Sr. Director:
, regenerado3Sr. Director:
, regenerado3Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTodavía estás en deuda, tupa. “...Pero asimismo, uruguayas y uruguayos, de la misma manera, porque madres son todas madres, quienes han sido madres y quienes han deseado ser madres, padres son todos padres y quienes han querido ser padres o han sido padres, hermanos son todos hermanos, uruguayos somos todos uruguayos, y a todos nos duele cuando perdemos seres queridos, el gobierno promoverá rápidamente, sin distinción de clase alguna, la reparación de todas las víctimas de los hechos acaecidos en aquellos terribles años que tanto hirieron y dividieron a la sociedad uruguaya, de todos, de todos, uruguayas y uruguayos.Es imperioso saldar cuanto antes y de la mejor manera esta rémora del pasado, y claro que lo podemos hacer, entre todos lo podemos hacer, porque el Uruguay somos todos, porque todos juntos vamos a poder, porque todos queremos vivir en paz, todos queremos vivir en justicia, porque tenemos que encarar el futuro que las uruguayas y los uruguayos reclaman y merecen, y entre todos seguro que lo vamos a poder hacer, para que la paz real, la concordia, todos los uruguayos juntos iremos hacia ese futuro, para que nuestros hijos, para que nuestros nietos tengan mejores tiempos que los que nos han tocado vivir a nosotros, para que nuestros antepasados, desde vaya a saber dónde se enorgullezcan de lo que hicimos en este presente histórico...”. (Extracto del discurso dado por el Dr. Tabaré Vázquez al asumir la Presidencia de la República el 01/03/2005).
Escribo esta nota reconociendo de antemano que ya no deberíamos estar hablando de estos temas, pero a veces se hace difícil soportar la presión de lo que uno tiene guardado y entonces no queda más remedio que dejarlo salir. Si a alguien molesto o incomodo, espero sepan disculpar.
Lo más probable es que a vos, tupa —si tu conciencia no te hizo ningún reclamo hasta ahora—, tampoco te vaya a interesar lo que te voy a decir. Sin embargo, voy a intentarlo. Perdoná el tuteo; no lo hago por falta de respeto, lo uso porque somos viejos conocidos, nacimos juntos, en el 62. Tu nombre lo oficializaste recién en el 65, pero ya venías metiendo quilombo (1) desde aquel año, con el “Coordinador”, el asalto al “Tiro Suizo” y todos esos relajos. Lo sé bien porque en el mismo instante que matabas a mi viejo me inoculabas la necesidad de tratar de comprenderte, y para eso tuve necesariamente que aprender lo más que pude tu historia. Aunque, para ser honesto, no aclaro lo de tu edad desinteresadamente; lo hago porque hay muchos incautos que se piensan que vos te levantaste en armas contra una dictadura y, perdoná, tupa, pero las cosas son como son y no como quisiéramos. Vos te levantaste en armas contra un gobierno democrático, incluso era colegiado (teníamos un presidente por año y los dos partidos más votados compartían el gobierno). Tal vez era un poco caótico y algún lío que otro siempre había, como ahora; pero democrático y republicano era, sin duda. Para la dictadura faltaban todavía once largos y —en parte gracias a vos— durísimos años. ¿Alguna vez te pusiste a pensar el papel que representaste en ese momento? ¿Pensaste alguna vez que capaz que lo único que hiciste fue servir de excusa para que la derecha de este país sacara los milicos a la calle y luego nos “embagallara” a todos con una dictadura de mierda (1), dentro de la cual tuvimos que crecer los que desgraciadamente nacimos contigo? ¿Alguna vez te imaginaste que posiblemente fuiste nada más que el cretino útil del mismo imperialismo que quisiste combatir? Supongo que por más que no lo admitas, te habrás cuestionado alguna de estas cosas, porque de bobo precisamente no te voy a acusar. Soberbio sí, pero bobo no. Tan soberbio que hasta te atreviste a instaurar la pena de muerte en un país donde no la había. Porque, aunque supusiéramos que tenías razón, y los que vos ejecutaste fueran en su mayoría unos crápulas, los condenaste a muerte, por vos y ante vos, siendo juez, jurado y verdugo. Eso sí, siempre en nombre de una causa noble. Pero por favor, tupa, dejate de joder (1). La Inquisición se excusaba de la misma forma. Seguí razonando un poquito más, tupa. Pensá en la posibilidad de que vos no hubieses existido. ¿Te imaginás? Tal vez —y sin tal vez— Uruguay sería hoy un país distinto; por lo pronto, con más gente viva. Zelmar tal vez no habría muerto asesinado en Buenos Aires, tampoco Gutiérrez Ruiz y los otros dos cuyos cadáveres aparecieron junto a los suyos. Capaz que Pascasio Báez estaría disfrutando con sus nietos en algún lugar. Roslik posiblemente hubiera seguido curando gente en San Javier. Los hijos de los desaparecidos habrían podido disfrutar de sus padres, y junto con ellos, también los hijos de tus víctimas; y, entre ellos, mi hermano y yo, como debió ser, pero lamentablemente no fue. Los cuatro soldados que vos mataste sin darles oportunidad, tal vez hoy serían oficiales orgullosos de haber servido a su patria en alguna misión de paz. ¿Es que no sentís ninguna responsabilidad por todo lo que pasó desde que apareciste? ¿Nunca te sentiste responsable de haber puesto a andar un mecanismo perverso que terminó con tanta gente pagando tan caro?
Perdoná, tupa, todo este palo. No es mi intención que sea el centro de esta carta. Pero en algún momento te lo tenía que desembuchar. En realidad estoy escribiendo esto para hacerte un solo reclamo: que asumas plena y responsablemente lo que fuiste y lo que hiciste —todo lo que hiciste. Sobre todo, ante nuestros hijos y nuestros nietos, que son el futuro, y no vivieron lo que nosotros. Y porque mal que me pese a mí, ayudaste a llenar —bien o mal— más de 50 años de nuestra historia. Y te guste a vos o no, me agrade a mí o no, podés servir de ejemplo para futuras generaciones; bueno, malo, pésimo o regular, pero podés servir de ejemplo. Y para que este ejemplo sea sano —y creeme cuando te digo que quiero que sea así—, entiendo que se tienen que dar dos cosas, que aún no se han dado.
La primera: que te arrepientas públicamente de lo que hiciste entre 1962 y 1973. Lo que implica reconocer públicamente que —en ese período— te equivocaste.
Te cuestionarás, ¿para qué esto? Bueno, vamos a pensar un poquito juntos. Vamos a razonar por el absurdo. Porque puede ser que, aunque no hagas lo que te estoy pidiendo, igual muchos lleguen a sentir respeto y hasta admiración por el “gran” guerrillero que creen que fuiste. Pero si no admitís que te equivocaste, también van a estar admirando al tupa que agarró las armas a contrapelo de la vida. Al que mató gente. ¿Inocente? Sin duda. ¿Culpable? Nunca lo vamos a saber, porque vos mismo nos privaste de la oportunidad de juzgarla. Y además, ¿sabés qué? Algún día, algún grupo de “iluminados” puede tener la idea de hacer exactamente las mismas cosas que vos hiciste antes. Y cuando llegue ese día, tu propia historia los va a estar autorizando a hacerlas. ¿Qué pensarías hoy, desde tu banca o tu sillón presidencial, si un grupito de 30 o 50 tipos (vos no eras más que eso al principio) irrumpiera cometiendo los mismos delitos que vos cometiste? ¿Si te despertaras una mañana con la noticia de que un grupo extremista, actuando en la clandestinidad, ha robado un banco y que en ese robo murió un guardia policial? ¿Y que esta acción se enmarca en una estrategia de toma del poder por la fuerza? ¿Si mañana te levantaras con la noticia de que alguien hizo explotar una bomba en un shopping, matando equis cantidad de gente? Emulándote a vos cuando hiciste explotar una en el Bowling de Carrasco, donde murió un pobre muchacho fanatizado, al que le explotó la bomba entre las manos, y quedó lisiada una inocente mujer que hacía la limpieza del local. ¿Qué harías, apoltronado ahí en tu escritorio, si la semana que viene alguien secuestrara al embajador inglés?, que supongo tan buena o mala persona como aquel que vos secuestraste en el 71. ¿Entendés, tupa, el problema? Si no hacés un mea culpa público de lo que hiciste en el pasado, ese mismo pasado se puede volver en tu misma contra algún día. Mejor dicho, en nuestra misma contra. Porque nos vamos a joder (1) todos. Y no alcanza con decir —como te oí decir varias veces— que lo del Bowling fue un accidente, que lo de Pascasio Báez fue un error (y no quiero discutir acá la moralidad o inmoralidad de calificar como error una vil ejecución), que lo de los cuatro soldados fue una orden mal dada, etc. Tenés que decir claramente que te equivocaste en tu accionar, en tu evaluación de la realidad del país en que vivías, en querer asimilar Uruguay a Cuba, en tus procedimientos de toma del poder, en adoptar la lucha armada, en definitiva, ¡carajo! Tenés que hacerlo y tiene que quedar claro. Para que a nadie más se le ocurra. Y si se le ocurre, que no te use para justificarse.
La segunda: que asumas la responsabilidad de tus crímenes. Que pidas disculpas por ellos. Y repares a tus víctimas.
No te asustes, no te deseo un solo día más de cárcel, la hayas pisado o no (que entre los tuyos también hubo quien no estuvo un solo día en cana). La responsabilidad penal, dala por cumplida. La que nunca cumpliste es tu responsabilidad social y política. Te estoy pidiendo que por fin la asumas. Esto es, ni más ni menos, que pedir disculpas por tus crímenes y repararlos de alguna forma y en la dimensión que sea posible. El Estado ya hizo lo propio. Con la ley 18.596 asumió la responsabilidad de los crímenes que cometió, pidió disculpas y reparó (o lo está haciendo) a las víctimas de su terrorismo… el del Estado. El que sigue en deuda con sus víctimas sos vos. Y ojo que tampoco te estoy pidiendo un mango. Hay otras formas. Pueden ser recordatorios con los nombres de tus víctimas en los lugares donde fallecieron, por ejemplo. Explicando cómo murieron. Nombres de plazas, calles, puentes. Incluirlos en los memoriales. Hay muchas formas de que se sepa que acá murió gente de todos los bandos. Que el sufrimiento no estuvo de un lado solo. Tenés ediles, diputados, senadores, ministros y presidentes para hacerlo. No dejés que pase el tiempo y lo hagan otros después por vos, porque ahí ya no va a tener la misma validez. No seas nabo (1) (imaginate esta expresión en boca de Mujica y decime si no es cómico). No le hagas caso al Ñato, que asumiendo que no lo vamos a perdonar, no tuvo mejor idea que mandarnos (a nosotros, a sus propias víctimas) a la “puta madre que los parió” (sic, 28/03/2012, Asociación de Dirigentes de Marketing). Pucha, que me dolió esa. No tengas miedo. Si lo hacés, va a ser —aunque tardío— a la vez que justo, un acto de hidalguía de tu parte.
Bueno, perdoná, tupa, toda esta parola. No sé cómo la vas a tomar ni qué vas a hacer —si es que vas a hacer algo—, pero te la tenía que decir, tenía que sacar a luz todo esto que fui masticando en los últimos cuarenta y pico de años, porque —parafraseando a Mujica— hay sapos y culebras que por más que uno los mastique, no se los puede tragar.
(1) Desde que se le permite al presidente de la República el uso de lenguaje vulgar, todos los ciudadanos uruguayos estamos autorizados a hacer lo mismo sin que se nos califique negativamente por ello.
Jaime Emilio Oroza Mariño
Hijo primogénito de Vicente Jaime Oroza García, chofer de ómnibus que la noche del 28/06/1972 conducía un coche de CUTCSA con destino Aduana, el cual fuera interceptado por las Fuerzas Conjuntas en el puente sobre el arroyo Pantanoso, y en el que viajaban los tupamaros Antonio Mas Mas y Luis Alberto Estradet Cabrera. Este último, vecino suyo, y, a la postre, también su asesino.