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    Comer de la volqueta, cubrirse con nylon de la lluvia, desconfiar de todos y perder a la familia por las drogas: 920 vidas a la intemperie

    Mientras el gobierno proyecta la internación involuntaria, el Mides prepara 190 cupos para rehabilitación de drogas y tratamiento de salud mental; los gremios cuestionan el modelo

    Termina la tarde en el Centro. Sentado en la vereda, apoyada la espalda contra la pared de Conventuales, Juan, de 33 años, espera a que el refugio del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) de enfrente, ya completo, le diga dónde hay lugar. Es un tipo alto y fornido, vestido con ropa deportiva muy usada pero no al punto de los jirones. A su lado está su compañera, una mujer menuda, tapada con su propia ropa y acostada sobre un cartón, intentando dormir. Es de las primeras cosas que se aprende en la calle: el cartón o las superficies de pasto o arena ayudan a combatir el frío. Y Juan, que dice haber sido jugador de básquetbol, hace 10 meses que está en la calle.

    “Estoy así por tema de consumo… de drogas. Mi familia me hizo a un lado”. Juan es amable y a la vez seco en las respuestas. Pide dejar tranquila a su compañera, que busca todo el acomodo que le pueden dar un muro, el cartón y las baldosas, y todo el abrigo que le puede dar una campera de nylon más chica que ella. “La conocí en la calle, es un buen lugar para hacer vínculos”. Despotrica por no saber si dormirá esta noche bajo techo, por el frío de la noche, por ella y por él. “Para los que tenemos problemas de droga, quedarnos en la calle es ponernos a consumir”.

    Juan dice que está luchando “por una internación compulsiva”, que tuvo una entrevista en el Dispositivo Ciudadela, de la Junta Nacional de Drogas (JND), que le fue bien pero que no alcanza. “Pasa que me tiene que ir bien acá para tener una permanencia en el lugar y tener una abstinencia”. “Ir bien acá”, en este caso, significa un cupo; ayer lo consiguió, hoy no. “Este sistema es nefasto”, afirma. “Yo tengo boleto (muestra una tarjeta de transporte) por si me mandan a otro lado, pero hay varios compañeros (señala a sus compañeros en la intemperie, una docena entre esa cuadra y la siguiente) que no pueden irse de noche a Colón, Malvín o Carrasco”, prosigue. “Estoy buscando una internación para demostrarle a mi familia que puedo salir de esto”, concluye.

    La percepción es que cada vez hay más gente durmiendo en la intemperie. Lo asegura Walter Mendaro, responsable desde hace cuatro años de la ONG Hijos de la Calle, más allá de que lleva 26 años colaborando con los sin techo. “Cada vez veo más y más y más y más jóvenes, y las autoridades quieren tapar el sol con un dedo. Cuando arrancamos llevábamos 70 platos de comida, ahora en una recorrida tenemos que llevar 100, 110…”.

    Los números oficiales también lo sostienen. El último relevamiento realizado por el Mides, en 2021, registró 3.907 personas en situación de calle en Montevideo, 16% más que la medición de 2020. Esta a su vez había significado 34% más que el censo de 2019. “Estos aumentos son efecto de la pandemia”, dice a Búsqueda Fernanda Auersperg, directora nacional de Protección Social del ministerio. “Básicamente son aquellas personas con trabajos informales o precarios que con lo que sacaban se costeaban una pensión. Y al no poder hacerlo terminaron en esta situación”.

    De ese total, 2.987 fueron contados en refugios y 920 estaban a la intemperie. Este último dato creció 4% respecto a 2020, lo que es bien valorado por el Mides (de hecho, en 2019, antes de la pandemia, la gente que dormía en la calle fue cifrada en 1.034). El promedio de edad es de 38 años, el 60% tiene menos de 40 años y nueve de cada diez son varones. Entre quienes están a la intemperie, 86% tiene problemas de consumo de sustancias psicoactivas y 24% afecciones de salud mental. Y es a esta población a la que el Mides apunta ahora.

    Convenios y cupos

    Por un lado, el ministerio envió el viernes 18 al Parlamento un proyecto de ley que habilita a la “hospitalización involuntaria” en centros de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) de personas en situación de calle “que se encuentren en situación de intemperie completa, aun sin que estas presten su consentimiento, siempre que su capacidad de juicio se encuentre afectada como consecuencia de una descompensación de su patología psicológica o por el consumo de sustancias psicoactivas”. De acuerdo con Auersperg, que no haya un riesgo inminente de vida en esto casos no quita que esta persona “pueda ponerse agresiva consigo misma o con alguien que pase cerca suyo”.

    Esta hospitalización sin consentimiento se haría con el aval de un médico psiquiatra de ASSE y con el apoyo de la Policía. Se trata de una modificación a la Ley Nº 18.787, aprobada durante el gobierno de José Mujica en 2011, que disponía el envío a la fuerza a un centro asistencial (o del Mides) a aquellas personas en esta misma situación pero con riesgo inminente de vida, como al borde de la hipotermia.

    Por otro lado, el Mides va a disponer que tres de sus centros nocturnos sean reconvertidos para trabajar específicamente en la atención a la salud mental y adicciones. Cada uno de esos centros, que hoy trabajan en modalidad de colmena, incluyendo psiquiatra y psicólogo en el equipo técnico, tendrá 20 cupos a su cargo. También firmarán convenios con organizaciones de la sociedad civil destinadas a la rehabilitación del consumo de drogas para obtener otras 50 plazas para esta población. Otros dos convenios permitirán la instalación de tres centros diurnos: dos con ASSE, destinados al tratamiento de policonsumo de drogas y alcoholismo, y el restante con la JND para el abuso problemático de sustancias, que están pensados para atender a 80 personas más. En total, son 190 cupos los proyectados para usuarios del sistema con problemas de consumo de drogas en el correr de este año.

    Más allá de que estos centros y convenios van a funcionar de forma paralela, de aprobarse el proyecto este plan sería parte del “abanico” de posibilidades que se le dará a esta población una vez vuelva de la órbita de ASSE a la del Mides; o sea: del hospital a la calle.

    El sindicato del Mides (Utmides) expresó duras críticas al proyecto de hospitalización involuntaria. Su secretaria general, Ana Casteluccio, dijo a Búsqueda que es una medida “discriminatoria” al estar enfocada solo en la población de calle, que es muy difícil establecer el límite “entre consumo y consumo problemático”, que las carencias de personal técnico que perciben en los centros los pueden volver “un depósito de personas con problemas de salud mental o adicciones” y que si bien no se está en contra de intervenir en estos casos, hay riesgo de “vulnerar los derechos (de estas personas) desde lo aporafóbico y desde la segregación”.

    No es la primera vez que en esta administración los trabajadores y las autoridades del Mides chocan de frente en sus concepciones. “Lo que digo es que no podemos ser indiferentes a esta situación. El Estado tiene que intervenir. No podemos dejar a estas personas solas. Nosotros queremos hacernos cargo”, enfatiza Auersperg, quien recuerda que la hospitalización involuntaria “a todas las personas ya está incluida en el artículo 30 de la ley de Salud Mental” de 2017 (Nº 19.529).

    Varios mundos, un mundo

    Las esquinas con ochavas, si además tienen un balcón como techo, están entre las alternativas menos inhóspitas al refugio. Carlos —llamémosle así— está acostado en una esquina de estas características por avenida Italia, con su mochila a modo de almohada, entre el nuevo shopping de outlets y el bullicio de esa avenida y Comercio. Así se lo ve en la mañana, cerca del mediodía, y también en el atardecer. “Dormido no se siente el hambre”, dice con la única sonrisa que ofrece. Sus ropas delatan una lavada reciente; su rostro, mucho, demasiado, estar al sol. Puede tener más de 20; puede tener casi 40 también. Tiene media tijera a sus pies como una frágil arma defensiva. La amabilidad deja paso a la desconfianza y de ahí al miedo. No quiere decir su nombre, ni su edad, ni por qué está ahí ni —al final— hablar. “Dejá, capaz sos tira, capaz sos botón”, despide.

    Tanto Casteluccio como Constanza Robaina, secretaria de organización del Sutiga (gremio de trabajadores de las ONG y cooperativas vinculadas al Mides), sostienen que desde que la atención en los centros se hace en modalidad de colmena —cada ONG contratada gestiona tres centros de 20 cupos cada uno y no uno de 30, como antes— la cobertura a esta población por parte de trabajadores sociales, psicólogos y educadores se ha visto lesionada en la parte técnica. “Es cierto que aumentó la gente en refugios, pero lo que se hace básicamente es ponerle un techo encima, es una propuesta mucho más asistencialista, que no soluciona el problema a largo plazo”, afirma la secretaria general de Utmides. El cambio de ese modelo ocurrió en abril de 2021.

    Asimismo, cuestionaron tanto lo que denuncian como precarización laboral de las organizaciones contratadas como la capacidad del ministerio de actuar de manera interinstitucional. “Hoy, si un usuario del Mides pide internarse en ASSE por un tema de consumo, no tiene cómo, ¡si hay falta de psiquiatras! Si no consigue lugar cuando quiere ir voluntariamente, “imaginate si lo llevan obligado”, plantea Robaina. En la región metropolitana, el prestador estatal de salud tiene un déficit de unos 15 especialistas en psiquiatría, según pudo saber Búsqueda de fuentes directamente relacionadas al área.

    El mismo organismo y la misma atención merecen dos miradas completamente contrapuestas. Auersperg no solo defendió la atención realizada, sino que habla de una mejoría en los resultados: “Hoy hay 87 centros de atención en todo el país. Pasamos de 30 centros nocturnos a 52, asumimos con 2.057 plazas y en el invierno pasado tuvimos 4.152; y no se bajó la carga técnica: si antes cada uno tenía que hacer 20 horas para atender a 30 personas, hoy tiene que hacer 40 para atender a 60. Les damos lugar (a los técnicos) a que trabajen a contraturno para realizar sus abordajes y pedimos que tengan dedicación exclusiva, no que vengan de otro trabajo a la hora en que se abre el refugio para calentar la comida y recibir a la gente”.

    Sobre el proyecto de hospitalización involuntaria, aseguró que este nació luego de una ronda de conversaciones que el titular del Mides, Martín Lema, sostuvo con sus pares de la JND, del Ministerio de Salud Púbica y de ASSE, quien debería proporcionar al psiquiatra y recibir al individuo descompensado. “Obviamente, no pensamos en modificar una ley sin hacer una ronda de consultas anteriores”.

    Daniel, en situación de calle desde hace siete u ocho años, está totalmente ajeno a ese debate. Está sentado en la puerta de un inmueble abandonado por Zelmar Michelini, esperando que le dejen entrar al refugio o que se sume alguien más para ir a buscar dónde dormir. Aparenta tener mucho, mucho más de los 39 años que canta. Tiene un gorro de visera rojo, una remera de manga corta, un pantalón de jogging oscuro, un grabador estéreo con CD y un casetero, unos championes muy gastados, una mochila con dos buzos, cuatro dedos y medio en la mano derecha y ganas de que alguien se le acerque a hablar.

    “Yo tuve problemas de adicciones, y para no cometer errores en mi familia me fui de casa”. Vivía con sus padres y hermanos en Bella Italia. Trabajó en la construcción en la Costa de Oro. Dice que dejar el trabajo fue “un error”, igual que alejarse de su familia. “Igual… les deseo lo mejor”. Dice que se dedica a “requechear” en las volquetas. “Intenté cuidar coches, pero no sobrevivís con eso. Por eso hago volquetas”. Y desde que está en la calle es la misma triste historia cuando empieza a caer el sol; historia que quiere contar como cascada, como en un monólogo.

    “Estoy aburrido de que me digan que no hay cupos. Te anotás y no hay. Y soy un hombre soy. Te dicen que no y tenés que ir a buscar algo con qué taparte. Ojalá hubiera venido la televisión ayer: éramos siete, tapados con un nylon, bajo la lluvia, frente a un refugio, frente a la (Seccional) Segunda, ¿para qué está el Mides? A veces te preguntan: ¿por qué no volvés con tu familia? Y uno a veces no está preparado para volver con la familia, para eso precisamos una mano… Violencia física no he sufrido, pero sí verbalmente te discriminan, te miran… Yo les deseo a todos el doble de lo que me desean. La droga hace que la gente se asuste mucho, pero no todos somos iguales… Yo hace años opté por andar solo, la amistad entre la gente de la calle no existe, es igual que entre los ricos, no se terminan de conocer, son gente traicionera. A veces alguien viene y te saca todo, a mí me llevaron la frazada, el acolchado. Uno tiene que volver a conseguir las cosas… ¿De la gente? ¡No, de la volqueta! Uno tiene que tratar de sobrevivir, maestro… ¿No tenés 20 pesos? Estoy podrido de comer de la volqueta”.