El gesto más político de todos

Escribe Fernando Santullo 

El miércoles de la semana pasada recibí un mensaje de mi hija desde Barcelona: “Papá, viste que falleció Juan Marsé el sábado 18”. Sí, había leído la noticia en Twitter, contesté. “Acá no se dijo nada, es rarísimo. Barcelona siempre les hace homenajes a todos, no entiendo por qué esta vez no se dijo nada”, siguió mi hija. Bueno, el tema es que Juan Marsé era un tipo especialmente incómodo para la camarilla que gobierna esa parte del mapa, le contesté. Difícil que le hagan homenaje a quien nunca les bailó el caldo y que, sin ser especialmente proclive a firmar manifiestos y listas de adhesión a tal o cual llamado, cada vez que escribió una novela retrató con crudeza e ironía la realidad que ese proyecto político se empeña en desconocer. Y es que cuando una obra tiene el poder de sintetizar lo humano, cuando su mirada es capaz de capturar todos los matices vivenciales del instante de sus personajes, cuando la densidad emocional de lo que describe permite entender el flujo de la vida en otro tiempo, la crítica se construye sola, por su poder evocativo, por su capacidad de conectar con el sentido de las acciones que se narran.

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