—A pesar de las pequeñas dimensiones del país, todo diplomático extranjero que esté aquí tiene la impresión de vivir en un lugar más grande de lo que es, simplemente por el protagonismo que tiene Uruguay frente a los otros países de la región, y por los papeles muy importantes que cumple en el exterior, como por ejemplo su Presidencia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Hay cosas que me impactaron durante estos tres años. Tenemos con Uruguay una cooperación bárbara, muy buena, que ha reforzado nuestra relación.
—Usted se había propuesto avanzar en un posible tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. ¿Por qué es siempre tan difícil lograrlo?
—Porque la región... Porque el desafío es grande. Son negociaciones muy complicadas. Lo que queremos obtener con los países del Mercosur es un acuerdo de asociación, que como tal debe tener tres patas: una política, una de cooperación y una de comercio. Lo comercial es lo más complicado, hay intereses grandes de ambos lados, que no siempre son compatibles y entonces, como se dice muchas veces, hay que poner un poco de agua en el vino. Lo que esperamos hacer es... Bueno, los acontecimientos recientes desde luego que no ayudan, pero la idea era hacer un intercambio de ofertas durante la Presidencia pro témpore brasileña, un punto importante de avance. Todo lo que tiene que ver con lo político estaba casi resuelto, la cooperación no es complicada, lo comercial lo sigue siendo. Nosotros tuvimos la intención de tener una nueva ronda de negociaciones antes de fin de mes en Brasil, pero se postergó. Entonces, nos damos cuenta de la necesidad que tiene el Mercosur de reflexionar sobre lo que está sucediendo en su interior antes de poder negociar nuevamente con la Unión Europea. No sabemos cuánto va a durar, pero va a haber una pausa.
—¿Que el Mercosur resuelva qué es lo que quiere?
—Este tipo de acuerdos son muy ambiciosos. Un acuerdo mínimo no sirve para nada. Estamos negociando con un conjunto de países sofisticados, con los cuales necesitamos un acuerdo de alto valor y si no, no vale la pena. Por lo tanto, necesitamos frente a nosotros un conjunto de países que saben más o menos lo que quieren. Todos los días miramos cuál es la realidad del Mercosur y... ¡Es cambiante! Digamos que no es estática, sino dinámica.
—¿Cómo se ve al Mercosur desde la Unión Europea, cómo se lo define?
—El problema del Mercosur es que no se promueve de buena manera. No hay autopromoción del Mercosur, ni siquiera hacia las poblaciones de sus países. La Unión Europea tampoco tiene la capacidad de comunicar bien lo que es, pero se hace un esfuerzo constante, algo que no ocurre en el Mercosur, donde no hay un circuito de comunicación. Habría que pensar en eso para el futuro.
—Usted dijo que el acuerdo en lo político está prácticamente resuelto. Ahora bien, el Mercosur suspendió días atrás a Paraguay e ingresó a Venezuela...
—... Vamos a ver cuál procedimiento se utilizará para hacerlo, pero es cierto que la decisión política está tomada.
—Primero hubo un problema con Argentina por YPF. Europa cuestionó que no se respetaron los contratos y que hay incertidumbre jurídica. En contraste, Europa elogió a Uruguay, un país “distinto” que respeta los contratos. Pero ahora, de manera muy cuestionada, ingresa Venezuela, un país a su vez cuestionado por su incertidumbre jurídica. ¿Lo político seguirá siendo un asunto virtualmente acordado o también eso puede variar?
—Soy diplomático y por lo tanto debo ser cuidadoso. Nosotros tenemos la intención de negociar un acuerdo comercial ambicioso con el Mercosur. No vamos a decir con cuál Mercosur se debe negociar. Es obvio que dentro de un tiempo se decidirá y el Mercosur será lo que sea. No tenemos la intención de negociar con una parte del Mercosur, sino con todo el Mercosur. No podemos poner condiciones, pero es obvio que con las dificultades que existen no es el momento más propicio para acceder a una negociación. Es un período difícil. No vamos a hacer juicios de valor sobre la situación del Mercosur, no vamos a complicarlo aún más.
—Parece ser la negociación por un tratado de libre comercio más larga de la historia.
—Hay otros casos. Pero sí, es larga. Y es frustrante. El hecho de lograr la zona de libre comercio más grande del mundo es algo que deseamos desde siempre, pero bueno...
—Además, mientras tanto, otros juegan su partido. Por ejemplo, la gestación de la Alianza del Pacífico...
—Sí, es un tema interesante para América Latina. El otro tema interesante es ¿quo vadis, América Latina? Parece obvio que los países del Mercosur están mirando hacia Asia, lo sabemos, pero eso no significa que un tratado con la Unión Europea tenga menos valor. Hay quienes dicen que la situación en Europa complica, pero eso en términos de un acuerdo con el Mercosur no debería afectar en lo más mínimo, y además justamente cuando estamos en crisis buscamos mercados. El contexto es complicado para avanzar en una negociación que sigue siendo prioritaria para la Unión Europea. Ahora bien, el tiempo de que disponemos para esta negociación no es indeterminado.
—¿Cuánto?
—No lo sé, pero no demasiado. No se puede perder un moméntum en una negociación. Puede haber una pausa para reflexión, pero no se puede perder mucho tiempo porque ya se ha hecho mucho trabajo.
—¿Y están descartados otros formatos, como negociaciones con países individualmente?
—Para nosotros no es una opción.
—¿Comparte el criterio de que lo político puede superar a lo jurídico?
—Para nosotros los tratados son la Biblia. Europa es así porque hay instituciones que funcionan y se respetan. Hubo momentos durante la evolución de la Unión Europea en los que tampoco se respetaron algunos de los tratados, pero luego se corrigió, porque si no eso, nunca termina bien. De todas formas, son los países miembros del Mercosur los que tienen que decidir cuál es para ellos el valor de los tratados que firman. Para nosotros la base jurídica, en cuanto a la integración europea, es fundamental. Esa es la base sobre la cual se puede hacer política. Hay que tener mucho cuidado. No me quiero meter en esta discusión tan importante entre lo político y lo jurídico pero para nosotros la base es jurídica y sobre ella se puede hablar de política.
—¿Qué evaluación realiza de la destitución del ex presidente Fernando Lugo en Paraguay?
—La declaración que hizo la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, es que hay que respetar los deseos del pueblo paraguayo. Seguimos muy de cerca lo que dicen los organismos regionales y queremos acompañar un proceso que es complicado, pero sin tomar una posición fuerte aún sobre lo que pasó.
—Como embajador de la Unión Europea en ese país, ¿reconoció a las nuevas autoridades?
—No. Lo que estamos haciendo es evaluar. La semana que viene visita Asunción una delegación del Parlamento Europeo que va a tener reuniones con el actual gobierno, con el anterior y con la sociedad civil, para evaluar mejor la situación. La idea es no perjudicar a la población de Paraguay y por eso vamos a seguir con nuestro vínculo con ese país y con toda la cooperación que tenemos con ellos. En cuanto al proceso político, estamos siguiendo muy de cerca lo que está ocurriendo. Hasta ahora no hubo reconocimiento del nuevo gobierno porque todavía la situación no es clara.
—¿Qué percepción tiene sobre cómo están evaluando los eventuales inversores europeos lo que está ocurriendo en esta región?
—Un inversor mira muy bien el contorno jurídico de un país para ver si funciona y si se respeta. Lo que busca el inversor es la previsibilidad. Todo lo que afecte a esta percepción no ayuda. Dicho eso, este país sigue siendo muy atractivo para inversores europeos.
—¿Pero considera que ven a Uruguay de una forma distinta a otros países de la región?
—Este país es conocido por respetar la ley y los inversores están tranquilos cuando invierten en Uruguay. Cuando uno mira la región en su conjunto, hay actitudes que no cumplen con esto, como por ejemplo lo que pasó con YPF en Argentina. En ese sentido, este país tiene algunas diferencias.
—Por la escala de Uruguay, muchas veces para un inversor lo atractivo es toda la región y no solo el mercado interno. Desde ese punto de vista, ¿la situación actual no puede estar afectando a Uruguay?
—Todavía no son señales que captamos en ese sentido. Nosotros seguimos manteniendo el mismo nivel de consultas y de inversiones reales de europeos en el país. Uruguay sigue siendo muy atractivo. ¿Sirve como puerta de entrada a un Mercosur complicado? Eso lo deben definir los propios inversores.
—¿Qué evaluación realiza de la gestión del presidente José Mujica?
—Lo que destacan todos los embajadores es la gran accesibilidad que muestra este gobierno para resolver los problemas. Lo que puso Mujica sobre la mesa en marzo de 2010 fue un programa muy ambicioso. Hay algunas cosas que se lograron y otras que quedan por hacer. Cinco años capaz que es poco para lograr todo lo que se puso como objetivo en ese famoso discurso del 1º de marzo, que fue muy bueno. Lo importante es dar hacia afuera señales políticas coherentes. Yo diría que es un tema que siempre hay que tener en la mente en un país pequeño. La actitud de Uruguay hacia Europa durante este gobierno de Mujica y el anterior de Tabaré Vázquez ha sido muy positiva. Un pequeño país, cuando se maneja bien y cuando tiene un solo discurso hacia fuera, puede tener un gran impacto en las relaciones internacionales.
—¿Ha tenido alguna señal en los últimos tiempos sobre que esa “coherencia” que Uruguay debe emitir hacia el exterior ha sido afectada?
—Sabemos que hay posiciones dentro del Frente Amplio que son distintas. Es normal, también nos pasa a nosotros. Pero cuando se trata de comunicar con el exterior, es muy importante saber cuáles son los socios más importantes. Europa lo es, desde siempre. A veces lo olvidamos porque es muy obvio. Pero es importante que el actual gobierno y el futuro se den cuenta de la importancia de mantener muy buenos lazos con Europa, no solamente por todos los motivos históricos, culturales y lingüísticos, sino porque nosotros miramos a Uruguay y a América Latina como un conjunto de países que comparten nuestros valores. Estoy convencido de la oportunidad histórica para Uruguay de diversificar sus mercados y contactos internacionales. Pero que el país no se olvide de la importancia que representa Europa en el concierto de las relaciones internacionales que tenga.
—¿Eso lo dice porque percibe señales de olvido?
—Sí. Uruguay ahora está mirando a la Alianza del Pacífico y a China desde la óptica comercial, pero hay otras cosas que hay que tener en cuenta. Que no se olviden de Europa. Es simplemente un recordatorio. Con Europa se pueden hacer cosas que no se pueden hacer con otras partes del mundo porque tenemos el mismo enfoque. Hay un montón de sectores donde trabajamos ya con Uruguay porque el nivel de entendimiento es muy alto. Pero hay muchas otras cosas que se pueden hacer. Se trata de profundizar los lazos.
—Algunos dirigentes políticos uruguayos le critican al actual gobierno los cambios que introdujo en política exterior y lo acusaron de improvisar y de haber modificado el rumbo histórico del país. ¿Qué opinión tiene sobre eso?
—Es obvio que hay un poco de zigzag, pero en cuanto a la relación con Europa eso no afecta. Nosotros tenemos el marco comercial muy definido y tenemos una cooperación bárbara. Uruguay tiene una imagen muy buena en Bruselas. Para eso colaboró mucho la visita que hizo a la Unión Europea el presidente Mujica el año pasado.
—¿Cómo hace un diplomático para transmitir a su sede la cantidad permanente de mensajes que emite el gobierno uruguayo?
—Es verdad que hay días que no son fáciles. Pero hay una línea del gobierno y es bastante clara. El primer país que se atreve a lanzar la idea de legalizar la marihuana es Uruguay y no podía ser otro. Eso tuvo una repercusión mundial. A mí me gusta eso. No es un país aburrido para los diplomáticos. Uno mira el periódico y dice: “¡Y esto! ¡Y esto otro!”. Nunca tuve la impresión de que este es un lugar de jubilados. Aquí también todo el mundo opina sobre todo. Eso demuestra que es un país altamente abierto y que todas las opiniones valen.
—¿Considera que Uruguay puede adoptar un rol de articulador entre los grandes del continente?
—Esa debe ser su apuesta. Tiene que mediar entre los grandes del continente, lanzando ideas, como lo hace, y fomentando una discusión sobre a dónde debería ir la región, que nos parece muy importante. Tiene que fomentar que se defina eso.