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Los resultados de la encuesta final de intención de voto de Cifra realizada entre el 13 y el 20 de octubre son: Frente Amplio (FA), 42%; Partido Nacional, 31%; Partido Colorado, 17%; Partido Independiente, 3%; Unidad Popular, 1%. Ningún otro partido llega a medio punto porcentual. Un 2% dice que votará en blanco o anulará su voto, y el 4% restante aún no sabe qué votará.
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Los cambios con respecto a los resultados de la encuesta anterior, de mediados de setiembre, son modestos: el FA pierde un punto (de 43 a 42%), los blancos 2 (de 33 a 31%), y los colorados ganan 2 (de 15 a 17%). Aun así, estos modestos cambios tienen implicaciones. La intención de voto hacia el FA había caído lenta pero sistemáticamente entre febrero (45%) y agosto (41%), pero en setiembre esa tendencia se frenó y cambió de signo: el FA mejoró su intención de voto en dos puntos porcentuales, de 41 a 43%. El nuevo resultado muestra que setiembre no fue el punto de partida de una tendencia creciente. Ahora pierde un punto de los dos que había ganado, volviendo a 42%.
Los blancos pierden dos puntos (de 33 a 31%), y los colorados ganan exactamente dos puntos (de 15 a 17%), confirmando la tendencia al alza del voto colorado que otras encuestadoras ya habían señalado. El Partido Independiente (3%) y la Unidad Popular (1%) se mantienen sin cambios.
La proyección de Cifra
El campo de esta encuesta se realizó entre el 13 y el 20 de octubre: en promedio, unos diez días antes de la fecha de las elecciones del domingo próximo. Por lo tanto, los acontecimientos de los últimos diez días podrían afectar las intenciones de voto. Asumiendo que esto no ocurre, o que esos cambios son pequeños, el análisis del 4% de indecisos registrados en la encuesta conduce a la siguiente proyección: el FA tendría el 43%, los blancos 32%, los colorados 18%, el PI 3,3%, y la UP/AP 0,7%; un pequeño porcentaje de votantes (que no llegaría a medio punto porcentual) optaría por otros partidos, y el resto, algo menos de 3%, votaría en blanco o anularía su voto.
Normalmente, Cifra reporta los resultados de las encuestas preelectorales redondeados al entero más cercano, para evitar una falsa imagen de precisión. En las proyecciones, sin embargo, el redondeo puede ocultar resultados políticamente significativos entre los partidos con intención de voto más pequeña; por eso se indican los resultados exactos del PI (3,3%) y de UP (0,7%). Con estos resultados el PI puede llegar al Senado (y duplicar su bancada legislativa); para la UP, en cambio, será difícil conquistar una banca en Diputados.
Los resultados de la proyección de indecisos son iguales a los de la última encuesta preinternas, en mayo, excepto por el PI y la UP (para el PI, 2% en mayo y 3,3% ahora; para la UP, menos de medio punto en mayo y 0,7% ahora). En particular: el FA 43%, y blancos más colorados 50%, justo antes de las internas y nuevamente ahora. En 2009, en cambio, en la última encuesta preinternas el FA también estaba en 43%, pero en la elección llegó a 48%, cinco puntos porcentuales adicionales. Blancos y colorados sumaban 47% justo antes de las internas, y terminaron votando, redondeando, apenas un punto menos (46%). La diferencia entre las dos campañas es muy clara: en 2009 el FA subió 5 pp. entre las internas y la elección, y blancos y colorados bajaron 1 pp. Ahora, en 2014, el FA sigue igual (preinternas y proyección), y blancos más colorados siguen igual (50%). Para los partidos de la oposición la evolución de la campaña posinternas es casi igual a la de 2009 (habían perdido un punto en 2009; ahora están igual). La diferencia está en el FA: ganó cinco puntos en 2009, y ahora no ganó ninguno.
Salvo que los resultados del domingo 26 difieran significativamente de la proyección, esta conclusión seguirá en pie: en 2009 y nuevamente en 2014 blancos y colorados llegaron a un pico preinternas (entre otras razones porque les importan y se esfuerzan mucho más que el FA), luego decaen, pero al final se recuperan llegando hasta aproximadamente el mismo lugar. En 2009 el FA no tuvo ese pico; luego de las internas creció sostenidamente y sumó cinco puntos. En 2014, en cambio, no sumó nada. Cómo se explica esta diferencia es un problema distinto y bastante más complicado; la diferencia en sí misma parece muy clara.
Con esos números, para que el partido más votado (el FA) tuviera mayoría legislativa propia o ganara la Presidencia en primera vuelta esta proyección tendría que estar equivocada en bastante más que el margen de error de la encuesta. Con estos datos el FA podría llegar a un máximo de 46%, y los otros tres partidos con representación parlamentaria, sumados, a un mínimo de 50%. Teniendo en cuenta los cambios de los diez últimos días eso podría ocurrir, pero es muy, muy poco probable. Especialmente teniendo en cuenta la lenta evolución de las intenciones de voto a lo largo de la campaña, y también la evidencia histórica. Según esa evidencia, en las tres últimas elecciones (desde que el sistema de partidos adquirió su formato actual, de dos “mitades” aproximadas) es más fácil que ocurran “corrimientos” de último momento (y por tanto desviaciones en las estimaciones de las encuestas) dentro de la mitad hoy opositora, que tiene partidos y candidatos diferentes, que entre las dos mitades. La frontera entre las dos mitades es más inhóspita; dentro de la mitad opositora, en cambio, es bastante más porosa.
La proyección sugiere que blancos y colorados, sumados, están al borde de la mayoría parlamentaria propia, pero que eso ocurra o no está dentro del margen de error de la encuesta. En cambio, blancos, colorados y PI (los tres juntos), sí tendrían mayoría parlamentaria. Una eventual mayoría parlamentaria FA-PI es la menos probable de las tres alternativas, aunque no imposible.
El tramo final de la campaña hacia el domingo 26
Es difícil señalar cuáles han sido los acontecimientos más importantes del tramo final de la campaña, los potencialmente más influyentes sobre las preferencias electorales. Sin ánimo de exhaustividad, aquí se señalan tres puntos probablemente importantes. El primero de ellos es la discreta pero casi segura emergencia (o reemergencia) del tema de la seguridad en minorías no desdeñables del electorado. Esto sería al menos parte de la explicación de la “levantada” colorada.
En segundo lugar, se puede decir que la consigna “por la positiva” terminó siendo, de alguna manera, la más influyente de la campaña. Una nota desde Salto publicada en “El País” el sábado pasado (18 de octubre) sostiene: “La campaña ‘Por la positiva’…está traspasando las fronteras del Partido Nacional. Vázquez también entiende que la ciudadanía no quiere descalificaciones entre los candidatos… [y lo cita textualmente, entre comillas:] ‘La gente no quiere que salgamos a pegarle a nadie, no solo que no lo quiere, sino que lo rechaza, estoy seguro que lo rechaza’.” En un reportaje emitido por El Observador TV el viernes pasado (un resumen del cual fue publicado en “El Observador” del sábado 18, el mismo día que la nota citada de “El País”), el autor de esta nota sostuvo: “La campaña ‘por la positiva’ toca un sentimiento fuerte, sobre todo entre la mitad [del electorado] sin camiseta puesta…Atiende a una preocupación genuina para que la gente no se siga peleando…Vázquez está por la positiva. Es un discurso centrista, equilibrado, no insulta a nadie…No usa la expresión ‘por la positiva’, pero actúa por la positiva”.
“Objetivamente”, aquí no hay nada nuevo. Me consta que desde hace al menos cinco años varios encuestadores (incluyéndome) han señalado reiteradamente esta fatiga del público con el clima prevaleciente en las disputas entre partidos y candidatos (especialmente en el público “sin camiseta puesta”, sin identificaciones partidarias, que forma la mitad del electorado que decide las elecciones). El primer candidato presidencial que aplicó esta idea sistemáticamente a su campaña fue Lacalle Pou. Al principio muchos observadores opinaron que no era una buena idea, porque de alguna manera iba en contra de la necesidad de todas las figuras nuevas de diferenciarse de sus competidores. A pesar de estas dudas, la perseverancia de Lacalle Pou con la idea, y sobre todo con su aplicación práctica, lo llevó, primero, a “apropiarse” de la consigna, y luego, como una vez apropiada nadie la reclamaba para sí, la consigna terminó siendo un gran factor diferenciador entre Lacalle Pou y los demás candidatos, exactamente al contrario de lo que algunos temían al principio. Es probable que nadie lo haya planificado exactamente así, pero así fueron las cosas. Llegados a este punto, el tema “por la positiva” se transformó en uno más de los que ya diferenciaban claramente a Lacalle Pou de los demás candidatos, y por esa vía se consolidó como una de las facetas centrales de su nueva imagen política. Concisamente: de alguna manera “por la positiva” fue la consigna ganadora de la campaña.
En tercer lugar: en los últimos días se volvieron claramente visibles ciertas fricciones entre el presidente Mujica y el candidato presidencial, Vázquez. Estas fricciones ya se notaban en un reportaje que Vázquez concedió a Búsqueda, publicado en su edición del 16 de octubre. Ayer miércoles 22 esas fricciones hicieron los titulares de tapa de “El País” (“Mujica se cruza con Vázquez sobre economía y marihuana”) y “El Observador” (“Cierre de campaña turbulento. Tabaré Vázquez recibió fuego amigo en la recta final…”). Aunque la prensa esté especialmente atenta a esta clase de episodios, en este caso los motivos de las fricciones eran muy significativos, incluyendo, entre otros, la presunta existencia de dos equipos económicos en este gobierno, idea compartida por muchos observadores y rechazada por Mujica, y diferencias sobre el fondo y los detalles de la ley de la marihuana. Estas diferencias son problemáticas para la campaña del FA porque son interpretables (y muchos las interpretan así) como acciones del presidente destinadas a fortalecer la posición de su sector, el MPP, entre la izquierda del FA. Para que esto sea problemático para la campaña no es necesario que esa sea, efectivamente, la intención del presidente; basta con que sea plausiblemente interpretable en esos términos.
Noviembre
Teniendo en cuenta la proyección anterior para la votación del próximo domingo 26, no es razonable anticipar pronósticos para noviembre. En primer lugar, porque no sabemos qué pensará el electorado del nuevo mapa político y legislativo que nacerá el domingo. Hay que esperar la reacción de los uruguayos frente a esos resultados, reacción que podría afectar significativamente las inclinaciones de hoy. En segundo lugar, seguramente no estamos tan atentos a lo que ocurrirá en Brasil como lo está nuestro presidente, pero el lunes 27 sabremos si Dilma Rousseff logró su reelección, o si Aécio Neves es el presidente electo de Brasil. Esto podría influir en el ánimo de minorías de votantes lo suficientemente grandes como para cambiar cualquier estimación que se haga hoy. También es posible que en noviembre el tono de la campaña cambie, al menos en algunos aspectos importantes. Por ejemplo: es razonable esperar que las rispideces internas del FA registradas en estos últimos días probablemente desaparecerán o se amortiguarán mucho, y eso también podría tener consecuencias relevantes entre los votantes. Lo sensato es asumir que cualquiera de los dos, Vázquez o Lacalle Pou, puede ganar en noviembre, y que la identidad del ganador se definirá a partir del lunes 27 de octubre.