Nº 2233 - 13 al 19 de Julio de 2023
Nº 2233 - 13 al 19 de Julio de 2023
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLe costó. Arrancó allá por 2017, hace seis años. Se puso una carpeta bajo el brazo y empezó a golpear puertas. Como, al decir de Fito Paéz, “siempre te matan en el barrio”, tuvo que sortear el pensamiento pequeño de algunos de sus propios compañeros; de hecho, tuvo que carretear varios años durante gobiernos del Frente Amplio sin lograr su objetivo. Pero en una sola movida, la diputada Cristina Lustemberg, seguramente hizo más por la educación, la seguridad pública, la marginalidad, la movilidad social, y una larga serie de etcéteras, que la mayoría de las iniciativas erráticas que en todas estas materias se vienen intentado realizar desde hace décadas.
La legisladora, pediatra de profesión, logró que la recibieran el presidente de la República y representantes de todos los partidos políticos y, por fin, una comisión legislativa aprobó su proyecto sobre garantías para la primera infancia, infancia y adolescencia.
Según Lustemberg, el proyecto “no crea institucionalidad nueva, sino que le da prioridad política a estos temas; ordena, ve dónde hay vacíos presupuestales o mala ejecución; crea un sistema de información único; obliga a que cada uno tenga que hacer, pero desde las necesidades de las familias con niños, niñas y adolescentes, y hace que trascienda el gobierno de turno”.
“Las cifras nos interpelan. Antes no lo resolvimos desde lo estructural y ahora tampoco. ¿No es hora de tener el coraje de hacer algo distinto entre todos?”, dijo.
Las cifras nos interpelan. Unos 150.000 niños viven bajo la línea de pobreza, 30.000 en emergencia habitacional, uno de cada cuatro hogares con niños tienen algún grado de dificultad alimenticia, 1.500 sufren abuso sexual cada año y 60% son sometidos a algún tipo de violencia.
Sus destinos están trazados apenas nacen. La vida es para ellos una ruleta. Si les tocó nacer en determinado sector social, salvo excepciones, estarán condenados a la pobreza de por vida.
Los estudios de neurociencia muestran que lo que no se logra en los primeros 1.000 días de vida ya no se logrará luego. Una primera infancia de privaciones materiales y afectivas no solo encamina a los niños a un fracaso escolar seguro, sino que aumenta dramáticamente las chances de un futuro con problemas de salud mental, adicciones, suicidios y falta de control de los impulsos. El antiguamente llamado cerebro reptiliano, la zona baja del prosencéfalo, activa las funciones necesarias para la supervivencia inmediata. Esto prima ante el neocórtex, que es la parte más desarrollada del cerebro, responsable del razonamiento, el pensamiento lógico, el pensamiento abstracto y la conciencia.
Personas que amanecen cada día como el tigre en la sabana. No hay pasado ni futuro. No hay chances de pensar en el futuro porque de lo que se trata es de sobrevivir al día, conseguir el alimento necesario y no sucumbir a las amenazas permanentes de la pobreza y la marginalidad. Cuando las urgencias son extremas, no solo no hay tiempo ni lugar para utilizar el neocórtex, sino que tampoco se ejercita el cerebro límbico, el que regula las emociones: lo importante es tratar de conseguir un litro de querosén para encender el Primus y cocinar algo para no irse a la cama con la panza vacía, y entonces las caricias, los mimos, fundamentales para el desarrollo de una personalidad sin grietas emocionales, tampoco tienen lugar. Un espanto sin vuelta atrás.
No hay futuro luminoso posible. No hay sistema educativo que, por perfecto que sea, logre abrir las ventanas de oportunidad que a los cinco años se cerraron. Vemos al fracaso educativo como la causa de algunos males, cuando es en realidad la consecuencia de niños que comienzan la primaria con dos o tres años de atraso respecto a otros que no sufren el estrés de la pobreza. Los estudios en el mundo son concluyentes y llevan décadas. Aquí seguimos emparchando políticas sociales centenarias que nada tienen que ver con la pobreza actual; manipulando la ecuación para lograr lo que es imposible con niños dañados para siempre; encerrando a la gente cada vez más años en las cárceles como si ese fuera el camino hacia una sociedad menos violenta.
La ignorancia sumada a la pequeñez política imperante viene haciendo estragos. “El 80% de la seguridad pública se juega en la primera infancia”, me dijo Lustemberg en una entrevista que le hice en 2016.
“Yo no voy a seguir hipotecando el presente y el futuro de niños, niñas y adolescentes por cálculos electorales. Es urgente por las situaciones actuales que se viven y también es el futuro del país. No me importa con quién tenga que hablar, reunirme, no votar. No podemos seguir teniendo a niños, niñas y adolescentes de rehenes de la política menor”, sostiene la diputada.
En este semanario el columnista Fernando Santullo tuvo el buen tino de destacar la labor de Lustemberg: “Hizo algo a contramano de la política tradicional, algo que debería ser política normal y que, sin embargo, en el ambiente de bar de borrachos violentos en que se ha convertido nuestra política parlamentaria parece extraordinario”.
Santullo alude a las mentes pequeñas que no atinan a ver o no quieren ver el logro de la legisladora: “Se corta sola”; “¿el Frente Amplio apoya esto?”; “la viene embarrando hace tiempo”.
Tristísimo, pero en línea con lo que viene siendo la política con minúscula.
Por suerte, luego de años, su empeño parece haber prendido en todas las tiendas políticas.
El director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Conrado Ramos, escribió en Twitter: “Este estilo dialógico y poco estridente de Lustemberg no solo genera un clima favorable a un proceso racional de intercambios argumentativos, sino que favorece la sostenibilidad de los cambios institucionales que se impulsan”.
Seis años le llevó a Lustemberg lograr este consenso sobre un asunto crucial ya no para el futuro, sino para el presente del país.
Los legisladores son electos para que representen a porciones de la ciudadanía y, conscientes de ello, muchos apuntan su discurso hacia corporaciones importantes en donde recoger votos: los empresarios, las mujeres, el agro y así. Las acciones de Lustemberg se enfocan en un colectivo, los niños, que no tiene gremio ni voceros, que no vota, lo cual hace aún más loable su trabajo y más despreciable la ignorancia de quienes siempre dejan a los más débiles para el final. Si su trabajo logra algún avance en las políticas de infancia, quizás nadie la recompense. Será una demostración más de que la democracia, el sistema más perfecto que la humanidad encontró para convivir en sociedad, tiene profundos defectos, como la demagogia y la falta de representatividad de amplios colectivos; defectos que si no son encarados con firmeza y convicción, con el paso de los años se pueden convertir en un factor que socave la propia institucionalidad que les da vida. Por eso, diputada: gracias.