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Es un libro huidizo a la definición. Como sucede con su autor, Washington el “Turco” Abdala, que es político colorado, abogado (¡y doctor en Diplomacia!), profesor y, desde hace un tiempo, “comediante”. El año pasado actuó junto a Sergio Gorzy y Gerardo Sotelo en el show de stand up “Algo habrá hecho” en el teatro Moviecenter.
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Abdala tiene su propio canal de YouTube donde cuelga videos caseros en los que hace chanzas sobre “El Pepe” o la política argentina, alguna vez disfrazado de Batman en el baño de la casa y otras veces personificado de mujer, con pelucas estrambóticas (como “Rosita Luxenturra de Anchorena”), con un tono de voz más bien monocorde y de dudoso histrionismo.
El bótox que el alma pronuncia resulta ser una colcha de retazos con textos más o menos breves, que se ubican entre el humor, la observación social y la crónica informativa e histórica con pinceladas de opinión mechada. Los temas tienen que ver con la identidad uruguaya en sus aspectos más negativos. Entre las afirmaciones del comediante figuran estas: “Odiamos a Tinelli pero queremos tener su guita, su capacidad de agite y sus minas”; “Odiamos a todo el que hace un peso porque nos revela nuestra ineptitud para ello”; “Sí, la red es tan jodida como la vida misma. (...) En Uruguay las redes son un espacio para la terapia del odio”.
Hay un párrafo que condensa todo el espíritu del libro, cuyas páginas se dedican a desmenuzar cada uno de los aspectos que menciona: “La cabeza de este país está algo enferma. Somos gente envidiosa, mediocre, sin espíritu de lucha demasiado fuerte, con visiones infantiles y maniqueas de casi todo, y algunas veces con algunos pocos sueños de grandeza que nunca termino de entender de dónde salieron”.
Así, Abdala hace leña de la lentitud del uruguayo, “que no es moderación”, de la “boludez crónica” y de la envidia al vecino: “El uruguayo se retuerce cuando otro la emboca en la vida, cuando otro cambia el auto o cuando el otro asciende en la escala de la movilidad social”. Y sigue con la famosa garra charrúa, la viveza criolla y el garroneo.
Se nota que es un buen lector debido a que incluye citas de autores diversos, como Julio Herrera y Reissig, Carlos Real de Azúa, Carlos Maggi, Mario Benedetti o Florencio Sánchez. Aunque puede resultar ingenioso por momentos, a los textos de El bótox que el alma pronuncia cuesta encontrarles una coherencia interna. Y en varios momentos se lee también la intención política: “Sueño como soñó el viejo Artigas, con cabeza grande. Por eso lo amamos tanto al viejo, porque nos soñó en algo gigante, en algo con proyección, no en una cueva chiquita, haciendo el aguante y hablando mal de todo el mundo”.