El editor freelance Federico Leicht se enteró de la existencia del nuevo texto, en el que Amodio daba su propia versión de la derrota tupamara, en el mismo tono de una larga entrevista que el periodista de “El Observador” Gabriel Pereyra le realizó en 2013 en Madrid y decidió proponer el proyecto a Ediciones de la Plaza, una empresa vinculada al diario “El País”.
Una vez que el nuevo libro estuvo listo para entrar en la imprenta, Leicht invitó a Amodio a viajar a Uruguay para el lanzamiento, promocionado a través de “El País”.
“Tal vez sea su última oportunidad”, le dijo para convencerlo.
Asimismo, Leicht acordó con Ediciones de la Plaza y el diario “El País” la realización de un documental sobre la estadía de Amodio en Montevideo.
Después de consultar con su compañera, la militante española de Izquierda Unida (IU) Celia del Bosque, Amodio decidió correr el riesgo de viajar.
Como el MLN-T no había levantado la condena a muerte, publicada en el quincenario tupamaro Mate Amargo el 15 de abril de 1973, Amodio solicitó ciertas garantías a sus anfitriones.
“Operación 30 horas”.
Amodio dejó el pueblo de Cobeña, cerca de Barajas, donde reside, voló a San Pablo y desde allí a Carrasco con la empresa brasileña Gol. Ediciones de la Plaza organizó un ingreso al país sin mayores riesgos: él y su esposa entraron por la sala VIP el viernes 7 donde los esperaba un equipo profesional de seguridad privada supervisado por el empresario Gastón Volonterio, contratado para un trabajo de 30 horas, el tiempo que Amodio iba a estar en el país, a un costo aproximado de U$S 5.000, parte pagado con canje de publicidad en “El País”.
Los guardias cumplieron a cabalidad su trabajo e impidieron que el viernes 7 por la noche agentes del Departamento 6 de la Dirección General de Información e Inteligencia (DGII) se llevaran a Amodio alegando tener una orden verbal de la jueza Julia Starrico y este se negara a firmar una citación.
Finalmente, luego de friccionadas negociaciones entre Leicht, el director de Ediciones de la Plaza, Leandro Aguirre, y los funcionarios policiales, acordaron que Amodio pasaría la noche en el Hotel Sheraton y al día siguiente sería conducido ante la justicia.
Para ese entonces, se habían contratado los servicios del penalista Andrés Ojeda.
Horas después de ser ingresado en la sede de la DGII, en Maldonado y Paraguay, donde pasó la noche y fue tratado correctamente, Amodio fue conducido de forma sucesiva ante tres juezas. Starico lo había citado porque el coronel de infantería retirado Orosmán Pereira y el coronel de caballería Asencio Lucero, habían mencionado en una audiencia durante un presumario por torturas ante una denuncia presentada en 2011 por un grupo de más de 20 mujeres, algunas de ellas del MLN-T, su presencia como colaborador del Ejército. La segunda fue la jueza de Ciudad de la Costa, Marcela Vargas, para investigar su ingreso al país como el ciudadano español Walter Salvador Correa Barboza y la tercera instancia fue por la jueza María Helena Mainard a raíz de denuncias del director de la revista “Caras y Caretas”, Alberto Grille y de la ex militante del MLN-T Alba Antúnez.
Aun antes de que la defensa de Ojeda aceptara que se unificaran los dos presumarios (el de Ciudad de la Costa fue cerrado por falta de méritos), desfilaron ante la jueza Starico y la fiscal Stella Llorente el senador José Mujica, el ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro (quien declaró en su propio despacho), los tupamaros Pascual Quartino, Julio Listre y Carlos Martell y los oficiales retirados Carlos Legnani, Armando Méndez y Mario Aguerrondo, entre otros.
¿A quién beneficia?
Los anfitriones de Amodio se prepararon para asegurar que la vida del acusado de traidor por el MLN-T no corriera mayores riesgos. Sin embargo, reconoció Leicht, desatendieron el aspecto legal: así como los tupamaros dejaron la lucha armada por la actuación política, decidieron que fuera la justicia penal y no la “revolucionaria” la que decida el destino del “traidor”.
A nivel penal, la suerte de Amodio está en primera instancia en manos de la fiscal Llorente. Esta deberá decidir en las próximas horas si pide su procesamiento por coautoría de algunos de los delitos que sufrieron los denunciantes. Las declaraciones de los militares Pereira y Lucero, cuando aún este estaba en Madrid, pero confirmadas el lunes 17 en careo, más la de los ex tupamaros, entre ellos el hasta ahora último testigo Alberto Cocco Pérez, desde la perspectiva del abogado de la parte demandante, Federico Álvarez Petraglia, deberían servir como elementos de semiplena prueba suficientes para iniciar el proceso.
En ese caso, Amodio deberá permanecer en Uruguay al menos hasta que se expida la jueza y eventualmente un Tribunal de Apelaciones y la Suprema Corte de Justicia, porque la defensa presentó por adelantado un escrito aduciendo la prescripción de los eventuales delitos.
La opinión de sus ex compañeros parece dividirse entre quienes esperan que Amodio termine preso con los militares, policías y civiles encausados por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura en la cárcel de Domingo Arena y en la Guardia Republicana, y los que solo esperan que regrese a España para finalizar una situación dolorosa.
En cualquier caso, la pregunta que quedó flotando en el aire está relacionada con las razones últimas que llevaron a Amodio a abandonar la comodidad de su residencia en el suburbio madrileño para regresar y confrontar una vez más con sus ex compañeros y con los herederos políticos del caudillo blanco Wilson Ferreira Aldunate, entre otros (ver Búsqueda Nº 1828).
El veterano dirigente tupamaro residente en Salto Julio Marenales dijo el lunes 17 en el programa “Primera vuelta” de TV Ciudad, que se estaba “ante una operación”. Cuando el periodista Ricardo Scagliola le preguntó quién podría estar detrás, declaró no saber pero llamó la atención acerca del costo.
En la misma línea conspirativa que Marenales se han expresado algunos operadores militares consultados por Búsqueda, cuyos análisis apuntan a que las abundantes cartas de 2013, la conferencia de prensa en la que invitó a debatir, sin éxito, a sus ex compañeros y el nuevo libro son parte de una operación diseñada en el exterior dentro de un plan más general y de largo plazo para desgastar a los gobiernos “progresistas” del continente.
Esta mirada sobre el caso Amodio vinculado a una agencia extranjera cierra con la información manejada durante años por algunos militantes del MLN-T y por la historiadora Clara Aldrighi, quien en el libro “La intervención de Estados Unidos en Uruguay ( 1965-1973). El caso Mitrione” sostuvo que existían indicios serios respecto a una colaboración previa a la última detención de mayo de 1972.
Aldrighi encontró documentos de Estados Unidos que si bien no mencionan a Amodio, hacen referencia a la modalidad de encontrar a un dirigente desencantado y hacerlo permanecer en la organización para influir sobre ella.
En la misma línea se expresó, poco antes de morir, el ex comisario Alejandro Otero. Este oficial, que encabezó el combate a los tupamaros y luego fue separado por no ser de la entera confianza de los representantes estadounidenses, dijo que su ex hombre de confianza y sucesor, el comisario Pablo Fontana, recibió de Amodio una oferta de colaboración similar a la que luego mantuvo con el Ejército.
Entrevistado por el portal Iberoamérica Central de Noticias, el ex comisario se preguntó por las motivaciones, personales o no, de el ex tupamaro para reaparecer 40 años después.
Uno de los viejos militantes del MLN-T, Juan Almirati, también había hecho su propio análisis de Amodio: “Fue alguien que cambió en determinado momento. Como se han cambiado gobernantes de distintos países de un lado para otro. (...) Amodio, cuando salió en la última fuga, parece que ya colaboraba con la CIA. Si lo viera le diría Gustavo, pero sería como si viera a otro de la CIA. Para mí era Gustavo, Gustavito, que era el seudónimo de él”, dijo en “Crónicas”.
El factor humano.
Mientras proliferan las teorías acerca de una supuesta operación de inteligencia, Amodio ha seguido el consejo de su abogado y guarda silencio.
Sin embargo, su actual editor, Leicht, dijo a Búsqueda que está absolutamente convencido de que el verdadero y único motivo de aceptar la invitación para venir a Montevideo fue “decir su verdad” ante “todos”.
A caballo de la publicidad que ha tenido el caso, el libro ha aumentado sus ventas casi al mismo ritmo que los gastos de la defensa penal y de la manutención del autor en Montevideo.
Si como dice Amodio, su única “causa” es aportar su propia mirada de la mitología tupamara y defender que no es un traidor sino un traicionado, su eventual procesamiento lo enfrenta a una situación muy peculiar: en España es el jubilado Walter Correa y en Uruguay el ex tupamaro Héctor Amodio.
Alba Antúnez, la única ex integrante del MLN-T que se presentó ante la Justicia para denunciar a Amodio, se negó a hacer comentarios y solo dijo a Búsqueda que “no perdería un minuto más de su vida en eso”.
Antúnez —explicaron fuentes de la organización— dejó constancia que había reconocido a Amodio, vestido de uniforme militar, mirando mientras ella era torturada.
Información Nacional
2015-08-20T00:00:00
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