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    El pensamiento y la acción de José Pedro Varela

    A efectos de realizar un aporte en el tema siempre candente de la educación, nos pareció oportuno escribir estas líneas refiriéndonos a la gestión del Reformador de la Educación y, por sobre todas las cosas, analizar la proyección y vigencia del pensamiento de José Pedro Varela en el mundo de hoy, pensamiento que llevó adelante con persuasión, firmeza y coherencia, que a la postre se establece por ley, lo que durante más de un siglo fue el fundamento esencial de formación ciudadana de nuestra permanente riqueza generacional: los niños.

    Para ello hemos tomado como apoyo un ciclo de conferencias llevado a cabo allá por el año 1968-1969, llamado “Varela para la Juventud”, donde participaron hombres de la talla de Julio C. Da Rosa, Saúl Cestau, José Pedro Violante, Roberto Abadie Soriano, Pedro Freire y Oscar Bruschera.

    Dice Bruschera: “La cabal comprensión de la reforma escolar, de sus fundamentos filosóficos, de la obra educativa y de la proyección del pensamiento de Varela hacia el presente, solo puede lograrse con la previa y precisa ubicación del momento histórico en que aquel trascendente acontecimiento acontece. El hecho histórico que tiene un protagonista principal, requiere el análisis de la peripecia vital del personaje, las influencias que ejercieron sobre su pensamiento, las circunstancias que lo impresionaron o conmovieron; su particular manera de ver la realidad circundante; pero también, y casi diría con mayor medida, las tensiones sociales, las fuerzas económicas, las instituciones, la problemática entera que lo rodeaba y sutilmente penetraba en su conciencia”.

    “Varela proviene de un hogar con tradición ilustrada y gracias a ese magisterio familiar pudo corregir las habituales carencias de una formación principalmente autodidacta. Sus primeras acciones fueron literarias, conoce a Sarmiento allá en Estados Unidos, y con él, la aleccionante experiencia educativa de un país joven y con pujante impulso civilizador. Este contacto signó el futuro de su vida, porque simultáneamente conoció las obras filosóficas de Spencer y el impacto del positivismo cientificista constituye el otro pilar en el que se asienta su concepción sociológica de la sociedad de su tiempo, del país en que vivía y del país que quería crear. Cuando en 1868, de regreso, constituye la Sociedad de Amigos de la Educación Popular, actúa junto a la ‘élite’ principista, preocupada por civilizar el país cerril y chúcaro que por entonces éramos, por instaurar los presupuestos institucionales y políticos de un civismo auténtico y con raíces democráticas, por afirmar los principios que la filosofía liberal había pergeñado a lo largo del siglo, para salvaguardar los fueros del individuo y rendir devoto culto a la libertad, y para todo ello la educación era una palanca y un instrumento idóneo como no había otro, según su entender, a fin de alcanzar logros tal altos”.

    Nos aporta Cestau: “Conforme a lo proyectado pesa sobre nosotros la tarea de estudiar la proyección y vigencia del pensamiento de José Pedro Varela. La obra escrita de Varela cubre rubros muy variados, pero fundamentalmente se centran en estos dos: teoría general de la educación y metodología de la enseñanza. De sus libros hay tres cuya consulta es indispensable para poder penetrar en el ideario vareliano y desentrañar la gravitación que tuvo en todo lo relacionado con la enseñanza pública en los distintos niveles. Las obras aludidas son: “La educación del pueblo”, “Legislación escolar” y “La polémica con Carlos María Ramírez sobre lo que ha dado en llamarse el destino nacional y la Universidad”. La reforma vareliana alcanzó a la escuela, la enseñanza media y a la universidad. Enseña Alberto Zum Felde en su “Proceso histórico del Uruguay” que la reforma educacional promovida y realizada por Varela es el fenómeno más concreto del movimiento racionalista en las ideas producidas en el país en la segunda mitad del siglo XIX y como reacción con respecto al espíritu eclesiástico y a las normas conservadoras que predominaban desde la época colonial. El ideario vareliano es muy rico, muy variado, y al igual que Martí, habría podido Varela decir al final de sus días que nada había escrito sin sangrar ni pintado sin haberlo visto antes con sus ojos. A lo largo de su brevísima vida estudió mucho, pensó con profundidad, proyectó con audacia y realizó los planes pedagógicos y administrativos, buena parte de lo que se propuso. Luego de leer y volver a leer los trabajos escritos de Varela, hemos llegado a la conclusión de que tres de sus pensamientos cardinales tuvieron efectiva proyección y mantienen en la conciencia pública absoluta vigencia. Son ellos:

    “La educación debe ser obligatoria.

    La educación pública debe ser gratuita.

    La escuela debe ser laica”.

    No queremos dejar pasar por alto conceptos que se establecieron en su proyecto de legislación, y siendo fiel a sus ideas, decía Varela que era obligatorio a todos los niños y niñas de 5 a 15 años de edad el aprender, cuanto menos ciertas materias básicas. Manifestaba Varela: “la obligatoriedad de la educación salvaguarda al cuerpo social que se ve atacado por la conservación y propagación de la ignorancia. (...) Ningún padre o tutor puede abstenerse de hacer participar a sus hijos o pupilos a los beneficios que la instrucción ofrece, y los que los privan de los mismos usan indebidamente sus derechos y el Estado debe impedirles tal desviación de conducta. (...) La ignorancia no es un derecho; es un abuso”.

    Con respecto a que la educación debe ser laica, Varela argumentaba: “La escuela pública no tiene por misión perseguir un fin religioso mas sí uno social. (...) La escuela pública debe limitarse a suministrar al niño los conocimientos indispensables para que en el futuro pueda decidir a que religión adherir. (...) La escuela pública no pertenece a ninguna secta religiosa y por lo mismo debe abstenerse de toda enseñanza dogmática”.

    Por otro lado, Violante nos aporta lo siguiente: “¿Cuál era el panorama de la época? (...) Hoy lo vemos con mayor claridad que entonces: por un lado las familias patricias con acceso económico a las cultura más refinada, con medios económicos que permiten un holgado modo de vivir; por otro la masa popular, ignorante y desposeída, con pequeños núcleos de comerciantes extranjeros y militares. Varela señala con inteligencia serena las modalidades de clase que rige la conducta de algunos grupos sociales —los caudillos / los doctores— y atribuye a la política de partido la deformación de los puntos de vista en material social. Hace notar que las complicaciones de las modernas formas de gobierno exigen cada vez más conocimientos de parte de gobernantes y gobernados y que ello determina una crisis de autoridad que desactualiza al caudillo, que así viene a convertirse en elemento distorsionador de la vida política de la nación”.

    Afirma luego que “la cultura popular no permite hacerse ilusiones al respecto. Las masas ignorantes ni siquiera tienen noción de autoridad constituida legalmente. (...) A nosotros nos parece que no se ha meditado todavía en estas palabras de Varela, porque aquí hay toda una definición en materia de filosofía social. Habría grupos que perpetúan la ignorancia como él dice, y esto tendría un origen político: he aquí una diagnosis tan impecable como exacta”.

    Tenemos en nuestra rica historia las respuestas a muchos de los problemas del presente. Tenemos en la riqueza del pensamiento de hombres libres el camino a seguir. Defendamos nuestra educación y exijamos que los niños obtengan el conocimiento que los hará ciudadanos libres.

    Carlos Tucci

    CI 1.338.049-3