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    Ángel con arpa

    Orquesta Nacional de la BBC de Gales en el Solís

    No sin inconvenientes se cumplió el cierre de la temporada del Centro Cultural de Música (CCM). El concierto, con orquesta sinfónica y solista extranjeros que venían desde el exterior, estaba programado para el miércoles 11 en el Teatro Solís, pero para ese día se anunció un paro de funcionarios municipales. Las febriles gestiones del CCM contaron con la comprensión y buena voluntad de autoridades y músicos de la Filarmónica de Montevideo. Esta, que tenía su fecha de concierto fijada para el martes 10, la corrió para el jueves 12 y cedió el martes 10 para el Centro Cultural.

    Los músicos galeses llegaron entonces desde Buenos Aires a Montevideo a primera hora de la tarde del martes 10 —como estaba previsto— pero en lugar de tener veinticuatro horas de descanso antes de tocar, tuvieron que salir al escenario del Solís a las pocas horas de haber llegado para cumplir con su compromiso.

    La velada comenzó con Una noche en el Monte Calvo, del ruso Modesto Mussorgsky (1839-1881), obra prescindible si las hay, que naturalmente con la orquestación y arreglos de Rimsky-Korsakov es un vehículo para la buena lubricación y lucimiento de los diferentes sectores de la orquesta. Todo eso ocurrió dentro de los carriles correctos; solo que con la partitura no había mucho más para decir.

    El programa de mano traía para la obra con solista el Concierto para arpa y orquesta opus 74 del poco conocido compositor ruso Reinhold Glière (1875-1956). Y se completaba en la segunda parte con Tchaikovsky, lo que tenía un aspecto curioso: que una orquesta británica, presentada con el auspicio de la Embajada respectiva, hiciera un programa exclusivamente ruso. Nada incorrecto, simplemente curioso. Pero la curiosidad duró poco, porque antes de empezar el concierto se anunció que habría un cambio de último momento y que en lugar de la obra de Glière se haría el Concierto para arpa y orquesta op. 25 de Alberto Ginastera (1916-1983). Con todo respeto al señor Glière, creo que los espectadores salimos ganando con el cambio. Y eso que el compositor argentino no es lo que se dice “taquillero”. Pero es indudablemente un gran músico y este concierto para arpa es mucho más accesible y amable al oído que cualquiera de sus conciertos para piano. La razón estriba en la definida tonalidad con que la obra está concebida en términos generales.

    Compuesto en 1956, se estructura en tres movimientos: comienza con un allegro donde el arpa canta una melodía de aire misterioso para transformarse de pronto en un discurso enérgico y luego en un malambo frenético con el arpa golpeada en su caja acústica al ritmo de la danza. Un segundo movimiento, Moderato, en el que las cuerdas van cantando sector por sector un tema grave entre piano y pianísimo para luego silenciarse y dejar que el arpa les conteste, es el esquema de diálogo que se repite varias veces. Es el único movimiento donde el ancla tonal parece más esquiva aunque nunca llega a desaparecer. Y un final Vivace, con las notas de las seis cuerdas de la guitarra al aire (mi, la, re, sol, si, mi), procesadas luego por la orquesta hasta terminar en un festín de ritmo y color. Una obra notable con una solista de excepción como Catrin Finch, que saca del arpa matices y colores a su antojo y que además es muy bonita, elegante y simpática.

    ¿Qué más? Como bis nos regaló una pieza con aire de folclore galés, hecha con un notable despliegue de acordes y un fraseo realmente angelical.

    Para la segunda parte tuvimos la Sinfonía Nº5 op. 64 de Tchaikovsky (1840-1893). La Orquesta de Gales, bajo la conducción de Grant Llewellyn, terminó confirmando que es un conjunto muy profesional, donde todo está en su lugar, aunque para llegar a un sitial de mayor brillo y conmoción expresiva todavía le falta algún escalón. Lo más destacable de Tchaikovsky fue el segundo movimiento, que Llewellyn fraseó sin decaer nunca la tensión, como si todo ese fragmento hubiera estado unido por una única ligadura de expresión.

    Ante los aplausos del público, los galeses fueron generosos. El primer bis fue el tema de Misión imposible, de Lalo Schifrin; el segundo Libertango, de Astor Piazzolla, con el ángel del arpa nuevamente en escena; el tercero Por una cabeza, de Gardel y Le Pera, y el último una suerte de danza tropical con buen ambiente de jolgorio de músicos y público. Para haber estado recién llegados a Montevideo, fue una prueba de resistencia y buena onda de los visitantes.