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Una viene de Estados Unidos, en la onda de comedia familiar llena de enredos y plagada de estrellas en cada uno de los papeles. La otra llega desde Croacia, en la onda de comedia familiar llena de enredos pero sin estrellas, a pesar de que Miki Manojlovic es un rostro bastante conocido desde “Underground” de Emir Kusturica. Y bien, las similitudes temáticas son precisamente las que hacen la diferencia, porque mientras la primera (El gran casamiento) es una tontería llena de lugares comunes y muy escasa gracia, la otra (Todo queda en familia) se las ingenia para sacar partido de las características de sus personajes, hacerlos creíbles a pesar de sus comportamientos poco éticos, sus indiscreciones y sus secretos muy (mal) guardados.
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El gran casamiento pudo haber sido una comedia clásica de los años 30, cuando reinaban las screwball comedies: ningún personaje se comporta según las reglas sociales burguesamente aceptadas y esas excentricidades deben ser la principal fuente de comicidad del asunto. Sin embargo, es una remake de una película francesa de Jean-Stéphane Bron (“Mon frère se marie”, 2006) donde se han modificado convenientemente algunos detalles. El que se casa es Alejandro (Ben Barnes), un colombiano adoptado por una rica familia americana de Connecticut. El padre (Robert De Niro) vive con una amante (Susan Sarandon) y tiene otros dos hijos legítimos habidos con su ex esposa (Diane Keaton). La mayor (Katherine Heigl) tiene serios problemas conyugales y el menor (Topher Grace) no los tiene porque no solamente es soltero sino que ha hecho la promesa de mantenerse virgen hasta que se enamore de verdad.
El lío viene cuando Alejandro (cuya novia es Amanda Seyfried, muy desaprovechada) confiesa que ha invitado a su madre biológica, y esa señora colombiana muy católica no acepta el divorcio y no sabe que los padres adoptivos del nene no viven juntos, y para peor la mujer que vive con el padre ni siquiera está casada con él. Así que en un par de diálogos se resuelve que De Niro y Keaton finjan ser una pareja normal mientras la pobre Sarandon se muerde las uñas. Ha sido la mejor amiga de Keaton y le robó el marido, así que hay derecho a esperar enfrentamientos dignos de una comedia familiar ingeniosa.
Pero no. Es asombroso cómo el director y libretista Justin Zackham desperdicia todos y cada uno de los pretextos cómicos para diluirlos en banalidades sin gracia alguna, empezando por la relación entre el triángulo principal, siguiendo por la parejita de novios (insulsa), por los hermanos con problemas (inocuos), por el cura católico que observa todo con estúpida complacencia (el peor papel para Robin Williams en su carrera) y hasta por los padres de la novia, que tienen lo suyo. Todo el potencial del tema se desperdicia lamentablemente, y el elenco de primeras figuras hace lo que puede (pero no lo que debe) para mejorar las cosas, sin resultado. Preston Sturges sabía hacerlo mejor setenta años atrás.
Todo queda en familia transcurre en Zagreb, pero podría ocurrir en cualquier lugar de Italia, España o América Latina, tal es la similitud de personajes y situaciones a pesar del idioma croata, de los años pasados en la ex Yugoslavia comunista y las brutales guerras de hace apenas veinte años. Esta gente de clase media acomodada incluye a un mujeriego impenitente aunque veterano y con problemas de próstata, a su mujer algo más joven y deseosa de tener un hijo por fertilización in vitro, al hermano menor de él, medio bohemio a quien su mujer acaba de echar de la casa, a esa misma mujer ya no tan joven pero que se ha conseguido un amante juvenil y vividor, y otra gente que luego se sabrá qué papel juega.
Dos familias bastante disfuncionales, porque aquel tipo tan mujeriego esconde una doble vida con otra mujer y hasta un hijo (algo que su propia esposa ansía hace años), y su hermano no se conforma con su situación, la cual desea recomponer aunque tiene muy poco para ofrecer. No es una tragedia, ni un melodrama familiar, ni siquiera un drama costumbrista. Es una comedia muy especial que sabe manejar sabiamente las situaciones poco ortodoxas en que se meten sus personajes y utiliza la casualidad, los sentimientos encontrados de los protagonistas, las coincidencias afortunadas o desafortunadas de encuentros y desencuentros, para plantear con gracia, desenfado y sobre todo mucho desprejuicio, situaciones familiares que esconden varias ironías y artimañas que quedan por supuesto como secretos de familia. El director Rajko Grlic posee un antecedente conocido aquí (“Para la felicidad se necesitan tres”, 1985), pero ya tiene 66 años y una larga carrera comenzada en 1970 y que abarca 28 títulos.
“El gran casamiento” (The Big Wedding). EEUU, 2013. Escrita y dirigida por Justin Zackham. Duración: 89 minutos.
“Todo queda en familia” (Neka ostane medju nama). Croacia-Serbia-Eslovenia, 2010. Dirigida por Rajko Grlic. Escrita por R. Grlic y Ante Tomic. Duración: 87 minutos.