Apenas volvía de las vacaciones cuando Pablo Mieres lo visitó en su casa y le propuso que fuera su compañero de fórmula en el Partido Independiente (PI) para las próximas elecciones nacionales. Conrado Ramos se tomó su tiempo antes de responder. Si bien le gusta la política, esa no es su profesión ni quiere que lo sea. Además, haber trabajado en el gobierno de Tabaré Vázquez y en los primeros meses del mandato de José Mujica le hizo perder pie en el ámbito académico, un espacio que hace poco tiempo logró recuperar.
Pese a las dudas iniciales, el ex subdirector de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y docente en el Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales aceptó la propuesta y es desde esta semana el candidato a vicepresidente por el PI. Desde ese lugar, uno de los más visibles en un partido “chiquitito”, pretende impulsar la discusión política de temas que considera claves para que Uruguay dé un “salto cualitativo hacia el desarrollo”, dijo en entrevista con Búsqueda.
Ramos no reniega de su pasado frenteamplista, pero advierte que una vez que llegó al poder, el Frente Amplio incurrió en las mismas prácticas que les criticaba a los partidos tradicionales, como utilizar la cuota política para ocupar los cargos de gestión sin tener en cuenta la capacidad técnica de las personas. Ese proceso, opina, se profundizó durante la administración de Mujica, y puede provocar una “pérdida de credibilidad” de las instituciones democráticas uruguayas.
La expectativa de Ramos de cara a las elecciones nacionales es que ningún partido obtenga la mayoría parlamentaria y que el PI alcance una votación en octubre que le permita ser el “fiel de la balanza” durante el próximo período legislativo. El candidato a vicepresidente considera que, si eso se concreta, el PI debe negociar con cualquiera de los partidos que gane y “vender caro” su apoyo al nuevo gobierno. Pero ese precio no debe reflejarse en cargos, sostiene, sino en los temas que pueda incluir en la agenda de la nueva administración.
—Pensé mucho antes de aceptar el ofrecimiento. No soy un político de profesión y tampoco me voy a dedicar a la política como profesión. Puedo contribuir a que el partido instale en la agenda algunos temas que no son de fácil venta a la ciudadanía y que no son de rédito electoral rápido. El PI es un partido chiquitito que está empezando a crecer. Lo que debe hacer es tomar determinados temas con mucha seriedad e instalarlos en la agenda, aunque no sean de apoyo y clamor masivo, porque no es un partido de masas, entonces se puede dar esos lujos. Cuando sos un partido de masas tenés que hacer promesas electorales. Acepté porque tengo la libertad, que me da el partido, de decir lo que pienso, aunque implique que no me voten. En ese sentido es una oportunidad preciosa.
—¿Qué temas cree que debe instalar el PI?
—El programa del partido dice “el crecimiento no es desarrollo”. Es la versión de los cepalinos: crecer no es lo mismo que desarrollarse. Para poder dar el salto cualitativo hacia el desarrollo tenés que vencer ciertos cuellos de botella que tiene el país que se arrastran desde hace décadas. No son culpa del FA, son problemas del país que los partidos tradicionales tampoco han tenido capacidad de lidiar con ellos. Primero, políticas productivas. La matriz de producción no se ha transformado como para poder incorporar innovación y tecnología. Si no generás trabajo calificado vas a seguir contando con ‘diezmilpesistas’, por más políticas sociales que sigas desarrollando. Si no tenés éxito en transformar la matriz productiva, vamos a estar en problemas, sobre todo cuando se acabe la plata. Hay que generar políticas públicas de calidad. Una de ellas es profesionalizar la política. Cuando un gobierno llega debe poner a la mejor gente en los cargos de gestión y limitar al mínimo el sistema de cuotas políticas. Yo no estoy en contra de que haya operadores políticos, en todos los países los hay. Lo que no podés es ponerlos, cuando no tienen las competencias adecuadas, a cargo de las unidades de dirección de gestión en el Estado, simplemente porque tengo que darles trabajo a los muchachos, a mi militancia. Eso le da bronca a la ciudadanía. Ojo con el Latinobarómetro, porque en los últimos datos estamos acompañando a América Latina en la pérdida de credibilidad de las instituciones. Esto es fundamental, no solo con los temas de corrupción, sino con los temas de ética en la política.
—Cuando era oposición el Frente Amplio criticó a los partidos tradicionales por este tipo de prácticas. ¿Qué opina de la conducta del FA una vez en el poder?
—La gente había depositado toda la confianza en un partido que venía criticando todo el acomodo, y hacemos exactamente lo mismo, e inclusive más amplificado porque las fracciones del FA son más notorias. Ahora esas disputas son muy ventiladas, y esto produce descrédito en la ciudadanía.
—Algunos lo podrían cuestionar por plantear un sistema tecnocrático...
—No es tecnocracia porque la burocracia va a responder a los lineamientos políticos. Es tecnificar la gestión, pero que va a estar al servicio de los lineamientos políticos. No puede ser que estemos diez años con esto del ferrocarril y después nos chantajeen que, o van sin licitación directa o no se hace. Si querés ser serio y pegar un salto de calidad, no podés seguir trabajando así.
—¿Cree que eso se exacerbó durante el gobierno de Mujica?
—Claramente. Hay una tónica distinta. Pero el Frente todavía no entendió que no puede seguir peleándose en la prensa por las cuotas políticas. Eso la gente no lo banca. En sus repartos políticos tiene que ser menos evidente. Tiene que haber un liderazgo presidencial, que es importantísimo. Que diga que alguien no está capacitado para asumir tal cargo. Y pagar los costos de eso.
—¿Esa fue una de las cosas que lo desilusionaron, que lo llevaron a irse del gobierno?
—No fue el mayor detonante por el cual me fui. Fue el retiro de la confianza política. Cuando Mujica me pide que siga en el cargo, me dice que le íbamos a dar con todo. Cuando veo que lo que me van dejando es una función de “escribinos dos hojitas y nosotros vemos lo que hacemos”… no tenía sentido seguir. Y el presidente no estuvo dispuesto a dar esa lucha. Me fui porque no tenía las condiciones mínimas de trabajo.
—¿Pero por qué no seguir dentro del FA, aun fuera del gobierno?
—Yo estoy orgulloso de haber sido parte del gobierno de Vázquez, fue una buena administración. Pero el Frente borró la reforma del Estado de su agenda. Constanza Moreira lo está diciendo. En el fondo soy una persona que sigue queriendo mucho al FA, no voy a hacer una campaña antifrentista. ¿Que estoy decepcionado? Sí. No me sentí respaldado cuando desde el entorno de la Presidencia me persiguieron políticamente. Pero a mí lo que me interesa es instalar los temas que nos van a hacer salir del subdesarrollo y pegar un salto en calidad. Eso es lo que me anima a seguir en el debate político y en haberme ido de esa tienda y seguir en esta otra.
—Si ningún partido obtiene la mayoría parlamentaria, ¿debe el PI negociar para dar esa mayoría?
—A quien la vaya a tener, ya sea partidos tradicionales o el Frente Amplio, el PI, en caso de que sea el fiel de la balanza, tiene que vender muy caro su apoyo. Tiene que vender muy caras sus ideas. Sus ideas son el capital social y político que tiene y no tiene que negociar los cargos. Lo que no tiene que pasar es que estires al máximo tu negociación por la cantidad de cargos que pudiste sacar y después empezar a mirar para atrás a ver a quién ponés en esos cargos. Para el partido integrar un gobierno de coalición está dentro de las posibilidades siempre y cuando estén las condiciones políticas, desde la agenda de temas hasta procesos políticos de cómo se negocian las cosas en el Parlamento. Y no para tener nuevamente mayorías regimentadas. Justamente, una de las ventajas del PI es que cuando no está de acuerdo con algo del FA no forma parte de sus fracciones y no tiene que votarlo. Aclaro que no ha estado en discusión ni con el FA ni con los partidos tradicionales la posibilidad de integrar el Ejecutivo. Yo no lo descarto, pero puede ser un arma de doble filo. Tenés responsabilidad pero perdés independencia, puede generar un efecto de disciplinamiento.
—Viendo el mapa electoral, después de junio puede darse una polarización entre el FA y los partidos tradicionales. ¿Cómo afecta eso al PI? ¿Por qué alguien les daría su voto y no optaría por volcarse a uno de los dos polos?
—Tengo un tutor alemán que estuvo en el país hace poco y me toreaba y me decía: “¿Por qué los van a votar a ustedes? ¿Son ecologistas? No. La agenda inclusiva es más de Constanza (Moreira) que de ustedes. La izquierda está representada por el Frente Amplio y la derecha por los partidos tradicionales, así que por el clivaje ideológico, ¿por qué los van a votar a ustedes?”. Ese es un dilema de este tipo de partidos como el nuestro, y es un dilema del que el Partido es consciente. Una estrategia es convencer de que este es un voto útil porque vamos a hacer que se instalen en la agenda temas que los partidos políticos en Uruguay no han tenido la capacidad de instalarlos. Me acerqué al PI porque los vi como gente seriota. Y no me gustaría perder esa característica, no me sentiría representado.
Carrera política con las empresas públicas
—Usted sostiene que en año electoral los directores de empresas públicas “caen con inversiones” para lanzar sus carreras políticas. ¿A quién se refiere?
—Me refiero al Antel Arena.
—Dice que Carolina Cosse utiliza esa inversión para posicionarse políticamente…
—Claro. Y (Raúl) Sendic. Volonté en su momento. Las inversiones tienen que estar negociadas al comienzo del gobierno. Una vez que se planifican, el directorio de la empresa tiene que gestionar a partir de eso. Una planificación de inversiones donde intervienen las agencias centrales, el Ministerio de Economía y los directorios de las empresas. Y los directores de las empresas no están para hacer carrera política. Son profesionales que podrán pertenecer a partidos políticos, pero primero son profesionales. En todo caso, el que mejor hace carrera política es el ministro. No puede ser que sea más importante el presidente de Ancap que el ministro de Transporte.
No es ni contra Sendic, ni contra Cosse. Es que no debemos tener a las empresas para este tipo de cosas. Las empresas tienen que brindar servicios y ellos son ejecutores de lo que se definió políticamente al más alto nivel, no son los presidentes de los entes los que marcan las políticas públicas.