—En aquel momento naturalmente fue un voto adverso, pero no al conjunto de la ley, no a la intención modernizadora del Estado. Y lo votamos. Lo que no votamos fue la modalidad de asociación de Antel, que conducía a nuestro juicio a un monopolio privado. Y que además en este caso no tenía sentido, porque ya habíamos abierto la competencia en lo que importaba: el celular, y no la telefonía fija.
—¿Y en esta ocasión se aborda en el referéndum el espíritu de la ley?
—La ley claramente es una respuesta a las interrogantes de la campaña electoral. Recorríamos el país y, ¿de qué nos hablaban? De seguridad, mucho de la bancarización obligatoria, en muchos lugares del interior especialmente; un poco más reflexivamente de la educación… La LUC es una respuesta a los debates de la elección, a los temas que se plantearon allí. A su vez fue preanunciada desde el primer día. Lacalle Pou desde el primer día dijo que íbamos a hacer una ley de urgente consideración.
—Se ha repetido que surge de la gente, pero también ha costado bajarla a tierra…
—Porque son muchos asuntos. Cuando discutíamos la caducidad, en abril de 1989, era la amnistía de los militares. Cuando discutíamos la llamada ley de empresas solo discutíamos lo de Antel. Acá hay muchos temas y eso es lo que genera una mayor dispersión.
—Y en estas recorridas que realizó por el país, ¿qué temas ha podido bajar a tierra? ¿Cuáles son los que a la gente le interesa?
—Hemos bajado a tierra todos. El que más sobresale es la seguridad. También, y desde nuestro ángulo es tanto más importante, la educación. Pero en este momento, porque en la seguridad más o menos venimos encaminados, se vislumbran resultados. Se ha dado la reversión de actitud, que a nuestro juicio es imprescindible. El gobierno anterior fue un gobierno derrotado en materia de seguridad. Lo derrotó la ideología. Porque nadie puede pensar que alguien hace las cosas mal por perversidad. En el caso de la seguridad actuó con la obsesión de que la sociedad es la responsable. Y de ahí derivó a un cúmulo de instancias que lo condujeron a un debilitamiento de la acción del Estado. De la cual, la definición más categórica y paradigmática fue que la primera figura de la Policía (por el exdirector nacional de Policía Mario Layera), en medio del gobierno, dijo que el Uruguay va camino a El Salvador, y usando, con precisión, la palabra sociológica, de que el país había caído en la “anomia, las normas no se cumplen y nadie hace nada porque se cumplan”. Si esto lo dice quien tiene al mando la Policía, está claro que había bajado los brazos frente al fenómeno del delito. Ese es el tema. Cuando hoy sentimos que hay una reacción, y aparecen los primeros síntomas con bajas de delitos, es no solo el tema de una ley que le dio al policía una mayor capacidad de acción. Es también la actitud del gobierno, de salir a hacerlo, y de los ministros de estar ahí mismo en eso. Ese espíritu y actitud que contagió Jorge Larrañaga, generando optimismo y fuerza en la lucha contra el delito.
—¿Cree entonces que en la ley hay una modificación sustancial en el tema de seguridad?
—Es una modificación sustancial política e ideológica.
—¿Y a nivel educativo también hay una modificación sustancial?
—A nivel de educación son herramientas. No se pueden definir métodos pedagógicos en una ley. Pero hay sí una modificación sustancial, que es el pasaje de una gobernanza que había terminado cooptada por los organismos corporativos, y no por los rectores públicos representativos del gobierno, votados por el pueblo, hacia un rescate de la autoridad pública. El Estado había cedido terreno. Cuando se habla de privatización, eso mismo fue que el Estado cediera terreno a las gremiales corporativas. Una cosa es que en el Codicen existan dos miembros electos por los profesores que tengan voz. Porque una cosa es voz y otra es poder. Los miembros (electos por los docentes) de los consejos de Primaria, Secundaria y UTU tenían poder. ¿Por qué? Porque tenían más poder que los representantes políticos. Representaban y tenían una capacidad operativa superior a todos ellos. Y a la vista ha quedado de qué modo se abusó de esta autoridad en la investigación que sobre Secundaria mostró inequívocamente situaciones claramente abusivas de los dirigentes sindicales.
—La LUC, de alguna manera, ha sido la columna vertebral de este gobierno. ¿Por qué le diría a la población que es necesario mantenerla?
—Le diría que ante todo estamos a solo dos años de un gobierno que ha enfrentado a una pandemia inesperada, las consecuencias económico-sociales de esa pandemia, y las consecuencias de esa guerra europea. Dos fenómenos absolutamente impensables. Y que muestran, sin embargo, un gobierno con eficacia en el manejo de esa situación. A solo dos años de gobierno, restarle las herramientas básicas que ha planteado para seguir avanzando y dar un salto atrás, representa a nuestro juicio un error que va a golpear a la ciudadanía. Porque desanimar a la Policía y establecer que no va a haber de ningún modo un cambio importante en la educación son dos cosas definitorias. Esto significaría que no se cambia más nada en la educación. Soy sobreviviente de tres guerras en la educación. Y siempre lo mismo (se ríe): La violación de las autonomías y la privatización de la educación. La reforma del 95 no podía ser más estatista. Sus viejos directores de los tiempos liberales iracundos decían que era una reforma estatista y era verdad. Era sobre el fortalecimiento de la educación pública. Yo no he visto nada más corporativo, más atrasado y envejecido que las gremiales de la educación. No lo digo yo, lo ha dicho José Mujica más drásticamente que yo.
—En este último tramo de la campaña el oficialismo se ha respaldado en la popularidad del presidente para defender la ley, ¿cree que eso puede reflejar una debilidad?
—No veo que la campaña haya girado en torno al presidente. Ha actuado con mucha discreción, ejerciendo naturalmente el derecho y el deber de actuar. Eso es clarísimo y para mí no tiene la menor duda. El presidente es colegislador. Presenta un proyecto de ley, ¿no tiene, no ya el derecho, sino el deber de explicar lo que está proponiendo? Luego lo discute la cámara, lo devuelve con modificaciones. (El presidente) lo promulga o lo veta. Si vetara, ¿no le explica a la ciudadanía por qué está vetando una ley? Diría que es natural que el presidente tenga una relevancia, debido a que es la primera figura del Estado y del gobierno, que está proponiendo una ley. Ha actuado con mucha discreción. Lo que ocurre es que tiene una modalidad muy abierta y todos los días da dos o tres conferencias de prensa. Le preguntan. Y, ¿qué va a decir? ¿No contesto? ¿Voy a esperar al 28?
—¿Y usted como expresidente cómo ve esa forma de comunicarse que tiene el presidente con la prensa?
—Diría que es una buena forma de comunicar. A la prueba está que ha tenido resultados en esa comunicación. Ha generado una empatía. Personalmente cada uno tiene su estilo. El doctor Vázquez era un estilo muy retraído. El presidente Mujica al revés, hablaba de lo divino y lo humano. Yo diría que estoy en el medio de todos ellos. Nunca me retraje al periodismo, pero eso sí, tenía un acuerdo con los periodistas de Casa de Gobierno. Yo llegaba de mañana, salía a almorzar a Suárez y volvía. De tarde lo mismo. Los periodistas tenían el acceso cuatro veces al día al presidente. Pero siempre en off the record cuando no pactábamos lo contrario. Yo les daba información de todo tipo, pero no reportajes todos los días. Pero cada uno rinde más en cada modalidad. Lacalle ha demostrado que rinde notablemente bien en las conferencias de prensa. Él genera confianza en el programa de gobierno, lo hizo cuando la pandemia, con aquellas conferencias de prensa cara a cara, y jugando a la transparencia. Yo creo que le ha ido bien. Vuelvo a decir que no ha tenido una participación de ningún modo exagerada.
—¿Cree que la coalición va a poder unirse en el futuro como único partido?
—Estamos unidos en el gobierno, lo cual no quiere decir que cada uno pierda su individualidad. En la propia coalición frentista, con tantos años, el Partido Comunista no pierde su individualidad. Aunque han ido en lema único. Nosotros también hemos ido en un lema único en Montevideo y todo tiende a pensar que hay una consolidación de la estructura demográfica del país. Ustedes recordarán que hace muchos años hablé de las familias ideológicas, con lo cual me dijeron de todo, de derecha a izquierda. Y hoy es notorio que hay familias ideológicas.
—A propósito de la coalición de gobierno, de la que usted fue artífice para su creación, ¿teme que haya fisuras en los multicolores con un escenario hipotético de derrota en el referéndum?
—No me ubico en esa hipótesis. De pronto hace un mes o dos podría ubicarme, hoy no.
—¿Por qué hoy no?
—Porque en la medida que uno ha ido tomando contacto con la gente advierte que el Sí no tiene la potencialidad para superar el 50% y porque además la relatividad que muestran las encuestas, siempre difíciles de entender, también va ratificando eso. Los encuestadores dan sus interpretaciones. Yo hago la mía, a la luz de mi larga experiencia en la materia. Siempre recuerdo que llegué dos veces a la presidencia y nunca hubo una que dijera que iba a ganar. Ninguna.
—Más allá de que no se ubique en un escenario de derrota, le preguntaba por la salud de la coalición.
—Pienso que llegó para quedarse, pienso que la demografía política nos ha llevado a que las familias ideológicas se ubiquen en parentescos. Alguna gente interpreta equivocadamente que tenemos un país dividido en dos partes. El Uruguay estuvo siempre dividido en dos partes. En el siglo XIX violentamente dividido, con guerras que recién terminaron en 1904. Cuando el país se civiliza, vive una dicotomía fortísima entre colorados y blancos, con polémicas muy fuertes en todos los terrenos. O sea que siempre hubo una fuerte polarización de hemisferios. Lo cual no impidió en el siglo XIX que después pactáramos una paz y el olvido de las injurias y que, a lo largo del siglo XX, pese a esos enfrentamientos, la democracia funcionara y nadie se sintiera excluido de ella. O sea, el Uruguay nunca tuvo grieta, porque aún en los momentos en que no resplandecían las instituciones siempre hubo de algún modo el espectro de ellas. Hoy también hay dos hemisferios, quizás más variados que en otros tiempos.
—Acaso la grieta se puede advertir en las redes sociales, donde el nivel de crispación es alto.
—Las redes sociales son un factor extraordinariamente disruptivo. En la política y en la vida social. Porque afectan no solo a la democracia, por cuanto hiere el concepto de representación, y que el ciudadano cree que se representa a sí mismo haciendo tuits o haciéndole un Facebook al gobierno, sino que naturalmente afecta la vida social. La comunicación entre la gente hoy es muy instantánea y muy activa, más que nunca. Y la exposición al riesgo de esa irresponsabilidad pseudoinformativa, la tenemos todos. La tienen los jugadores de fútbol, los cantantes, la tiene toda figura que tenga un poquito de relevancia pública. Distorsiona mucho, en ocasiones puede hacer daño. Hasta ahora no se ha demostrado que sea capaz de construir. Las redes son dispersión, son un gran coro desafinado.
—En el que también los políticos tienen una participación activa.
—Por desgracia.
—Y esto se ha visto especialmente en esta campaña. Hay cruces permanentes entre dirigentes de primera línea. ¿Y qué pasa el día después? Usted decía que no hay grieta en este país.
—No… esto está en el mundo, está en nuestro país y no creo que sea determinante. Personalmente creo que hay un uso abusivo de Twitter. El presidente Trump inauguró lo de los presidentes tuiteros. Y yo a todos los amigos que tuitean mucho les digo: “Cada vez que hagan un tuit cuenten hasta 10 primero”. Porque es algo tan reactivo como la ruleta. Y el que actúa reactivamente se arrepiente al rato.
—¿Cree que estos golpes de inflación que hemos tenido pueden incidir en el resultado?
—El buen o mal humor ciudadano siempre es importante, aunque no sea decisorio. Personalmente me da la impresión de que este es un caso que la gente entiende. A veces es muy difícil explicarle a la gente la mecánica por la cual se llega al aumento de los precios, y la naturaleza de la inflación, de la cual no están de acuerdo ni los grandes economistas. Pero cuando la gente ve hoy una guerra, y la ve dramáticamente, hay que ser muy insensato para no advertir que hay inevitables consecuencias. Tiendo a pensar que por el momento haya una compresión mayor hacia ese tema. El mundo entra ahora en una transición muy grande. El otro día Luis Mosca decía, con mucha inteligencia, que, así como el Covid muta, la globalización muta. Y que ahora estamos viviendo una nueva mutación de la globalización que supone el fin de la era dorada de la globalización liberal, que empieza a limitarse en el 2008 con las medidas de restricción financiera con la crisis bancaria, y ahora sube un escalón más de restricción con las medidas de Estados Unidos frente a China en materia digital y otro aún más profundo cuando salen a liberarse los países europeos del tema energético. Hemos entrado en otra etapa histórica. Va a haber una transición energética y a su vez reaparece un concepto que es el de la seguridad nacional. La globalización había hecho desaparecer esas visiones pensadas del Estado nacional y ahora volvieron con fuerza. No solo desde el lado militar e informático sino también en los abastecimientos. Alemania es un caso paradigmático. Los alemanes tenían tales dependencias que hoy tienen que volver a pensar en alemán.
—Hubo un tema que se sumó en la recta final de la campaña y es la situación de los campos del senador Guido Manini Ríos, señalada por un informe de la Inspección del Instituto Nacional de Colonización. ¿Cree que eso puede tener alguna incidencia en la elección?
—Personalmente creo que no va a tener ningún impacto. No hay ninguna acusación del tipo moral ni hay ningún beneficio en juego. Hay un debate jurídico sobre una condición de colono o no sobre alguien que sin ninguna duda es propietario y que en su tiempo pagó sus campos. No estamos en un debate que hiera de algún modo la moral del general Guido Manini. Que ahora haya aparecido este tema, revela otra cosa. Que salga un informe reservado a 15 días de una elección evidentemente lo obliga al Directorio de Colonización a un esfuerzo importante para saber dónde estuvo esa filtración. Porque esto fue una agresión política.
—El precio de los combustibles ha sido un dolor de cabeza en los últimos meses para el gobierno. ¿Cree que serán necesarias nuevas modificaciones normativas una vez que pase el referéndum?
—Creo que no. Este mecanismo ha tenido una virtud que es la transparencia. Hoy sabemos qué está en juego en cada ítem de los combustibles. En los 10 últimos años del Frente Amplio sobrepagamos US$ 800 millones sobre el precio de paridad de importación. Se ha ganado en transparencia. Ahora el combustible es un producto muy sensible y lo va a hacer más aún por los tiempos que vendrán, por la transición energética.
—¿Qué opinión le merece la polémica sobre la aparición pública o no del exministro de Turismo Germán Cardoso en los actos de campaña?
—Son planteos domésticos y locales de los partidos, que todos los sufren.
—¿Sigue creyendo que la coalición precisa un espacio de coordinación más práctico? ¿Algo más institucional?
—Hay que ir mirando los acontecimientos. El presidente ha preferido otros mecanismos de negociación o mejor dicho de coordinación. Y hasta ahora ha funcionado. De modo que ya veremos cómo va siguiendo la vida. La política es flexible y tiene que ir respondiendo a momentos y circunstancias. De pronto podemos funcionar mejor, quizás. Pero ya lo dirá el tiempo.
Información Nacional
2022-03-23T23:27:00
2022-03-23T23:27:00