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    Camaleónico, hiperactivo y nómade

    Complot Teatro celebra sus diez años con dos mitos actualizados

    La Antigua Grecia y Shakespeare inspiran. Sergio Blanco y Mariana Percovich escriben y dirigen. Gabriel Calderón y Gabriela Pérez actúan. El público podrá contemplar la fusión de todos esos nombres en La ira de Narciso y Mucho de Ofelia, el díptico con que Complot Teatro celebra sus diez años de existencia, desde mañana viernes 7 en la sala Balzo del Sodre. Pero antes, viene bien un poco de historia reciente.

    En la primavera de 2004, los veinteañeros Gabriel Calderón y Ramiro Perdomo estrenaron Mi muñequita (la farsa), una mezcla de melodrama, comedia policial y tragedia doméstica escrita por Calderón a los 17 años y protagonizada por una familia ya no disfuncional sino psicótica. Como en una secuencia evolutiva de Los muertos y Doña Ramona, este relato violento y trepidante tomó con la guardia baja a la escena local y se volvió un punto de inflexión. A puro desparpajo y grotesco, Calderón entró en órbita, acercó el circuito teatral al público de la Movida Joven y llenó durante un lustro la Sala 2 del Circular, a la medianoche. Este clásico uruguayo del nuevo siglo, que giró por una decena de países y ha sido versionado en Brasil, Chile y Uruguay, aportó material genético al ADN de Complot.

    En 2005, el Circular confió su elenco a Calderón, quien convocó al coreógrafo e intérprete Martín Inthamoussú —su amigo que producía el festival de danza Montevideo Sitiada, y desde entonces principal socio artístico— para dirigir una pieza coral con un final doble, donde los personajes primero morían y luego se salvaban de esa misma muerte. Morir (o no), del catalán Sergi Belbel, ganó el Florencio al Espectáculo y a la Dirección. Luego del estreno, la dupla decidió que había que poner un nombre a esa sociedad que tan bien había comenzado. Así surgió la Compañía Complot de Artes Escénicas, un colectivo de directores sin sala ni elenco, con el común denominador de pensar la escena para que los puntos de vista disímiles convivan y colisionen.

    En 2007 se sumaron Mariana Percovich y Ramiro Perdomo, y en 2008 Sergio Blanco, mientras Sofía Etcheverry tenía un paso fugaz. Con el ingreso del productor Adrian Minutti en 2009, Complot multiplicó su presencia en la región, el Caribe y España, y se volvió el grupo teatral uruguayo con mayor proyección internacional.

    Este colectivo que muda constantemente atuendos, intérpretes y espacios, ha producido una treintena de espectáculos con nítidos rasgos de identidad. El principal es la obsesión por recrear autores y reescribir textos clásicos con códigos contemporáneos, para resignificar los mitos. “Poner en diálogo los grandes títulos con la sensibilidad del espectador de hoy”, ha sido el leitmotivCascanueces, de Martín Inthamoussú, estrenado en 2008, Kassandra, de Sergio Blanco (2010), Clitemnestra, de Mariana Percovich (2012), y Algo de Ricardo, de Gabriel Calderón (2014), son buenos ejemplos. La historia conocida, narrada desde un nuevo punto de vista: el ballet clásico, el mito griego de Casandra, Agamenón, la tragedia de Esquilo o Ricardo III, de Shakespeare. Como Percovich en Yocasta, la consigna es darle voz a quien no la tenía.

    La experimentación con nuevos lenguajes y recursos es otro atributo de Complot. Por lo general con éxito, como en Los restos de Ana (2006), donde Calderón e Inthamoussú contaban una historia de amor fusionando danza y teatro, con la protagonista (Gimena Fajardo) en video. O en Las nenas de Pepe (2007), versión de La casa de Bernarda Alba, de Lorca, que inauguró la Vieja Farmacia Solís, donde en vez de guardar luto, las mujeres eran forzadas a prostituirse. O en Obscena (2008), con tres historias actuadas en simultáneo en el mismo espacio.

    Pero en ciertas ocasiones el espectador resultó atomizado, como en Antes/Después, del alemán Roland Shimmelpfennig (2007), donde más de 40 actores del elenco de La Gaviota saturaban el escenario y anulaban cualquier emoción. Al contrario, en la ambiciosa Tebas Land(2013), Sergio Blanco dio vuelta el mito de Edipo para hablar del parricidio y el vampirismo en el arte, al estilo A sangre fría, con múltiples cámaras y pantallas en escena. Si bien Complot nunca tuvo elenco estable oficial, Gustavo Saffores, quien aquí encarnó a S, es el actor con más presencias y figura clave en este periplo.

    El camino de Mariana Percovich en Complot la llevó por ámbitos alternativos. Una lluvia irlandesa (2007), de Josep Pere Peyró, mostraba una pareja en mesas de bar, desde la conquista hasta la separación, que se montó en varios boliches de la ciudad. Chaika (2009) trajo La Gaviota, de Chéjov, a un teatro abandonado del Centro, con aires y nieblas rioplatenses. Pentesilea (2011) llevó la obra de Von Kleist a un gimnasio deportivo donde la tribuna, dividida en hombres y mujeres, alentaba a los actores/deportistas en la cancha. Al igual que en Clitemnestra(2012), en la que Marisa Bentancur e Iván Solarich recibían al público dividido por sexos en Paullier y Guaná. Proyecto Felisberto(2013), quizá el punto más brillante en la historia de Complot, transformó una casona de Palermo en el alucinado y alucinante universo narrativo de Hernández. Pura belleza.

    Otro mojón de la obra de Complot es la Pentalogía fantástica de Calderón —restan dos títulos— que propone una vuelta de tuerca a lo sobrenatural, en cruce con la religión, la política y la historia reciente. Se inició con Uz, el pueblo (2006), donde por supuesto mandato divino, una madre se convertía en homicida; Or, tal vez la vida sea ridícula (2010) incluyó la vida extraterrestre y Ex, que revienten los actores (2012) se metió en la máquina del tiempo para resolver entuertos familiares originados en la violencia política de los años 70.

    Entre la decena de piezas de Inthamoussú (antes de abrirse de Complot para fundar su propia compañía, en 2014), Autopsia(2010) y Virtuosos (2011) brillaron como obras corales donde varios coreógrafos trabajaron el cuerpo en la escena y la vigencia (o no) de los siete pecados capitales.

    Narciso y Ofelia.

    Interpretada por Gabriel Calderón, La ira de Narciso es, según su autor, Sergio Blanco, un “monólogo de autoficción en primera persona”. A partir de su estadía en Liubliana, capital de Eslovenia, donde fue invitado a dar una conferencia sobre el mito de Narciso, la obra narra los preparativos del conferencista en la lujosa habitación de un hotel, donde tiempo atrás ha ocurrido un crimen extremadamente violento, así como la peripecia de la noche anterior en las calles de la ciudad, cuando el académico ha conocido a un joven esloveno.

    Mucho de Ofelia, escrita y dirigida por Mariana Percovich, con Gabriela Pérez en escena, da voz al personaje femenino de Hamlet “que es clave para la trama pero silenciado por el autor inglés o encerrado en la ‘locura’ y en el lirismo”, según Percovich, quien al asumir como directora de Cultura de la IM renunció a Complot y abandonó la actividad artística. A través de textos suyos y de Virginia Woolf, Katherine Mansfield, Sylvia Plath y la argentina Romina Paula, la pieza reflexiona sobre los feminicidios, su difusión explícita y “la fascinación que el cuerpo muerto de una mujer joven ha generado en la iconografía occidental, la publicidad y los medios”.

    Las dos obras alternarán en la Sala Balzo del Auditorio del Sodre, un día cada una. El viernes 7 comenzará Narciso y el sábado 8 Ofelia, ambas a las 21 horas. Desde el lunes 9 al miércoles 26 se harán dos funciones diarias de cada pieza, a las 20 y 22. Entradas (sin numerar) a $ 300 y abonos para ambas a $ 450, en Tickantel.