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    Católicos tienen “mucho” que aprender de los evangelistas

    “Somos menos, pero no seamos menos, que nos vamos achicando, muriendo”

    —Una encuesta que recibió la Iglesia el año pasado indica que la mayoría de sus fieles viven en barrios de la costa de Montevideo y son de clase media y alta. ¿Cómo revertir esa situación?

    —Tenemos varias ideas. Estamos por lanzar el Programa Misionero Jacinto Vera, un programa que quiere formar gente en distintas parroquias y que en las Pascuas del año que viene van a salir a hacer una movida en Montevideo para tratar de convocar a muchos católicos que se han alejado de la práctica de la fe cristiana y queremos invitarlos a que regresen a casa. Por otro lado, en los barrios populares de Montevideo estamos haciendo una apuesta grande. Estamos fundando lo que llamamos las Casas de la Palabra con unos religiosos argentinos; es un estilo muy sencillo que trata de llevar el mensaje del evangelio a la gente y de formar líderes del barrio para que ellos sean los evangelizadores de su mismo barrio.

    —La tendencia muestra una disminución sostenida durante décadas de la cantidad de católicos en Uruguay. ¿Es reversible la tendencia?

    —La Iglesia tuvo una gruesa pérdida de fieles y, sin embargo, parecería que últimamente se hubiera detenido el bajón de fieles. Eso es un dato estadístico. Hay un problema de comunicación de la Iglesia que afecta, sobre todo, su presencia en barrios populares, donde está muy presente en obras sociales, pero le cuesta llegar con el anuncio del mensaje. Ahí tenemos que cambiar la modalidad de trabajo.

    La Iglesia ya es minoritaria, por decirlo así, en el porcentaje de población de Montevideo. Se dice católico un 40%, lo que, con todo, es un número interesante; no hay ningún partido en el país que pueda decir que tiene un 40% de adherentes. Por otro lado, la Iglesia puede ser una minoría que se va deshilachando o una minoría activa, presente, pujante, alegre, contenta de ser lo que es, y eso es lo que yo pretendo. O sea, somos menos, pero no seamos menos, que nos vamos achicando, muriendo; somos menos, seamos pujantes, alegres, contentos y tenemos una misión que nos sobrepasa y la tenemos que realizar. Y la tenemos que realizar jugando en todas las canchas: de la parroquia, la educación, de los movimientos, de la presencia social de la Iglesia, en la de la cultura, de los empresarios, de los sindicatos.

    —¿Y en la cancha política?

    —En la cancha política no partidaria, por supuesto que también.

    —¿Cómo jugar la cancha política sin entrar en el juego partidario?

    —Más de una vez impulsé a jóvenes con los que tenía relación educativa a que se comprometieran políticamente, y eran jóvenes que pensaban distinto y en diversos partidos. Lo hice porque me parece que el compromiso político es clave para la vida de un país. Otra cosa es la Iglesia como institución, que no puede entrar en el juego político-partidario, pero sí tiene que decir una palabra frente a los grandes temas nacionales.

    —En la encuesta que recibieron surgía el temor de algunos fieles porque los evangélicos sí estaban logrando crecer en los barrios pobres. ¿Le preocupa?

    —En el mundo evangélico hay muchas cosas diversas. Hay grupos evangélicos que son admirables y si ellos logran llegar, me parece fantástico. Hay otros grupos de algunas iglesias o pseudoiglesias que se aprovechan de la gente.

    No vamos a entrar en competencia, pero la Iglesia católica tiene que hacer lo suyo y no quedarse de brazos cruzados. Hay que buscar nuevas modalidades para enganchar a los jóvenes de hoy de los barrios populares y eso lo estamos haciendo.

    —¿Hay muchos movimientos evangélicos que se aprovechan de la gente, como usted dice?

    —Hay algunos, pero no los voy a nombrar. Hay algunos que obviamente que no hacen bien. Después está el tema de la macumba, que es muy negativa y le hace mucho daño a la gente porque la pone en una cuestión entre psicodélica y diabólica.

    —¿Tienen algo que aprender de los evangélicos?

    —Mucho. Creo que hay que aprender del lenguaje comunicativo sencillo, de trabajar en lugares pequeños, muy diverso de los templos grandes que nosotros tenemos, de cómo cuidan el lenguaje musical y la amplificación. Tenemos mucho que aprender de ellos y creo que es bueno que lo hagamos.