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El gobierno deja de lado la “discusión principista” y se propone revisar el arancel del Mercosur, que lo hace una unión aduanera
La nueva estrategia apunta a “mostrar resultados” con el bloque bajando impuestos de importación, primero para dos sectores “claves”, dice el director de Política Comercial del Ministerio de Economía
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Era un tema que se venía conversando entre los técnicos e, informalmente, en el ámbito político con algunos socios del Mercosur. Pero el ministro de Economía, Danilo Astori, decidió ponerlo definitivamente sobre la mesa cuando habló en el Consejo del Mercado Común efectuado el 17 de junio, en Asunción. “Estimados colegas: creo que ha llegado la hora de revisar el arancel externo común (AEC). El arancel externo común tiene 23 años. Los cambios que ha habido en el mundo, en la región y en nuestros países, han sido muy importantes, muy profundos, y por lo tanto no podemos ignorarlos. Si uno de los componentes del regionalismo abierto en el que creemos y sobre la base del cual intentamos actuar en la práctica nos dice ‘protección moderada frente a terceros’, discutamos qué quiere decir protección moderada, y veamos si llegamos a la misma conclusión que hace 23 años”, les dijo a sus colegas del bloque.
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Su discurso forma parte de una nueva estrategia del gobierno. Con Brasil como un posible aliado, se propone dejar de lado la “discusión principista”, que hasta ahora no condujo a nada, y propiciar una baja del AEC como un logro concreto empezando por dos sectores —químicos y tecnología e informática—, “claves para la competitividad de la economía”, dijo a Búsqueda el director de la Asesoría de Política Comercial del Ministerio de Economía (MEF), Juan Labraga.
Este será un tema central en la agenda de Uruguay durante la presidencia del Mercosur, que tomó en Asunción hasta la próxima cumbre.
Bajar los impuestos de importación de ciertas mercaderías debería tener como efecto una disminución de los costos de producción para las empresas y menores precios para los consumidores. “El impacto no está cuantificado exactamente, pero en las negociaciones comerciales en Uruguay se suele visualizar como el acceso a terceros mercados que se va a tener. Y está perfecto, porque es el aspecto más importante. Hay otro fundamental, que en nuestros análisis le llamamos los intereses aperturistas: los bienes sin producción nacional que se abaratarían en Uruguay. En relación con la discusión acerca de lo caro que es producir en Uruguay hay mucho que viene dado por una estructura arancelaria que es de las más altas del mundo. Todo eso hace también a la competitividad de los sectores productivos”, sostuvo.
“Discusión principista”.
El Mercosur conformó una zona de libre comercio al terminar de eliminar los impuestos aduaneros entre sus socios; lo hizo al mismo tiempo que, el 1º de enero de 1995, ascendió otro escalón en el proceso de integración al adoptar el AEC. Con eso se convirtió en una unión aduanera, aunque con listas de productos y sectores con un tratamiento especial.
El AEC, que grava las mercaderías que entran a los países del Mercosur provenientes de fuera del bloque, tuvo originalmente 11 niveles de entre 0% y 20%, aunque luego sufrió varias modificaciones. Los bienes de capital (máquinas y equipos de producción), de informática y telecomunicaciones, así como el azúcar y el sector automotriz, están exceptuados del régimen general y cada país puede fijarles el arancel que decida. Además, se aceptó que los socios pudieran tener una lista acotada de otros productos a los que no les aplican el arancel común del Mercosur.
“Hoy en día el AEC es el arancel de Uruguay en el 77% de los casos; hay muchas excepciones. Y la estructura del AEC no se condice con los principios de regionalismo abierto, porque el Mercosur es una de las zonas más proteccionistas del mundo para bienes industriales. ¿Por qué a principios de los noventa se fijó en 2%, 10%, 18% o 20%? Fue según si existía o no producción regional. Uruguay históricamente demandó que se establecieran criterios, porque al no haber criterios todas las posiciones son válidas a partir del fundamento que sea. Al final del día, lo que se ha visto es una discusión principista: mientras seguimos discutiendo cuáles son los criterios, el AEC que aplicamos es el mismo definido en los noventa. Lo que ahora estamos diciendo es que el mundo cambió, y que las cadenas de valor y productivas son otras”, argumentó Labraga. Y agregó respecto de lo que persigue la estrategia llevada adelante ahora por el gobierno: “Con un espíritu de regionalismo abierto, pasemos a discutir para cada cadena productiva, cuál es el arancel que queremos fijar. Entonces, se busca no caer en la discusión de principios sino ir por sectores productivos”.
Como punto de partida se identificaron dos sectores para los cuales el gobierno quiere replantear su arancel común. Uno es el químico, teniendo en cuenta el consenso entre los empresarios de los cuatro países del Mercosur de que su AEC vigente “tiene problemas”, explicó el jerarca. “El criterio general es el de la reducción de la protección —que es lo que marca alinearse con el mundo— y después habrá discusiones puntuales sobre cadenas específicas del sector químico”.
El gobierno también detectó problemas en torno a bienes de tecnología e informática que en los noventa no fueron considerados por el Mercosur dentro del sector de informática y telecomunicaciones, que recibe un tratamiento arancelario especial. “Hoy en día estamos aplicando el AEC a productos que claramente son tecnológicos y de informática y deberían estar exceptuados. Uruguay entiende que esos productos son fundamentales para la competitividad de la economía y que las cadenas globales de valor muestran que no se producen en la región ni tenemos expectativa de que vayan a producirse en el futuro”, alegó el director de la Asesoría de Política Comercial del MEF. Es el caso de los teléfonos inteligentes, las computadoras y todo tipo de procesadores informáticos, así como bienes de robótica, enumeró como ejemplo. “Hoy, cuando uno ve los datos de comercio, observa productos relevantes (de ese sector) que Uruguay importa y que no están” alcanzados por un AEC, señaló. “Si uno quiere ser competitivo en el siglo XXI, no es tan claro que se tenga que tener aranceles altos para esos productos. Esa es la discusión que queremos dar”, remarcó.
Y fundamentó el cambio de estrategia: “¿Cuál fue nuestra experiencia? Cuando vamos por todo, terminamos sin tocar nada. Tenemos que mostrar resultados. Probablemente el movimiento en sectores tan sensibles —sobre todo el de las tecnologías e informática, tan importante para la economía a nivel transversal—necesariamente va a desatar que muchos otros sectores digan: ‘Quiero una revisión (del AEC)’. Esa es la estrategia para lograr que efectivamente se mueva la rueda”.
El planteo uruguayo encontró buena receptividad en los demás gobiernos del Mercosur. “Esto no implica que vaya a ser fácil el proceso”, acotó Labraga.
De hecho, otro punto a negociar son los tiempos para implementar eventuales modificaciones al arancel del Mercosur. “Si hay un cambio suficientemente profundo y estructural en el AEC, va a tener que ser con un cronograma de convergencia. Uruguay lo puede aplicar inmediatamente si vamos a nivel sectorial. Después estamos en manos de las necesidades de Brasil; creemos que un plazo prudencial son dos, tres años”, comentó el jerarca.
Conforme con la estrategia uruguaya, para más adelante quedará una eventual discusión más de fondo sobre el futuro del bloque. “El Mercosur se debe una reflexión clara de hacia dónde debe ir: ¿quiere ser unión aduanera o zona de libre comercio? La agenda hoy es la de consolidación de la zona de libre comercio y no hay ninguna agenda sobre la unión aduanera. Pero es una discusión de más largo plazo que hoy ni Argentina ni Brasil están listos para tener. Pero esa discusión no debe inmovilizar a la política comercial del país”, sostuvo.