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Procurando frenar la inflación, desde hace poco más de cinco años el Banco Central (BCU) aplica una política que busca incidir sobre el costo del dinero —la tasa de interés del mercado— para que su cantidad circulante aumente pero en forma más moderada. Eso volvió a ocurrir en 2012, pero en dicho año por primera vez esa variable mostró un aumento de un solo dígito.
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Oficialmente a partir de setiembre de 2007 el BCU usa la tasa de política monetaria como instrumento para incidir en el costo del dinero y su cantidad circulante. Esa tasa fijada por la autoridad monetaria opera como referencia para el mercado de préstamos de pesos a corto plazo entre instituciones bancarias del sistema, lo que —en teoría— a mediano y largo plazo incide sobre el crédito, el tipo de cambio, la demanda agregada y finalmente la inflación. Si dicha tasa aumenta (sesgo contractivo de la política monetaria) se hace más atractivo ahorrar los pesos en lugar de gastarlos. Por el contrario, cuando baja se estimula el gasto y la expansión del dinero circulante.
Con la inflación en los últimos años por encima de los niveles esperados por el gobierno (de 4% a 6% anual), el BCU tendió a subir la tasa de referencia, que pasó de 6,25% anual a comienzos de 2010 a 9,25% desde diciembre pasado.
Acompañando el crecimiento de la actividad económica y el aumento de los ingresos de la población, la cantidad de dinero (los agregados monetarios) creció todos los años desde 2003. Pero debido a esa política monetaria decididamente contractiva, a partir de 2010 comenzó a hacerlo más lentamente.
Los agregados monetarios M1 y M2 son los más utilizados para medir la cantidad de dinero en las economías; el primero comprende los billetes y monedas en circulación más los depósitos colocados “a la vista” (que se pueden retirar en cualquier momento), y el segundo incluye también las colocaciones a plazo fijo. Esas variables aumentaron frente al año anterior 17% y 18% en 2010, 10,6% y 17% en 2011 y el año pasado crecieron en ambos casos por debajo de dos dígitos: 9,6% y 8,6% respectivamente.
Limitaciones.
De todas formas, la política monetaria en Uruguay tiene una enorme limitación que ocurre porque una gran parte de las transacciones económicas se realizan en dólares. La proporción de los agregados monetarios en pesos (M1 y M2) respecto al Producto Bruto Interno es de 6% y 9%, respectivamente. Mientras, si se tienen en cuenta además los depósitos en dólares (el M3) esa relación llega a casi 50%.
Eso reduce en gran medida los efectos de la tasa de política monetaria sobre la cantidad de dinero circulante y por lo tanto la demanda de los consumidores, ya que solo actúa sobre las transacciones en moneda nacional (para las que se hacen en dólares la referencia es la tasa internacional que actualmente está cercana a 0%).
Según muchos analistas, a dichas limitaciones para lograr que en Uruguay una política monetaria de sesgo contractivo tenga los efectos deseados se agrega como dificultad que el gasto público se incrementó y que el poder adquisitivo de los salarios en algunos sectores de actividad subió más que la productividad de los trabajadores. Eso, sumado a un contexto de altos precios internacionales de los alimentos y otras materias primas, explica que la inflación se resista a bajar.
Velocidad.
Junto con la moderación en el ritmo de crecimiento de la cantidad de dinero se dio recientemente una disminución de su velocidad de circulación.
Si el dinero circula más rápido entre la población (pasa de mano en mano, o entre cuentas) significa que los agentes prefieren desprenderse del mismo lo antes posible; este es un indicador que sirve para aproximarse a la demanda de dinero. Si la velocidad de circulación disminuye es porque hubo más demanda de los agentes por los saldos monetarios.
En los últimos años, junto con la expansión económica creció la demanda de dinero, lo que supuso una baja continua en su velocidad de circulación. Sin embargo, el ritmo tendió a ser cada vez más lento, lo que sugiere que la demanda de dinero comenzó a desacelerarse junto con los agregados monetarios.
En 2012 los agregados comprendidos en el M1 redujeron 5,6% su velocidad de circulación con respecto al año anterior, como se aprecia en el cuadro.