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    Aviso a los navegantes

    N° 1843 - 26 de Noviembre al 02 de Diciembre de 2015

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    La mitad de los docentes que la semana pasada elegían a sus representantes en el Codicen votaron en blanco o anularon su sufragio. No es un hecho para pasar por alto.

    Esta impresionante expresión de rechazo, en todo caso de prescindencia y desinterés, deviene luego de años de reclamos y movilización de los gremios docentes en pro de “cogobierno” y “autonomía”. Ocurre en un año particularmente conflictivo, caracterizado por la seguidilla de paros dispuestos por los sindicatos para presionar al gobierno a destinar a la ANEP y a la Udelar una dotación presupuestal del 6% del PBI. Todo lo cual tiene, como telón de fondo, la crisis del sistema educativo, los altos índices de deserción escolar y de repetición, la baja calidad de la enseñanza y, nada menor, la preocupación de la ciudadanía por ello.

    La convocatoria electoral responde a lo dispuesto por la ley de Educación sancionada en 2008 durante la primera administración frenteamplista.

    Desde la dirección sindical se pretende explicar el altísimo porcentaje (49,88%) que tuvo en la elección del Codicen la suma de los votos en blanco y anulados como expresión del descreimiento de los ciudadanos en la política en general y, en el ámbito docente, en la gestión del Codicen.

    En la elección para los otros tres consejos, la suma de votos en blanco y anulados resultó algo inferior, pero igualmente significativa. En Primaria 40%, en Secundaria 47% y en Educación Técnico-Profesional 34%.

    Es cierto que los sindicatos se manifestaron en contra de la referida ley surgida tras el Congreso de la Educación convocado por Tabaré Vázquez. Su oposición radicaba en que la ley no contempla sus demandas de “autonomía” y “cogobierno”, porque establecía una representación minoritaria docente —léase gremial— en los órganos directrices del sistema. La ley asignó dos cargos en cinco en el Consejo Directivo Central y uno en tres en los consejos de Primaria, Secundaria y en la ex UTU.

    Es posible que haya quienes sufragaron en blanco o anularon su voto siguiendo dicho razonamiento. Pero resulta evidente que se trata de una actitud radical en extremo porque al dar la espalda a la lista surgida en ámbitos gremiales se favorecía a las candidaturas competitivas ajenas a los sindicatos. Hay por tanto buenas razones para pensar que el fundamento de la inmensa mayoría de los 16.653 educadores que negaron su voto a alguna de las tres candidaturas es muy otro. Sugiere prescindencia, desinterés, rechazo.

    Esta mitad de docentes que anuló el voto o lo hizo en blanco no encontró motivo para involucrarse en la competencia.

    Con su voto sugirió que tanto le daba la elección, la integración del Codicen y si se quiere hasta la propia problemática de la educación.

    Si esa fuese su actitud, el mensaje que surge de las urnas es decepcionante respecto al aporte y compromiso que puede esperarse de muchos de estos docentes en la superación de los actuales problemas, respecto al interés y entusiasmo que requerirá una fuerte motivación.

    Ciertamente, la realidad de la vida gremial es, desde hace décadas, desestimulante para la inmensa mayoría de los docentes.

    Pequeñas minorías aprovechan y abusan de estatutos pensados para otra época que permiten que grupos militantes minoritarios, que repiten consignas y se valen de tácticas y estrategias de dominación política, se atrincheren y se hagan fuertes en asambleas que se prolongan hasta avanzada la noche tras cumplir la jornada de trabajo. Minorías que asumen actitudes prepotentes, descalificantes, contra quienes se oponen o simplemente piensan diferente. Se genera así un clima que desalienta la participación. Se corre a la gente y se deja la organización sindical en manos de unos pocos. Sobre todo al rechazarse la posibilidad de eventuales consultas plebiscitarias. Se habla de democracia sindical, pero se niegan procedimientos democráticos inclusivos, más participativos.

    Para la inmensa mayoría de los docentes la participación en la vida sindical supone un gran sacrificio, que debe hacerse restándole tiempo a la vida familiar, al descanso o al esparcimiento. Conclusión: muchos lo consideran pérdida de tiempo. Por ello, minorías militantes continúan imponiendo su voluntad.

    No se desconoce ni se niega la importancia del sindicato como instrumento de defensa de los intereses del colectivo. No deja de reconocerse las conquistas logradas a través de las acciones y gestiones gremiales. Quizás por ello se ha aceptado, o al menos tolerado pacientemente, la politización y los radicalismos de los militantes que llevan las riendas del gremio. Y cuyas decisiones se acatan, o no se enfrentan aun no compartiéndolas e incluso cuando generan rechazo.

    En esa actitud prescindente que, conscientemente o no, asumen muchos docentes, hay un cierto reconocimiento al sacrificio de quienes conducen al gremio y, a la vez, un cierto sentimiento de culpa por no participar en la vida y la toma de decisiones del colectivo. Pero también porque la prescindencia, el no enfrentamiento, evita situaciones conflictivas, reproches y violencias innecesarias en su lugar de trabajo.

    Pero pese a las mejoras que fueron otorgadas al colectivo durante una década de finanzas públicas prósperas manejadas con “generosidad” por el gobierno, la radicalización e impaciencia exhibida por la dirigencia gremial contra administraciones frenteamplistas ahora, y con las que le precedieron antes, ha llevado a muchos docentes a tomar distancia y a desentenderse de las decisiones sindicales.

    Tiempo atrás se informó de desafiliaciones a los gremios. El año pasado, ante “exigencias desmedidas” y un calendario de movilizaciones que coincidía con la campaña electoral, desde el oficialismo se hizo un llamado a los docentes frentistas a participar de una asamblea para frenar la escalada de paros. La respuesta no fue muy numerosa pero alcanzó para frenar el despropósito sindical.

    En la vida democrática, toda decisión importante, tarde o temprano, pasa por el juicio de la opinión pública. Un concepto que aplica también en la vida sindical.

    La magnitud del voto en blanco y anulado es una señal elocuente a la que los sindicalistas deberían prestarle atención.

    Pero, además, la elección supuso para los sindicatos una doble derrota. No solo porque esta expresión de disidencia superó en más de 5.000 votos a la candidatura gremial —que apenas recibió la adhesión de un tercio de quienes sufragaron—, sino porque una de las candidaturas ajenas a los sindicatos conquistó —en realidad le arrebató— una de las dos posiciones del Codicen en disputa. Ello privará a los sindicatos del poder de veto sobre ciertas decisiones importantes que requieren de mayoría especial.

    El colectivo docente acaba de pasarle un mensaje a su dirigencia sindical. Pero no solo a ellos. También al gobierno.