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    Crece la ansiedad por los cultivos de verano

    N° 2061 - 27 de Febrero al 04 de Marzo de 2020

    Mientras nos aproximamos al final de verano, crece la ansiedad de los agricultores uruguayos. Lo que parecía ser un año sin muchos sobresaltos, ha tenido algunas noticias preocupantes en las últimas semanas.

    Empecemos por el clima. La primavera transcurrió con lluvias por encima del promedio que cobraron su peaje en los cultivos de invierno (trigo, cebada y colza). Allí los problemas de rechazo por no alcanzar la debida calidad industrial hicieron que los precios obtenidos por los agricultores por su trigo y su cebada no fueran los deseados. Ocurre que si llueve mucho en el período final de desarrollo de los cultivos, se ve perjudicada su calidad, o bien por la ocurrencia de enfermedades o bien porque el grano no logra el estándar de calidad mínimo que exige la industria. Cuando esto ocurre, la industria le compra al agricultor el grano pero lo hace con un descuento sobre el precio de mercado que suele ser substancial. Para ese agricultor, si bien el rinde fue bueno, el precio no lo fue tanto, y termina empatando en el mejor de los casos. El problema fue especialmente grave en el litoral norte del país. Digamos que los precios, sobre todo de la cebada cervecera, fueron muy buenos para lo que es un año normal, y ello logró mitigar en parte el problema.

    Y del exceso de lluvias pasamos a precipitaciones cada vez más escasas e irregulares. Se logró sembrar casi todo lo de verano (soja, maíz y sorgo) y las lluvias llegaron in extremis para salvar a los cultivos que venían sufriendo mucho calor y estrés. La última lluvia a mediados de febrero fue más que bienvenida, pero ocurre que desde aquí hasta al menos el 10 de marzo no hay lluvias previstas. Y eso no es bueno. Los cultivos tienen potencial de rendir mucho, pero sin un mínimo de lluvias la capacidad de concretar ese potencial se reduce día a día. De momento nadie está pensando en que tengamos un quiebre productivo grave, pero todo depende de cuánto y cuándo llueva de aquí en más. No es un tema que no haya llovido en el verano, el asunto es cómo llueve: llueve muy pocos días y en volúmenes muy importantes, y nuestros suelos no son capaces de retener por períodos tan largos.

    Para complicar las cosas aparece el coronavirus en China, principal destino de nuestras exportaciones sojeras. Nadie sabe bien cómo termina el cuento pero es claro que las cosas corren nuevamente riesgo de salirse de control, a pesar de las medidas draconianas que impuso China. Todavía está por verse el efecto en la economía de la restricción de movimientos que se impuso para tratar de frenar el virus. Pero si se extiende en el tiempo las consecuencias pueden ser imprevisibles.

    Otro factor que incide es que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) nos dio su primera visión de lo que anhela que sea el área de siembra de cultivos de verano. Luego de un muy mal 2019, se espera que los agricultores norteamericanos aumenten de forma significativa su área de siembra en 2020. Estamos hablando de un aumento de entre 7% y 10% en maíz y soja. Con un clima normal, es otra cosecha enorme en puerta. El USDA estima una recuperación fuerte de las exportaciones (por el efecto del acuerdo comercial entre China y EE.UU.) que llevaría a una baja importante de los stocks en EE.UU., más que nada en soja. Claro que todos los analistas de mercado tenemos serias dudas de que se logre llegar a los objetivos que se impuso ese acuerdo comercial, que ya eran difíciles de alcanzar antes del coronavirus. Sin accidentes graves con el clima en el hemisferio norte, el panorama para una recuperación de precios que compense una baja productividad serán escasos y habrá que andar muy bien de reflejos para poder captarlos. Cada semana que pasa sin lluvias y sin precios adecuados compromete un poco más la ya frágil recuperación de la agricultura nacional. Los cultivos de invierno de este 2020 tienen al menos por ahora un horizonte de corto plazo de precios buenos, en especial la cebada, que deberían ser captados por los agricultores. La historia cuenta que son pocos los que toman coberturas de precios como para manejar una contingencia negativa, pero cada año suma adeptos.

    La pregunta del millón es hasta cuándo los que financian la agricultura seguirán apostando a tratar de recuperar lo se les debe financiando agricultores que siembran cultivos con números muy justos. ¿Será que apuestan a un año más?

    (*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT