En el Palacio de los Tribunales, frente a la Suprema Corte de Justicia, funciona el Centro de Estudios Judiciales (CEJU), la escuela que prepara a los abogados que aspiran a convertirse en jueces. Son dos años de cursos, pensados en llevar a la práctica las enseñanzas de la Universidad. Los alumnos reciben hasta clases de actitud: el juez no puede pasarse de simpático ni de autoritario. Durante los últimos seis años la escuela estuvo dirigida por Nilza Salvo, ministra del Tribunal de Apelaciones en lo civil de primer turno, quien este mes llegó al término de su mandato. Mientras la Suprema Corte analiza a quién dejar en su lugar, Salvo repasa cuáles fueron sus logros, y qué asuntos le quedaron pendientes.
Otro tema que le preocupa es el bajo nivel con el que egresan los estudiantes de la Universidad, que ha llevado a que en los últimos años solo uno de cada cuatro aspirantes pase la prueba de admisión al CEJU. Aunque el año pasado se empezaron a dar charlas informativas previo a la prueba para facilitar la evaluación, ahora ingresan más pero son más los que reprueban los cursos. “La carencia la arrastran desde Secundaria”, sostiene Salvo. “Hay carencias de lenguaje, no saben expresarse, leen mal. Si la persona solo sabe decir yes or no, en cuatro semanas no le puedo enseñar inglés”.
Lo que sigue es un resumen de la entrevista que mantuvo con Búsqueda.
—Dejará la dirección del CEJU luego de seis años. ¿En qué cosas cambió la escuela?
—El CEJU quedó distinto a como era cuando empecé, no sé si peor o mejor, no soy la que puedo evaluar. En algunos casos cambió por necesidades propias de las modificaciones legislativas, como el nuevo Código del Proceso Penal, que determinó que aumentáramos el número de cursos de Formación Inicial. También cambió la Formación Continua, dedicada a los jueces en actividad. Se construyó un sistema de formación obligatoria, que es parcial, porque son solo 20 horas anuales, pero implica que todo juez, excepto los ministros de Apelaciones —cosa con la que yo no estaba de acuerdo, pero fue la decisión de la Corte—, obligatoriamente debe formarse. Eso implicó otra innovación que es el menú de cursos para la formación obligatoria. Ahora los ministros de Apelaciones de todas las materias tienen la obligación de informar al CEJU cuál es la temática que piensan que debe mejorarse en la formación de los jueces. También contribuye la Comisión Directiva, la Asociación de Magistrados, el Colegio de Abogados, y la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Con esos insumos elaboramos una propuesta de cursos, que luego aprueba o modifica la Corte. Otra cosa que se hizo es que se llamó a concurso para los cargos de docentes. La idea fue propuesta por el CEJU y la Corte lo dispuso. Además, se volvió a implementar la formación de los defensores públicos. Cuando yo ingresé no se hacía, los defensores no venían a la escuela judicial.
—¿Qué proyectos le quedaron pendientes?
—Me hubiera gustado que en el ámbito de la Formación Continua la evaluación fuera obligatoria. Porque los resultados sobre la eficacia o ineficacia de una formación se pueden medir con una evaluación. Como se decidió que la evaluación fuera opcional, hay algunos jueces que deciden evaluarse y otros no. Esto lo dije y lo voté así en la Comisión Directiva, porque siempre fui contraria a que la evaluación fuera opcional. Otra cosa que me quedó pendiente, que estamos tratando de implementar, es la medición del impacto de la formación. Lo estábamos intentando implementar con la asistencia de una experta de Costa Rica: cómo medir el impacto de la formación, por ejemplo, en las sentencias. Es la forma de saber si es útil o no lo que estamos haciendo.
—¿Y evaluar el impacto de la formación en los jueces en actividad?
—Sí, a mi me interesaría más poder hacerlo con los jueces en actividad. ¿Por qué razón? Porque mi postulado acerca de la necesidad de la formación obligatoria de los jueces es que no solo es buena cuando uno quiere progresar y adquirir más conocimientos, sino que hay otro protagonista que debo tener presente: el justiciable. Y el justiciable no se merece que su caso sea tratado por un juez que no esté debidamente formado. Entonces, como no todos los jueces están dispuestos a recibir los cursos que da esta escuela, hubo que hacerla obligatoria, aunque sea 20 horas. Desde que ingresé como directora era una de las ideas fijas que tenía.
—Tanto usted como miembros de la Corte han expresado preocupación por el bajo número de aspirantes que pasan la prueba para ingresar al CEJU. El año pasado comenzaron a dar charlas informativas previo a la prueba para facilitar la evaluación. ¿Dio resultados? ¿Cuál es la situación actual?
—Se sigue dando la charla previa, y cambió la integración de los tribunales que ponen la prueba de conocimiento. Pero si bien esta vez ingresaron algunos más, el tema es que ahora hay más gente que está reprobando los módulos. Mi impresión es que la situación es la misma. La situación de cómo sale la gente formada de las facultades no varió.
—Esas carencias con las que egresan los estudiantes de Derecho, ¿cree que son causa de la formación universitaria o se arrastran de antes?
—La carencia la arrastran de Secundaria. Yo doy clase de Obligaciones en la Universidad Católica, que es en el segundo año. Y, con honrosas excepciones, hay carencias de lenguaje, no saben expresarse, leen mal. Si la persona solo sabe decir yes or no, en cuatro semanas no le puedo enseñar inglés. El CEJU no está para reiterar la enseñanza de grado, está para formar a los abogados, que se presume que saben Derecho porque egresaron de la Facultad, a actuar como jueces. Entonces, la idea del CEJU siempre es la formación práctica, la aplicación del derecho a la realidad. Si no tenés base ninguna, no podemos enseñar Derecho Procesal civil en dos meses. Ese es el problema.
—¿Entonces los jueces están cada vez menos preparados?
—También hay una cosa, y es que si uno quiere, el tema del bajo nivel académico se puede arreglar. No necesariamente porque quienes ingresen acá vengan con carencias de formación implica que los jueces uruguayos no vayan a tener formación. El CEJU, en la Formación Inicial, lo que intenta es darles las herramientas básicas para que se puedan desempeñar. Pero después depende de ti. En los primeros cargos, cuando uno ingresa a la judicatura, lo que te sobra es tiempo para estudiar. El bajo nivel de algunos jueces solo puede ser imputable a sí mismos.
—¿Cómo evalúa el desempeño de los egresados del CEJU?
—La verdad es que en general me siento orgullosa, porque coincida o no con la solución que le dan al caso, lo que observo en lo que se conoce como los ‘jueces CEJU’ es una disciplina en cómo se lleva el proceso, en una forma de redacción de la sentencia comprensible, argumentada, fundada... siempre hay excepciones, pero yo abro una sentencia y me doy cuenta cuando es un ‘juez CEJU’.
—¿Cómo evalúa el nivel de las sentencias que le llegan al Tribunal?
—¿Sabe cuál es el problema para contestar esa pregunta? Que muchas veces la calidad de los fallos también depende de la calidad del planteamiento. Es mucho más fácil hacer una buena sentencia cuando hay una buena demanda y una buena contestación. Lo que sí veo que ha aumentado desde que estoy en el Tribunal, hace más de 15 años, son los problemas vinculados al Derecho Procesal. Aunque insistimos e insistimos, no está de más volver a dar cursos de todo. Porque lo fundamental para llegar a una decisión por lo menos adecuada, es llevar bien el proceso. Podré saber todo el Derecho de fondo que quiera, pero si no sabés Derecho Procesal, tu juicio va a ser un desastre, de pérdida de tiempo, confusiones y problemas que no debieran existir. Lo que estoy observando también son demoras injustificadas en el proceso, pero es más bien excepcional.
—Respecto a la demora de los procesos, un reciente estudio del Centro de Estudios Judiciales de las Américas demostró que aunque en los últimos años disminuyó el trabajo de los jueces civiles, no mejoró la rapidez de los juicios, que tardan un promedio de 20 meses. ¿Qué opina?
—No lo logro entender. Hace tiempo, cuando todavía Selva Klett estaba en la dirección del CEJU, tuvimos una reunión con todos los jueces civiles para hablar del tema. Porque en la época en que Klett, (Luis María) Simón y yo éramos jueces de primera instancia, nuestro promedio era nueve meses. Y el número de procesos era el mismo o más. Ahora está en 21 meses y en esa época llegó a estar en 24 meses. Nos decían: ‘No sabés la complejidad de nuestros juicios’. ¿Pero cómo no voy a saber la complejidad si yo soy segunda instancia? Es exactamente lo mismo que yo tenía cuando estaba en primera instancia. Los problemas que te pueden demorar y que no dependen de ti siguen siendo los mismos: la contestación de informes que pedís a los organismos públicos, y cuando tenés que hacer pericias. Pero de regla no sé cuál es la explicación para que sean 21 meses. Realmente no sé.
—Hay quienes critican la carrera judicial porque los jueces empiezan por el interior y a medida que ascienden se acercan a Montevideo, lo que resulta en una especie de Justicia clase A para la capital y clase B para el resto. ¿Está de acuerdo?
—Para mí eso es mentira. Porque el que es buen juez, es buen juez siempre. No es que porque sea inexperto vaya a ser un mal juez. Me parece que la carrera judicial, como está diseñada, es correcta. Porque vas de a poco creciendo en el trabajo y en la complejidad. Y eso te permite que, después que das la vuelta por el interior, llegás a juzgados de mayor volumen y complejidad y tenés el bagaje de experiencia para poder manejarte bien. La mitad de la población de Uruguay vive en Montevideo, así que los problemas más complicados, con excepción de departamentos como Maldonado, se dan acá. En el interior tenés más tiempo para estudiar, para pensar, para informarte. Y además me parece que es buena la ida por el interior, sobre todo para aquellos que son de Montevideo, porque tenés una visión global del país y ves las distintas realidades. No creo que el interior tenga que pagar o sufrir por los jueces nuevos. Siempre lo he dicho: los años te dan oficio, pero no te dan sabiduría. Puedo estar 30 años en un cargo y seguir siendo la misma ignorante que cuando entré. Y la persona que es buen juez, es buen juez desde chiquito.