 en el promedio de las últimas 10 zafras (caída cercana a 40%). Las hectáreas por trabajador aumentaron cerca de 9,5% y el costo de producción lo hizo 22% entre las dos últimas zafras.

    Casi la totalidad del arroz cultivado en Uruguay se destina al mercado externo, lo que “lo transforma en un sector vulnerable a la volatilidad de los precios internacionales”. Agrega que “la clave en la producción de arroz para los próximos años es la diversificación en las variedades utilizadas en el país. No solamente para aumentar el rendimiento, sino para acceder a un grupo distinto de países a los cuales hoy en día por el tipo de producto ofrecido no se ha llegado”. Es que hoy Uruguay no tiene presencia comercial en segmentos de mayor valor en el mercado mundial, como son los de granos cortos-medio y el arroz aromático, que se pagan más caros.

    Carne

    La producción de carne vacuna en el ejercicio 2017/2018 bajó levemente respecto a la anterior debido a una menor faena, un descenso de los stocks y un “importante aumento” de las exportaciones de ganado (del orden de 400.000 cabezas).

    “Megatendencias”

    Además de describir los cuatro complejos agroalimentarios, el documento de la OPP analiza algunas “megatendencias” mundiales.

    A escala demográfica, el crecimiento y envejecimiento de la población mundial, combinados con un aumento de los ingresos y una concentración en los centros urbanos, “presionan fuertemente sobre la producción de alimentos”.

    Desde el punto de vista tecnológico, se está procesando una transición industrial —de una era de producción “en masa” a una “inteligente”—, donde surgen “oportunidades creadas por la digitalización (Industria 4.0)”.

    Asimismo, existe un “cambio de enfoque hacia el vínculo de los alimentos con la salud” y “criterios de sostenibilidad ambiental en la producción”.

    Con base en las opiniones de expertos recogidas en talleres convocados por la OPP, el estudio señala los posibles impactos de esas tendencias para el sector agroalimentario local.

    En el arroz, es “probable” que, por algunas décadas, su consumo total global siga creciendo, por el impulso desde África y Medio Oriente. Advierte que las variedades que más se cultivan en el país —grano fino y largo— son las “más amenazadas por la tendencia a la baja”, aunque “abastecer al mercado con un producto con ‘calidad Uruguay’, con identidad varietal y trazabilidad, puede ser una importante ventaja de posicionamiento comercial”.

    Debido al crecimiento de la población musulmana en regiones de expansión económica y demográfica, para la cadena cárnica está la oportunidad del desarrollo de mercados halal. Actualmente, esta certificación es percibida como un sello de calidad que trasciende al componente religioso, puntualiza.

    Tecnologías

    La automatización y robotización son vistas en Uruguay como una “solución posible a algunos problemas que enfrenta actualmente su fase industrial” de la cadena cárnica, como la “limitada productividad y el elevado ausentismo laboral”. Sin embargo, son un “desafío para aquellos procesos más complejos de automatizar, como la faena y desosado” de carne.

    El uso de la tecnología en la cadena láctea se visualiza como una “herramienta importante para intensificar la producción, pero requiere importantes niveles de inversión. Se observa como un riesgo, por tanto, que los costos asociados a la robotización puedan acentuar el proceso de concentración de la producción en tambos de mayor tamaño” y llevar a una disminución de aquellos pequeños o familiares.

    La industria láctea adolece de “cierto retraso en la incorporación de tecnología como consecuencia de su costo global”. La dificultad de acceder a buenas condiciones de financiamiento, tanto en lo concerniente a plazos como a tasas, es una “limitante”. Además, una automatización de procesos “provocará un descenso en la mano de obra utilizada por unidad de producto” y debería conducir a una “reorganización del trabajo”.

    En el complejo oleaginoso uruguayo, la incorporación de tecnología “es cada vez más necesaria y, en momentos de ajuste, se vuelve fundamental”. Por ejemplo, se debe tener “mayor información respecto a dónde se siembra y ajustar el manejo por ambientes”. En este marco, se precisan “estímulos públicos” para dotar de más tecnología al rubro, al igual que en el sector lácteo.

    Según el estudio, la implementación de alternativas a la “co-mmoditización del poroto de soja puede servir para mejorar los precios de exportación y acceder a mercados de nicho”. En particular, el desarrollo de la producción de soja no transgénica perfila como una oportunidad. “Para eso es necesario adaptar los protocolos de producción y segregación para evitar contaminación con soja transgénica, y tener en cuenta que esto genera sobrecostos de producción”. 

    Finalmente, el aspecto tecnológico ligado al sector arrocero se vincula con el desarrollo de variedades del grano, lo que debe ir acompañado de desarrollo genético, cambios industriales y el acceso a nuevos mercados.