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    Comprar un animal

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2253 - 30 de Noviembre al 6 de Diciembre de 2023

    , regenerado3

    Ya florecieron los primeros jazmines de la temporada y en los locales comerciales se desplegaron los árboles de Navidad: se acerca la época de los asados de fin de año y el lechón al horno de las panaderías.

    Comprar un animal en Uruguay es cosa de todos los días: ya sea animales muertos para consumo alimenticio o animales vivos —perros, vacas, caballos, pájaros, peces— para tener en casa como compañía, para regalar a una persona querida, como forma de inversión o en una pecera para decorar. Tiene sentido, los animales no humanos son definidos por el Código Civil uruguayo como bienes de propiedad, más específicamente como “semovientes” (es decir, bienes muebles que se mueven por sí mismos).

    El tema es complejo porque solemos repetir que “amamos a los animales”, pero poco hacemos en nuestra vida diaria para mostrar respeto por esos seres que están en el mundo básicamente para vivir, igual que nosotros. Sigue resultando difícil para la especie humana hacerse a un lado del centro y dejar de creer que todo lo que está en el planeta es para servirnos.

    En primer lugar, la discusión va mucho más allá de si se come carne o no. Cada quien puede elegir si mata a un animal para la cena o si se toma el café con la leche que una vaca hizo para su ternero. El tema es si somos realmente capaces de dimensionar estas prácticas, o si vivimos en una cotidianeidad donde ese “otro” es únicamente visto como un recurso.

    “Para quienes cazamos en la selva, cada día nos toca hacer diplomacia cósmica con el mundo espiritual”, cuenta Manari Ushigua, un líder de la comunidad sapara de la Amazonía ecuatoriana, en el libro Cómo piensan los bosques (2013), del antropólogo canadiense Eduardo Kohn. Ushigua explica que a los espíritus de la selva no siempre les gusta la presencia humana en su entorno, “entonces, a nosotros nos toca conversar directamente con ellos y hacerles entender por qué necesitamos cazar para poder seguir viviendo”. Para las comunidades de la Amazonía ecuatoriana, comer carne animal es parte de la vida, pero el vínculo con esos otros seres evidencia respeto.

    Preferimos considerar a los otros animales como seres que no piensan, que no tienen inteligencia o que no tienen lenguaje, en lugar de reconocer nuestra propia ignorancia sobre las otras especies, nuestra propia incapacidad de comunicarnos con ellas. “Tenemos una concepción heredada de los animales que no se condice en casi nada con aquellos seres materiales que llamamos animales”, expresa el escritor y licenciado en Filosofía Jorge Fierro en su libro Ellos miran. Reflexiones sobre la cuestión animal (2023).

    Por momentos, parece que la línea que se ha trazado para separar a las personas de los animales fuese la misma que en otros momentos se trazó para dejar por fuera a las mujeres o a las personas racializadas.

    En algunos periódicos españoles del siglo XIX todavía se puede ver, por ejemplo, la forma en que se anunciaba la venta de “esclavos”: muchas veces dentro del rubro “venta de animales” se incluía la venta de una mujer “negra criolla, joven, sana y sin tachas”. O se ofrecían mujeres esclavas “recién paridas, con abundante leche” y “negritos para jugar con niños”. El horror del racismo y la misoginia hace que sea difícil leer esos anuncios sin que nos duela el corazón. Las personas siendo tratadas “como animales”.

    Pero, en definitiva, ¿es que hay algún ser que sí merezca ese trato? ¿Por qué motivo? ¿Por qué se naturaliza la idea de comprar y vender seres para tomar su leche, para ganar dinero, para entretener a otros? “El reconocimiento de la herida, poder ver la herida del otro y aceptar que eso nos hiere, es un desafío tremendo, un desafío que nos pone a prueba como seres humanos”, dice Jorge Fierro en relación con la cuestión animal, y afirma que es por eso que tantas veces “reprimimos la piedad, la compasión”.

    Quizás llegará un día en que miremos con horror la crueldad con la que tratábamos a los otros animales y logremos ser conscientes de todas las formas de violencia que ejercemos hacia seres con la misma capacidad que las personas de sentir dolor y placer. Básicamente, seres con el mismo derecho a vivir.