En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Así como la primera temporada de The Rain, la primera serie danesa producida para Netflix, era casi un calco de las series posapocalípticas convencionales, toda su segunda temporada es un esfuerzo por compensar esa falta de personalidad. Vamos primero a la premisa del programa: un virus letal que se propaga a través de la lluvia y que mata al simple contacto con la piel. Tras seis años de literales tormentas de virus, los países escandinavos son un inmenso cementerio en el que a duras penas sobreviven aquellos que vienen logrando escapar a esa lluvia mortal. En paralelo, se nos informa que una empresa de biotecnología, Apollon, está detrás del virus, su propagación y de los malogrados intentos por controlarlo. Todo eso lo sabemos porque dos hermanos, Simone y Rasmus (Alba August y Lucas Lynggaard Tønnesen, respectivamente), han permanecido aislados en uno de los muchos búnkers que esa empresa construyó antes de que comenzara la tragedia. Es decir, Apollon sabía y, se podría especular, quería que la catástrofe ocurriera.
, regenerado3
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Pero hasta ahí van las pistas. El resto de la información será proporcionada con cuentagotas por los guionistas de The Rain, quienes se concentran sobre todo en las correrías de Simone, Rasmus y un grupo de sobrevivientes al que, con algunas reticencias, los hermanos se unen. Como ellos, son todos jóvenes, tirando a guapos. A diferencia de ellos, son todos un poco salvajes. En su primera temporada, la serie enfatiza justo esa distancia que se ha creado entre quienes se vieron obligados a sobrevivir a la intemperie y esos hermanos que, gracias a que su padre es un destacado miembro de la malévola empresa, sobrellevaron el cataclismo en un cómodo aunque claustrofóbico búnker.
El principal problema de esa primera temporada (fui avanzando en cada capítulo bajo protesta) fue que las acciones de ese juvenil grupo eran demasiado predecibles. Todos y cada uno de ellos cometen en algún momento el clásico error del adolescente de película de terror, y más de uno termina muerto por eso. Semejantes errores, que podrían haber tenido sentido durante, digamos, los primeros tiempos de las lluvias, son inexplicables en un grupo que se ha curtido durante seis años de hecatombe y ha logrado sobrevivirla. En resumen, que a la vez que refiere a un montón de series y películas posapocalípticas, en su primera temporada The Rain también repite muchos de sus clisés y errores. Sin embargo, en la segunda, las cosas cambian para bien.
Por un lado, la lluvia ya no mata a nadie. De hecho, el título de la serie queda por completo descolgado, ya que el virus ahora se propaga a través de los árboles y las plantas. Y, sobre todo, porque en la segunda temporada el centro del asunto es, casi por completo, Rasmus. El rubiecito que creció en un búnker es poseedor de la clave que puede resolver el entuerto. Su padre, científico de Apollon, experimentó con él, y la serie va revelando los resultados de esa investigación a lo largo de sus seis nuevos capítulos.
Por otro lado, aparece en el guion un cierto interés por profundizar en las interacciones entre los personajes, un tratamiento que en la primera temporada había sido bastante maniqueo. Confieso que comencé a ver la serie hace un año, más que nada por la promesa de tensión y horrores que traía su tráiler, pero siempre eché en falta un desarrollo más creíble de los personajes, uno que fuera más allá del tópico emocional adolescente. En la segunda temporada esa densidad de los personajes aparece y sus acciones siempre ocurren por algún motivo inteligible, aun cuando no sea “normal”. Tampoco es que se pueda esperar mucha “normalidad” en un grupo de sobrevivientes en el fin del mundo que, de yapa, se ve perseguido por una empresa siniestra y a medida que pasan los capítulos se comporta cada vez más como un grupo paramilitar. O mejor dicho, como un grupo paramilitar que aterroriza a quienes han logrado sobrevivir y al mismo tiempo asegura ser la solución a todos sus problemas. El totalitarismo encarnado, digamos.
Es verdad, algo de aquel viejo vaivén no demasiado bien resuelto que hacía correr a los protagonistas en medio de bosques oscuros y enfermos sin demasiado sentido, sigue presente en la segunda temporada. Y es verdad que aunque se explican algunas de las cosas que no estaban claras, también se agregan unas cuantas más que contribuyen a mantener las sombras del argumento. Pero eso no es malo, siempre es mejor tener a los muchachos interactuando como quienes son (jóvenes que apenas atinan a comprender lo que pasa a su alrededor y que casi siempre se limitan a reaccionar), que verlos en actitudes absurdas que iban del heroísmo épico a la torpeza infantil.
En la segunda temporada, los vínculos y las acciones que se derivan de esos vínculos tienen más sentido. Y, aunque estar al aire libre ya no puede matar a nadie, afuera también está Apollon, con sus planes para todos. Por eso, la acción transcurre casi todo el tiempo en una serie de laboratorios semiabandonados, que parecen haber sido construidos con toda la intención de lograr contener el virus y que no pertenecen a Apollon.
Por supuesto, también hay espacio para el heroísmo en esta temporada, pero es uno más carnal, que se deriva de saber que los otros dependen de nuestras acciones. En ese sentido, y pese a ser una serie muy oscura, con unos malvados megalómanos literalmente de película, en The Rain aparecen destellos de luz y humanidad que aportan cierta densidad emotiva a las acciones. Cada muerte en esta temporada es bastante más dolorosa que en la primera.
El elenco juvenil es solvente, con especial destaque para la Simone de Alba August y el Martin de Mikkel Følsgaard. Ambos componen la pareja que lidera al grupo, y pese a todos los tropezones que sufre ese liderazgo, arman dos personajes que muestran las dosis adecuadas de intensidad y duda que la serie necesita para tener credibilidad. Dentro del limitado elenco adulto (cuando los adultos aparecen es para hacerse odiar), se destaca el villano Sten, interpretado por Johannes Bah Kuhnke: es tan frío, cínico y decidido que apenas abre la boca ya dan ganas de patearlo.
Dentro del más bien pobre panorama de series de ciencia ficción que ofrece actualmente Netflix (nunca apareció la tercera temporada de The Expanse y ya no están las dos primeras), The Rain es un eficiente entretenimiento. Se le puede echar en cara cierta tendencia a dar muchas vueltas y decir poco, pero incluso en esos momentos, la tensión es lograda y uno termina por encariñarse con esos jóvenes supervivientes. En su segunda temporada, logra escapar de algunos de los tópicos que amenazaron con hacerla naufragar en la primera y, de yapa, termina con un buen cliffhanger para la tercera, que acaba de ser anunciada por Netflix.