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    Bien uruguayo

    Director Periodístico de Búsqueda

    Nº 2236 - 3 al 9 de Agosto de 2023

    A medida que madura la campaña electoral, empiezan a surgir algunos nombres clave. No necesariamente de los precandidatos, porque esos ya se saben desde antes. Al menos los más importantes, los que teniendo en cuenta las encuestas tienen posibilidades reales de ser el futuro presidente o la futura presidenta. Lo que se va conociendo son las personas que los rodean, como si fueran las ramas verdes que hacen más o menos frondoso al árbol principal.

    Dentro de ese panorama, hasta por encima de jefes de campaña y principales asesores, el cargo fundamental es el del eventual futuro ministro de Economía de cada uno de los postulantes. Con ese nombre el candidato está diciendo mucho de lo que tiene planificado y muestra una parte importante de su estrategia.

    El periodista Ismael Grau escribió en la contratapa de Búsqueda una nota muy reveladora al respecto, que funciona como una especie de radiografía del sistema político uruguayo, dejando en evidencia el esqueleto que lo hace sólido y que también lo limita en cuanto a movimientos radicales. Grau realizó, junto con parte de la redacción del semanario, un sondeo entre los principales postulantes presidenciales y sus círculos más cercanos para saber quiénes se perfilan como eventuales futuros ministros de Economía o serán partícipes de la gestión económica desde otros cargos de gobierno. Y surgieron unos cuantos nombres, algunos más y otros menos conocidos. Pero lo más significativo es que no hay sorpresas, todos se mueven en un mismo andarivel: el del centro, por más ancho que sea.

    Tiene mucha lógica porque así es Uruguay y por eso así se ganan o se pierden las elecciones. La nota comienza con la anécdota de cuando Tabaré Vázquez anunció en 2004 que Danilo Astori sería su ministro de Economía y cómo eso le dio el empujón final para que se transformara en el primer presidente de Uruguay electo por el Frente Amplio. Un gran relato como para reafirmar todo lo anterior, porque hay pocas personas más uruguayas que Astori. Con sus virtudes y con sus defectos, con sus fortalezas más sobresalientes y sus debilidades más amortiguadoras, Astori funciona como una especie de ADN de la idiosincrasia uruguaya. Es la tranquilidad y el camino del medio, sin sobresaltos, ese que casi todos los postulantes presidenciales ofrecen al hablar de sus futuros equipos económicos.

    Astori es una persona reconocida en el exterior. Es visto como alguien serio, sólido, con un gran sustento académico y con ideas mesuradas y fáciles de entender y de aplicar. No le tienen miedo. Lo respetan, lo escuchan y hasta lo llegan a poner como ejemplo positivo ante alguna situación complicada. Bien uruguayo o al menos de cómo consideramos los uruguayos que nos valoran afuera de fronteras.

    Además es una persona formada, con una carrera académica destacada y hecha en muy poco tiempo. Fue el alumno y el profesor que sobresalía del resto, el ejemplo de su generación y elegido muy joven decano de su facultad, la de Ciencias Económicas. Su inteligencia lo despegó del pelotón y lo dejó bajo los focos y eso también se parece mucho a algo de lo que se jacta Uruguay en la región.

    Astori es también muy uruguayo en su moderación, en su geografía ideológica levemente ondulada, en su corrimiento con los años al sentido común y al dos más dos son cuatro en temas económicos. No hay locuras extremas en su accionar, no hay sustos que puedan provocar fuga de capitales o terremotos en el mercado. Su definición ideológica es de izquierda pero colaboró con uno de sus antecesores, el colorado Alejandro Atchugarry, y también contó dentro de su equipo ministerial con la que luego fue su sucesora, Azucena Arbeleche.

    Eso de unirse en momentos complicados, de buscar una sinergia cuando se hace imprescindible, también es muy uruguayo y Astori lo tiene. Trasciende al Ministerio de Economía pero es muy útil tenerlo para desempeñarse en ese cargo. No se pueden manejar las finanzas de todo un país sin tener la capacidad de buscar el camino intermedio.

    Pero no solo en sus virtudes Astori es bien uruguayo. También en algunos de sus defectos. Porque si hay un dirigente político que tiene la capacidad y que ha hecho los méritos suficientes como para llegar a presidente de la República por el Frente Amplio ese es Danilo Astori. Sin embargo, no pudo lograrlo. Le tocó ocupar un rol central en los 15 años de administración frenteamplista pero no el sillón principal de la Torre Ejecutiva. Puede haber sido por un tema de circunstancias, de falta del apoyo necesario a nivel de dirigencia y popular, por haber pagado el costo de ser durante tanto tiempo ministro de Economía o por otros motivos. Pero no ocurrió.

    Con Uruguay tampoco termina de ocurrir el tantas veces anunciado despegue hacia el mundo desarrollado. Méritos como país también parece tener y suele contar con varios índices y desempeño superiores a la mayoría de sus vecinos e incluso a algunos países que ya se ubican en las grandes ligas. Sin embargo, no logra llegar, todo queda en halagos desde afuera pero que no sirven para concretar el paso definitivo.

    Dicen, por otra parte, que a Astori no le gustan las críticas. Los que han trabajo cerca de él, tanto en el Parlamento como en el Poder Ejecutivo, cuentan que por su forma de ser es alguien que suele evadir los cuestionamientos y que a veces resulta difícil plantear diferencias con sus puntos de vista. Ocurre con muchos políticos y más de ese nivel. Pero también es una característica típica de muchos uruguayos, aquello de partir de la base de que la razón está de nuestro lado.

    Quizá como consecuencia de eso, gran parte de lo que Astori ha construido es alrededor de su persona y le cuesta mucho delegar, según sostienen los que lo conocen. Quizá por eso también no parece tener un heredero político claro, al menos de los que competirán por la candidatura presidencial del Frente Amplio. El exministro de Economía Mario Bergara es el que más se acerca a ese lugar, aunque tampoco tanto.

    Pero herederos de su impronta, especialmente en el manejo de la macroeconomía, tiene en los distintos partidos, de la misma forma que él también fue heredero de otros. Al menos en décadas recientes, los uruguayos parecen no permitir improvisaciones en ese terreno y eso es una buena cosa, también mérito de Astori, entre otros.

    Por eso la historia lo reivindicará como alguien muy importante. Por lo que hizo, por lo que no hizo y por lo que es: un uruguayo con todas las letras. Tanto, que para poder ganar las elecciones sigue siendo necesario anunciar a un futuro ministro de Economía que no se aleje demasiado del espacio que él y muchos otros ocuparon u ocupan. Bienvenido sea.