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Urgidos por deudas o tentados por la valorización de la tierra, en los últimos años muchos propietarios vendieron sus campos agropecuarios en el país. Otros que decidieron dejar la actividad los arrendaron a terceros para que desarrollaran allí las explotaciones, en un negocio que les permitió obtener rentas crecientes.
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Sin hacer nada más que arrendar su predio o parte del mismo a otro productor, en promedio pasaron de cobrar U$S 28 por hectárea en 2000 a U$S 152 en 2011, lo que representa un aumento de 443% en ese período. Esa variación resultó menor que la valorización de los campos que cambiaron de propietario (las compraventas se hicieron en promedio a U$S 448 y U$S 3.196 en cada uno de esos años, lo que significa una suba de 613%).
Pero los que dieron en arrendamiento campos para que fueran plantados con soja lograron rentas mucho mayores, de U$S 317 la hectárea, es decir U$S 180 más que cinco años atrás, calculó Búsqueda en base a datos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).
De los más de 15 millones de hectáreas de tierras de uso agrícola con que cuenta Uruguay, unas 910.000 fueron dadas en arrendamiento en 2011. Si bien en ese último año dicha superficie disminuyó, es más del doble que en 2000 (415.000).
Si se suman todos los contratos desde entonces, la tierra arrendada fueron unos 8,2 millones de hectáreas. En años recientes la mayoría fue de predios en los departamentos de Soriano, Paysandú, Río Negro, Durazno y Colonia.
El técnico de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias del MGAP Fernando Rincón, dijo a Búsqueda que fuera del grupo de productores que entre 2004 y 2007 vendieron sus predios para pagar deudas, hubo otros propietarios que “con el paso de los años fueron largando de a poco sus campos” pero para arrendarlos.
Rubros
El incremento de los arrendamientos de campos agrícolas está en línea con la creciente demanda mundial de algunos granos, particularmente la soja, llamada por los chinos “la carne de la tierra” y por los argentinos “el oro verde”. Ese grano es el “cultivo más rentable y que ha tirado para adelante el crecimiento” del sector, señaló a Búsqueda el consultor privado Fernando Villamil.
Resaltó que Uruguay “está muy bien ubicado geográficamente en el medio del comercio mundial” de la soja, ya que “en los puertos argentinos se concentra la mayor parte del negocio”.
Otro factor relevante, dijo, es que para el agricultor se minimizó el riesgo de variación del precio mediante el mercado de contratos a futuro en Chicago, que es el referente para ese grano.
En Uruguay la tonelada de soja cotizó la semana pasada entre U$S 540 y U$S 560, lo que representó unos U$S 70 más que hace un año, según datos de la Cámara Mercantil de Productos del País.
El área agrícola en arrendamiento pasó de casi 106.000 hectáreas en 2007 a 231.000 hectáreas en 2011, aunque los registros más altos corresponden a 2008 (con 319.000 y a 2010 con 297.000). En promedio, cada contrato involucró en promedio 400 hectáreas para ser plantadas. Considerando ese promedio, la renta obtenida por el propietario al precio de 2011 fue de U$S 126.800; eso es U$S 72.000 más que en 2007.
Otras actividades.
Otras actividades del agro también registraron incrementos significativos en la rentabilidad que generó el arrendamiento de los campos.
Si el predio fue destinado a la lechería, el precio se incrementó 114% en los últimos cinco años, mientras que en caso de haber tenido una combinación entre las producciones agrícola y ganadera la valorización fue de 117%, según los datos del MGAP. En el cuadro se presenta también el incremento en dólares absolutos.
Al analizar la evolución del mercado de tierras, Rincón destacó el crecimiento de los arrendamientos forestales en los años recientes. En 2011 fue el único rubro que registró un aumento en cantidad de contratos y superficie arrendada, precisó.
Los arrendamientos para uso forestal pasaron de 11 en 2007 a 76 en 2011, y la superficie alquilada creció 2.116% (50.941 hectáreas).
Eso está vinculado a la estrategia de las compañías forestales de buscar acuerdos con productores en lugar de comprar tierras, como lo venían haciendo en otros años, teniendo en cuenta el alza de los precios de los campos.
A partir de 2008 hubo otros cambios significativos en los arrendamientos de tierras para la explotación agropecuaria. “Un dato impactante es que en 2008 el 10% de toda la superficie arrendada se pagaba en producto —sea soja, leche o carne— y en los siguientes años aumentó hasta cerca del 60%, que pasó a pagarse con producto, sobre todo con soja”, destacó Rincón. Consideró que eso se debió a “la actitud del productor de no asumir riesgos en dólares”.
En el caso de la lechería, el área pagada con producto pasó de 10% a casi 35% del total en los años recientes.
En general, el pago con producto supone la entrega de la mercadería que se produjo allí u otra (como soja), que luego el arrendador vende por su cuenta.
Un rubro que escapa a esa modalidad de contratos es el forestal, que tiene otras características, principalmente en los plazos (van de 10 años y más) en concordancia con el proceso de desarrollo de los bosques.
El presidente de la Sociedad de Productores Forestales, Diego Mora, señaló a Búsqueda que hay que considerar que “el ICIR es una restricción adicional a la compra de campos y es un costo que entra en la cuenta de las empresas” que “hasta puede ser trasladado a los precios de los arrendamientos”.