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Preocupado por la falta de explotación de unas 200.000 hectáreas forestadas con pinos que no tienen mercado, el gobierno intenta captar el interés de inversores extranjeros para lograr la industrialización de esa madera y retomar las plantaciones de esa especie de árboles, que hoy “prácticamente no son medibles”, dijo a Campo el titular de la Dirección Forestal del Ministerio de Ganadería, Pedro Soust.
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Comentó que en los últimos tiempos, jerarcas del gobierno mantuvieron contactos con representantes de empresas de Finlandia y otros países europeos, de China, de Corea del Sur y de capitales norteamericanos.
La idea es “seguir con la cadena del pino porque los productores con la poca colocación” de ese tipo de productos “al haber tenido tanto éxito la producción de eucaliptos por la demanda de las plantas de pulpa de celulosa, se dejó de podar, de manejar y de plantar”, señaló.
Las tierras forestadas con pinos están distribuidas en los departamentos de Rivera (66.283 hectáreas), Tacuarembó (61.053), Cerro Largo (36.667), Paysandú (27.500) y Treinta y Tres (11.194), según datos del censo agropecuario del Ministerio de Ganadería. Indican que el área de bosques artificiales suma 1.071.128 hectáreas, de las cuales 827.957 corrresponden a plantaciones de eucaliptos y 231.373 a pinos.
Entre los propietarios de los bosques de pinos figuran fondos de inversión forestales, capitales chilenos y de Estados Unidos, pero “también hay mucha forestación en manos de productores chicos y medianos”, destacó.
En Uruguay, el pino no se utiliza como materia prima en las fábricas de celulosa y debido a la caída de la demanda en algunos mercados por la crisis económica que primero afectó a Estados Unidos, en 2007, y después a Europa, 2008, los productores locales redujeron las nuevas plantaciones de esa especie.
Si no se recuperan las plantaciones de pinos, “en la cadena forestal y en la secuencia anual se corre el riesgo de quedar sin mercadería”, dijo ese jerarca. Recalcó: “Tratamos de recomponer esa situación y que se siga plantando esa especie, aunque no pretendemos grandes pasos en cuanto a extensiones de plantaciones, pero sí que se retome esa actividad”.
“Si bien el eucalipto tiene una colocación segura, creemos que el pino también tiene un potencial para la industria y para la generación de empleos”, dijo.
En el primer período de gobierno frenteamplista (2005-2010) la administración redujo los incentivos fiscales y eliminó los subsidios a las plantaciones de eucaliptos, pero mantuvo los esquemas de inversión para la producción de pinos. Soust comentó que eso se resolvió “especialmente para las podas y raleos (talar los árboles finos que crecen menos y dejar los mejores) que ocupan mano de obra y la madera es utilizada en los aserraderos, que generan más empleos en comparación con la industrialización para celulosa”.
El objetivo “no fue desestimular la producción de madera para pulpa si no más bien incentivar a las plantaciones de pinos y otras especies que ocupan más mano de obra y generan mayor valor agregado en el proceso industrial”, consideró.
Hace unos cinco años empezó a disminuir gradualmente la plantación de pinos y del total de proyectos presentados por las empresas el 95% es de eucaliptos y solo 5% de pinos; mientras que en la década de los ochenta y noventa había un 30% de pinos y 70% de eucaliptos. Actualmente la cantidad de nuevos pinos plantados “no es medible”, dijo el jerarca forestal.
Es habitual que el gobierno, específicamente a través de los Ministerios de Relaciones Exteriores y de Ganadería, Agricultura y Pesca, realice gestiones para el acceso de productos agropecuarios uruguayos a diferentes mercados y para mantener la corriente comercial. Consultado respecto a si para la colocación de productos forestales también se realizan ese tipo de gestiones o en este sector eso funciona diferente, Soust indicó que “el gobierno lo que hace es mostrar en el exterior lo que tiene Uruguay, sus ventajas y potencial de inversiones”. “Ahora, cuando vienen empresas con una inversión de miles de millones de dólares, traen el paquete cerrado, no hay que buscarles mercados, ni nada, porque ya tienen los proyectos absolutamente estudiados y comparados con otros países, y con un horizonte de largo plazo”, añadió.
Remarcó que para el inversor “lo que vale es la estabilidad democrática y la seriedad, que en otros países no se dan”. “Eso debemos cuidarlo muchísimo”, enfatizó.
Al repasar la evolución de la producción forestal, a partir de la ley sectorial 15.939 de 1987, el jerarca del MGAP dijo que hubo inversión local de “gente que no pertenecía al sector”, como algunos propietarios de supermercados y otros comercios” que apostaron a la plantación de árboles, y diferenció ese tipo de emprendimientos con otros de grandes capitales. “Cuando una compañía extranjera vende 35.000 o 70.000 hectáreas forestadas, esa decisión no tiene nada que ver con la forestación, sino porque en su país de origen o en otros lugares tienen otros negocios que son más redituables o tienen la necesidad de hacer caja por distintas situaciones”, consideró.
Dijo:“A veces vemos que en Uruguay se registran transacciones de grandes extensiones de campos y pensamos que la empresa que vende las tierras está fundida, y resulta que el objetivo era reforzar sus negocios en otros países”.
“El gobierno trata de que sean inversiones genuinas y que no comprendan maniobras financieras”, afirmó.