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    El hijo

    Imponente la nueva película del ruso Andrei Zvyagintsev, el mismo de El regreso, Elena y Leviatán. No te da respiro. Hay que bancarse el pesimismo, más negro que el mejor Bergman, que es decir mucho.

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    Loveless (2017, Premio del Jurado en Cannes) comienza en el apartamento —que ya está a la venta— de una pareja a punto de divorciarse, con un hijo chico. Mientras los interesados en comprar el inmueble ven el baño, la cocina, los dormitorios y preguntan por los metros cuadrados, el niño ensimismado en sus pensamientos observa por la ventana una de las poca imágenes apacibles, sin dolor, de la película: otros niños jugando con sus padres allá abajo, a lo lejos, en lo que es el mundo de los otros, un mundo que nunca podrá disfrutar.

    Sus padres realmente se odian y el niño llora solo en su cuarto. En cierto momento desaparecerá.

    Tanto la madre como el padre tienen sus respectivos amantes y una vida programada que se ejecutará, a partir de la disolución del matrimonio: la madre, con un hombre rico; el padre, con una mujer menor que él que está embarazada y feliz de darle un hijo.

    Los celulares en la Rusia contemporánea también hacen estragos y potencian más soledades. Es más importante consultar permanentemente la pequeña pantalla que demostrarle cariño al otro, ese que está delante de ti, en carne y hueso. Es más importante sacarte una selfie con tus amigas que conversar con ellas. Es evidente: primero estoy yo, después los otros. Y los hijos son los otros.

    En la Rusia contemporánea, la de Putin, la Rusia capitalista, la Policía no tiene suficiente personal para buscar a las personas desaparecidas. Si Zvyagintsev antes se lamentaba por el hombre soviético (El regreso) y más adelante por el hombre postsoviético (Elena), ahora lo hace por el hombre egoísta y excesivamente digital. Pero esto es apenas el contexto de Loveless, porque hay que ubicarla en un lugar y un tiempo.

    El ritmo de la historia, la capacidad poética de las imágenes, los brutales planos del rastrillaje y de la naturaleza ajena a la conflictividad humana y la intimidad de una sugerente banda sonora, hacen de Loveless una obra maestra. Por ahora, disponible en la web, para quien sepa bajarla.