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    Con Bachelet encaminada a volver a la Presidencia, una pregunta planea en Chile: ¿se abre un nuevo modelo económico en el país?

    Tras un “giro hacia la izquierda”, la ex presidenta socialista figura como clara favorita para las elecciones del domingo 17, con el apoyo del 47% de los votantes contra el 14% de su principal opositora, según los últimos datos

    Río de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Envuelta en un gran chal rojo, Michelle Bachelet asistió a la antigua sede del Congreso Nacional en Santiago de Chile en julio para participar del lanzamiento del libro “El otro modelo. Del orden neoliberal al régimen de lo público”, un trabajo de diferentes intelectuales de izquierda con ideas para el futuro de ese país. Muchos creyeron entonces que Bachelet estaba allí tan solo para lanzar un guiño a los sectores más disconformes con el actual gobierno de centroderecha de Sebastián Piñera, de cara a las elecciones presidenciales del próximo domingo 17, en las que la líder socialista aparece como clara favorita. Después de todo, ¿cuán alternativo al modelo chileno puede ser alguien como ella, que presidió el país entre 2006 y 2010 bajo las mismas premisas de libertad de mercado, apertura comercial, disciplina macroeconómica y apuesta a la iniciativa privada que rigen en Chile desde hace una generación?

    Sin embargo, ahora Bachelet se apresta a volver al Palacio de la Moneda con un programa atípico para su país. Propone una reforma tributaria para que “los que tienen más paguen más”, una mayor presencia estatal en la educación y en el sistema de pensiones, y una reforma de la Constitución que “establezca una nueva relación entre el Estado y los ciudadanos”. Así, ha comenzado a cobrar fuerza la duda de si esta pediatra de 62 años realmente se dispone a emitir el certificado de defunción del sistema socioeconómico que surgió durante la dictadura de Augusto Pinochet, que fue mantenido por varios gobiernos democráticos y es visto como una excepción regional.

    Las conjeturas sobre un cambio político de Bachelet surgen también de la coalición Nueva Mayoría que respalda su candidatura. Además de los cuatro partidos de la Concertación que gobernó Chile entre 1990 y 2010, esa alianza incluye al Partido Comunista y otros nuevos aliados. Las encuestas anticipan que su triunfo puede ser amplio, quizá sin necesidad de disputar una segunda vuelta. Eso podría acabar con el virtual equilibrio entre izquierda y derecha que tuvo el país durante más de dos décadas y allanar el camino para las reformas. “Definitivamente hay un giro (de Bachelet) hacia la izquierda”, afirmó Guillermo Holzmann, analista político de la Universidad de Valparaíso, en diálogo con Búsqueda.

    Pero ¿habrá realmente un cambio de modelo?

    “Paradoja”

    Según los últimos datos del Centro de Estudios Públicos (CEP), una de las principales encuestadoras chilenas, Bachelet tenía hasta comienzos de noviembre el apoyo de 47% de los votantes para esta elección que tiene otros ocho candidatos. Como rival más cercano aparecía Evelyn Matthei, de la Alianza gobernante y exministra de Trabajo de Piñera, con apenas 14%. La vida de ambas estuvo marcada por el golpe de Estado 40 años atrás: sus padres fueron generales de la Fuerza Aérea distanciados por la dictadura, el de Bachelet preso, torturado y muerto; el de Matthei comandante del arma y miembro de la Junta Militar. En el plebiscito celebrado en 1988 para decidir si Pinochet seguía ocho años más en el poder, ella votó a favor mientras la mayoría de los chilenos lo hacían en contra.

    Pero la distancia entre ambas candidatas hoy es llamativa si solo se tiene en cuenta el desempeño económico del país durante la gestión de Piñera, con un crecimiento promedio de 5,5% anual, una de las menores tasas de desempleo de los últimos tiempos (5,7%) y un PIB per cápita que pasó de U$S 16.147 en 2010 a U$S 19.474 este año, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional, por encima de Argentina o Brasil. “La paradoja del gobierno de Piñera es que logra tener estupendos resultados macroeconómicos (…) con una mala percepción de la opinión públi ca”, dijo Holzmann.

    Como muchos otros chilenos, el analista cree que esto se debe en parte al estilo de gobierno del actual presidente, un empresario millonario cuyos comentarios y gestos a menudo generaron rechazos de buena parte de la ciudadanía y hasta de sus propios aliados. A la vez, su gobierno ha tenido que lidiar con las mayores protestas callejeras desde el retorno de la democracia, impulsadas por gremios estudiantiles que alzaron la bandera de la gratuidad de la enseñanza en uno de los países donde el Estado tiene menor participación en el gasto educativo. Lejos de calmar las aguas, las concesiones del gobierno, por ejemplo aumentando los subsidios a estudiantes de bajos recursos, alentaron a los gremios a seguir presionando por más, mientras comunidades locales se plantaban contra proyectos energéticos y mineros. Ahora seis de los ocho dirigentes estudiantiles que lideraron las protestas en 2011 se postulan a cargos electivos en las elecciones.

    El clima de descontento social en Chile también refleja problemas sin resolver. El país ha reducido significativamente la pobreza en tres décadas hasta ubicarla en 14,4% según los últimos datos oficiales difundidos el año pasado, pero la desigualdad social aún es importante: el 20% más rico concentra más de la mitad de los ingresos. El consumo ha aumentado notoriamente, pero una encuesta del Banco Central reveló este año que 68% de las familias chilenas tiene deudas, tres puntos más que en 2007. Los gastos en educación o salud han implicado esfuerzos importantes para muchas familias, sobre todo a medida que el país amplió la cobertura educativa con nuevas universidades privadas.

    En este contexto, Bachelet regresó a Chile resuelta a prometer cambios estructurales después de dejar el gobierno con un índice de aprobación de 83% y de encabezar durante dos años y medio la agencia de las Naciones Unidas para las Mujeres en Nueva York. “Se ha agotado el ciclo de los pequeños ajustes a un modelo que presenta muchas falencias”, dijo durante aquella presentación del libro en julio. “Enfrentamos el agotamiento de las soluciones privadas a los problemas públicos”, sostuvo. Pero otros aseguran que su programa amenaza el clima pro negocios privados que ha dinamizado la economía chilena. “Sería un tremendo error poner en riesgo ese modelo y ese camino que nos está llevando hacia el desarrollo”, declaró esta semana el propio Piñera. Aunque reconoció que es necesaria una mayor “justicia social”, advirtió que “pretender lograr eso frenando el crecimiento es quedarse sin pan ni pedazo”.

    ¿Mayorías?

    Lograr una mayor equidad social es el objetivo primordial señalado por Bachelet en esta campaña, y al parecer su herramienta clave para eso será la reforma tributaria. Entre otras medidas, el proyecto que enviaría al Parlamento en los primeros 100 días de gobierno prevé una suba gradual de cinco puntos porcentuales en los impuestos a las empresas, para alcanzar una recaudación de U$S 8.200 millones que permita financiar otros cambios.

    En materia educativa, su idea es que el Estado financie inicialmente a estudiantes de menores recursos y se establezca en seis años una educación universitaria gratuita. También prevé aumentar el gasto en salud pública, crear una administradora estatal de fondos de pensiones que compita con las privadas y darles mayor poder a los sindicatos, alterando la forma de negociación colectiva. La reforma de la Constitución aprobada en la era Pinochet buscaría establecer un nuevo sistema electoral y reducir las mayorías especiales que se requieren para aprobar leyes.

    Sin embargo, para lograr cambios profundos Bachelet necesitaría contar con mayorías de dos tercios en el Parlamento (se renueva completamente Diputados y buena parte del Senado). Marta Lagos, una chilena que dirige la Corporación Latinobarómetro, dijo que si la candidata socialista logra triunfar en la primera vuelta es posible que tenga un respaldo legislativo suficiente para aprobar varios proyectos controversiales, pero la fortaleza de su mandato también dependerá de la participación electoral en un sistema de voto voluntario. “Si votan 6.750.000 de 13.000.000, lo que hay es una tremenda desafección de la política y una presidenta que gana con el mínimo que habrá tenido cualquier presidente desde el año 90”, sostuvo en diálogo con Búsqueda. “Aquí hay un problema de convocatoria, no de cambio de voto: la derecha no deja de ser derecha, simplemente se queda en su casa”.

    Bachelet ha sugerido que un camino alternativo al Parlamento para lograr la reforma constitucional sería instalar una Asamblea Constituyente. En cualquier caso, aun si logra el amplio triunfo que anticipan las encuestas estará a prueba de esta política pragmática y atea. Por un lado, sus adversarios buscarán evitar un verdadero cambio de modelo y los empresarios querrán saber hasta dónde podrían ir los cambios a la hora de la verdad. La economía chilena ya se desacelera (la proyección oficial es que el crecimiento será a lo sumo 4,5% este año) en parte por una caída de la inversión minera. Un escenario de incertidumbre podría complicar las cosas.

    Por otro lado, en la izquierda hay grandes expectativas de reformas y cualquier contratiempo pondrá a prueba la paciencia de los dirigentes estudiantiles (varios de los cuales son críticos hacia Bachelet), sindicatos y los propios socios de Nueva Mayoría. “Si es que ella llegara a ser presidenta, voy a ser la primera que esté en la calle exigiendo que cumpla”, advirtió hace poco Roxana Miranda, una activista social y candidata presidencial del pequeño Partido Igualdad. Durante su primera Presidencia, Bachelet llegó a mostrar firmeza frente a algunas protestas sociales, aplicando una ley antiterrorista que data del régimen de Pinochet frente a un conflicto con comunidades mapuches, algo que ahora califica como un error que evitará repetir. Pero la presión social hoy es bastante mayor en Chile y es difícil anticipar qué ocurriría con los movimientos callejeros bajo una nueva administración de la socialista, que ha admitido que gobernar será más difícil para cualquier presidente. “Esa es la pregunta”, comentó Lagos.