El cine uruguayo no está hecho con tus ojos

El cine uruguayo no está hecho con tus ojos

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2100 - 3 al 9 de Diciembre de 2020

¿Qué se ve cuando se ve cine nacional? Según un estudio recientemente presentado por el colectivo Mujeres Audiovisuales Uruguay (MAU), lo que muestran las películas nacionales es resultado de profundas desigualdades dentro del sector.

El colectivo MAU, que nuclea a estudiantes y trabajadoras del sector audiovisual uruguayo, surgió en enero de 2019 a raíz de la percepción de una gran escasez de mujeres en la industria y de la desigualdad de trato que reciben. El primer objetivo que se plantearon fue sistematizar información para que algunas de estas percepciones se convirtieran en datos reales, y a partir de allí fomentar el desarrollo de acciones concretas y políticas públicas para mejorar esas inequidades.

Como el propio informe expresa: “Las desigualdades que enfrentan las mujeres trabajadoras del audiovisual son similares a las que enfrentan las trabajadoras en distintos ámbitos del mundo laboral”. Y aunque está claro que esto sucede en todo el mercado de trabajo, siempre es bueno entender cómo operan las desigualdades de género en cada sector, en particular cuando se trata de una industria que lo que produce son bienes simbólicos, que transmiten valores y construyen identidad.

El estudio, recogido en la publicación titulada ¿Quiénes cuentan las historias?, arroja datos a partir del análisis de la producción de cine de ficción y documental en Uruguay, entre 2008 y 2018. Los números obtenidos no son más ni menos alentadores que los números para estadísticas similares en otros países del mundo, como España o Estados Unidos, lo que muestra que las desigualdades de género son un problema sistémico de la industria audiovisual a escala global.

A partir del estudio de datos para cada uno los roles analizados (1), las autoras demuestran que la producción cinematográfica en Uruguay presenta una estructura fuertemente masculinizada. Por ejemplo, para el año 2018 apenas 19,1% de los cargos fueron ocupados por mujeres, mientras que los hombres ocuparon 69,1% (en el resto de los puestos se observa una ocupación mixta). En el período de 10 años estudiado no se evidencian cambios significativos que den cuenta de una mayor participación de las mujeres en el sector. Si se considera por ejemplo el rol de dirección, se observa que siete de cada 10 películas son dirigidas por hombres (76,6% frente a 18,2% de mujeres). Otros rubros extremadamente masculinizados son, por ejemplo, la dirección de fotografía (82% frente a 11,2%), sonido (91,7% frente a 1%), montaje (73,7% frente a 14,4 %) o guion (69,1% frente a 15,9%). En realidad, de los 10 roles analizados siete presentan una amplia mayoría de hombres, dos presentan una distribución equitativa (producción y dirección de arte) y uno se encuentra feminizado (vestuario), reflejando la división sexual del trabajo más tradicional en la que los hombres ocupan los cargos de mayor estatus y responsabilidad.

Si bien estas cifras no sorprenden, no deja de ser fuerte confirmar lo que ya se sabe: que las historias que cuentan las películas (en general, y en este caso las uruguayas en particular) están escritas en su mayoría por hombres, que los ojos que las filman son principalmente masculinos y que el carácter que define la dirección y el montaje está marcado por la testosterona.

Estos datos refuerzan lo que muchas personas vienen analizando desde hace décadas en la academia: que estamos acostumbradas/os a una mirada aparentemente “desmarcada” que en realidad corresponde a la mirada del “hombre, blanco, heterosexual”, como afirma la teórica estadounidense Donna Haraway (2002). Para Haraway, es necesario insistir en la naturaleza “corporizada” de la visión, ya que el poder de la mirada se ha basado siempre en la idea de que existe una categoría desmarcada: una mirada que pretende ser universal, siendo en realidad parcial (“el truco de dios”, como le llama ella, que mira todo desde ninguna parte).

Siguiendo a Haraway, es importante entonces tomar conciencia de que la mirada detrás de los productos audiovisuales que se consumen día tras día es una mirada fundamentalmente masculina. Solo a partir de esa conciencia se puede comenzar a actuar para equilibrar la balanza.

Por eso, las MAU hacen hincapié en que la importancia de su diagnóstico es brindar información para transformar la realidad. A partir de allí, la responsabilidad es compartida: se necesita tanto de la implementación de políticas públicas como del compromiso de los agentes del sector, que deben estar dispuestos a implementar cambios reales y a perder algunos de los privilegios que históricamente han tenido.

(1) Guion, dirección, producción, dirección de fotografía, dirección de arte, montaje, sonido directo, posproducción de sonido, vestuario y música.