Hay cuatro reformas importantes que el país debe encarar sí o sí, que no admiten dilación, como la de la seguridad social, en la que todos participamos, cámaras, PIT-CNT, partidos políticos. Es imprescindible apretar el acelerador por los tiempos y los costos que genera a toda la sociedad.
Otra reforma impostergable es la actualización de las normas laborales. Hay temas de negociación colectiva, pero también entender que la relación y el mundo laboral han cambiado 180 grados, y hay que actualizar y flexibilizar las condiciones actuales.
En el tema de la denuncia de la OIT, la propuesta de cambio del proyecto de negociación colectiva la vemos parcial porque hay temas que no toca, como la negociación bipartita y por empresa.
También hay sectores y dentro de ellos empresas micro y familiares que a veces no se pueden sostener, entonces tiene que haber un descuelgue más práctico donde se lo justifique ante una presentación de documentación en el Ministerio de Trabajo y se produzca en forma automática. No a través de un proceso de análisis y decisiones.
La reforma más importante, que tenemos en carpeta y la que apoyamos a ojos cerrados —que inclusive fuimos parte de la propuesta con la creación de Eduy21—, es la de la educación. Hay cambios que se están haciendo, pero hay que acelerar.
Y la otra reforma fundamental es tener un país ágil en su aparato estatal, no solo la descripción de cargos públicos, las asignaciones presupuestales, las determinaciones salariales, sino también la digitalización de los procesos burocráticos. La mesa única para la inversión va por ahí, pero nos falta. Lo vemos en ejemplos tan chicos como que miramos los proventos de cada lugar para generar un timbre o un sellado para tener un ingresito propio, cosas ridículas como que te pidan la partida de nacimiento 10 o 15 veces en tu vida, cuando con una alcanza y sobra.
—Realizar las reformas que plantea implica costos políticos. ¿Cree que eso las frena?
—A fin de año pensábamos eso, pero ya no. Hoy vemos una actitud del gobierno de impulsar muchas de ellas, algunas aparecen en la Rendición de Cuentas, incipientemente, pero están. El tema es que si existe alguien en Uruguay que no entienda que estas reformas no son de un partido político, no son de una filosofía de gobierno, que no son de quien se lleva el mérito o tiene su chacrita para defender, sino que hacen al futuro y al mediano plazo… Estas reformas si se concretan van a repercutir más adelante, tal vez ni siquiera en el próximo gobierno. Si algún uruguayo se niega a ellas, no quiere que el país crezca y se desarrolle, a veces me pregunto si merece tener la celeste puesta.
—¿Cree que el sistema político y la sociedad la tienen?
—Todo cambio hace que alguno sienta que le están moviendo la silla y esa mezquindad nos lleva a no transformar. Si pensamos así no vamos a ningún lado. Los gobernantes tienen que pensar en el bien común, en política de Estado y estrategia para conducir un país. La oposición no debe estar para destruir sino para marcar si discrepa en algo, pero buscar soluciones para construir juntos. Lo decía el presidente (Lacalle Pou): necesitamos las presiones, las tensiones para ser más justos, eso es muy sabio. Tal vez, veo a la sociedad uruguaya no tan metida en estos temas por aquello de que lo urgente tapa lo importante. Se piensa en la cotidianeidad, con la cabeza baja y no en levantar cabeza en otros temas importantes.
—El presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, al analizar la Rendición de Cuentas dijo que el gobierno está alejado de los problemas de la gente y criticó la falta de inversión en políticas sociales, en vivienda y educación. ¿Usted qué opina?
—Cuando alguien se enfrenta y dice no a la reforma de la vivienda, no a la reforma de la educación, no va la reforma laboral, creo que está poniendo frenos al desarrollo.
—Dice que no tiene la camiseta celeste puesta…
—No sé si no la tiene puesta, pero está jugando un partido distinto, o no entendió el rol en el partido. A veces se antepone la necesidad de lo urgente, como decía... Cuando para tomar una decisión de política de Estado, de mirar al largo plazo están pensando en qué silla van a ocupar dentro de dos años es un problema; estás frenando el desarrollo del país.
—¿Cree que en la coalición de gobierno no están pensando en qué silla ocuparán en dos años?
—Lamentablemente ya empezó ese tema a estar arriba de la mesa, no sé si tan frontal pero soslayadamente está. Por eso creemos que las reformas son urgentísimas y hay que llevarlas adelante ya. Cada minuto que pasa va a estar más arriba de la mesa qué puesto se va a ocupar el partido que viene, en vez de saber si vamos a salir campeones.
—¿Cómo evalúa el manejo fiscal del gobierno?
—Desde el primer día vimos con beneplácito, no por este gobierno sino para cualquier gobierno, que haya una regla fiscal estándar y una administración responsable. Aunque los adelantos salariales que se dieron a funcionarios públicos son de nuestro bolsillo y nadie me preguntó si quería darlo. Falta un poco de sincronía, porque capaz mi bolsillo está flaco para darle el ajuste al empleado privado.
Pero ha habido un manejo excelente de la deuda y del déficit fiscal, y se le exigió a las empresas públicas una rendición en el gasto y la inversión. Cuando se ve que el Estado empieza a manejar sus empresas con criterios de eficiencia y productividad, da cierta alegría; y si además logramos crecer, captar inversiones, aumentar las exportaciones, sabemos que se va en camino de bajar el déficit, bajar la deuda y tener más divisas para aplicar en políticas sociales. No podemos reclamarlas si no hay con qué, por suerte se ha generado, sin olvidarnos que con la pandemia se han tenido que distraer fondos, que la guerra influyó en temas como la inflación y, sin embargo, hemos transitado estos períodos y no hay en el horizonte ningún ajuste fiscal por la vía de incrementos de impuestos.
—No hubo suba de impuestos, pero los combustibles acumulan un aumento relevante y la inflación sigue lejos del rango meta, con el dólar cayendo. ¿Está bien para la CCE esa ecuación de competitividad?
—Propusimos que se implante el precio de paridad de importación (PPI) en los combustibles porque entendíamos que eso nos daba transparencia y nos acomodábamos al mundo. Fue casi pegarnos un tiro en los pies, porque después de propugnar por eso, a nivel internacional los precios subieron y nos llevaron a aumentos de costos. Pero por otro lado nos da la tranquilidad de que estamos ante precios justos y no que encubren subsidios.
Hay sectores, como el transporte de carga, preocupados por el incremento de costos y por no perder pie en la competitividad, pero bueno, se buscarán otras herramientas. Y tenemos claro que todavía estamos por debajo del PPI; el gobierno ha puesto conciencia en no seguir incrementando para no afectar la competitividad.
—El sector empresarial encontró en este gobierno mayor sintonía y eco a planteos de la confederación. Sin embargo, la carga tributaria y la inflación no ceden...
—Hay una dicotomía social entre el empresario y el trabajador. El empresario es un ciudadano como cualquier otro. A veces se mal interpreta y se cree que el empresario es de derecha, y eso no sé de dónde sale, empresarios hay en todos lados. El gobierno tuvo la sensibilidad de atender y escuchar los planteos que hicimos. ¿Todos? No. ¿En la medida y la urgencia que queríamos? No. Algunos temas los tomaron y están avanzando; eso es bueno.
La inflación, junto con la informalidad, es el impuesto más caro que tenemos todos los uruguayos. Son los elementos que más nos preocupan, porque no estaríamos hablando de negociación colectiva si no hubiera inflación. Capaz que el reclamo por los salarios no sería tal. Y por la inflación alta el gobierno pidió adelantar los correctivos, lo que la mayoría va a acompañar. Pero ¿quién iba a pensar que Estados Unidos tendría una inflación de 10%, o que el combustible estaría más caro en Europa que en Uruguay?
Aquí la inflación tiende a irse amortiguando. La expectativa de crecimiento del PBI de más de 4,5% para este año va a llevar a que la inflación pueda acomodarse en torno al 8%, y que en los próximos años pueda tener una tendencia a la baja y arrimarse al famoso rango meta. Eso ya es una buena noticia; y con la política monetaria llevada adelante está previsto que el tipo de cambio tome un cierto impulso, para que tengamos un crecimiento del valor del dólar de acá a los próximos meses.
—¿Esa expectativa de que el tipo de cambio va a subir en los próximos meses se las transmitió el equipo económico?
—Está dentro de la previsión que tiene el gobierno y debemos creerle, porque hasta ahora lo que han dicho se ha venido dando.
Estimamos que va a estar cerca de $ 45 a fin de año y que la inflación puede bajar un punto respecto al año pasado. En esa línea, en dos o tres años vamos a llegar a un acomodo de cifras a como se venía antes de la pandemia. Y lo hemos tenido en el caso del empleo, que es de las variables más importantes.
—¿Cómo analizan los últimos anuncios en política exterior?
—El gobierno está llevando adelante una política muy inteligente de apertura. El presidente anunció algo que pedíamos a gritos, que es tratar de adherir al Acuerdo Transpacífico; es fundamental, lo hizo Chile hace muchos años. Uruguay tiene que mirar al mundo para crecer; y si la región no entiende que hay que ser flexible, tenemos que hacer acuerdos binacionales con o sin Mercosur. Esto no implica salir del Mercosur. Se nos mira como los malos de la película, pero muchos países del Mercosur han realizado gestiones binacionales, han tomado medidas de ajustes de aranceles individualmente y han hecho acuerdos comerciales con otros países sin importar el tamaño, basta recordar Paraguay con Taiwán. No nos frenemos, estamos dentro de la legalidad.
Impulsamos toda apertura sea con quien sea. Más de uno me ha comentado sobre el sistema político chino; yo no me estoy casando políticamente con China. Se trata de sentarse a negociar, como país tenemos que ir hacia ahí; si queremos abrirnos, sabemos que tarde o temprano nos va a pegar mal en las ineficiencias que tengamos.
- Recuadro de la entrevista
La educación se hizo “paté”