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    El rector de la Udelar advierte un “proceso de mercantilización educativa muy fuerte” de fondos privados con “fines de lucro”

    “Es una cosa terrible” que a la universidad estatal vaya el 58% de los más ricos y solo el 3% de los más pobres, pero esa diferencia proviene de Secundaria, opina Roberto Markarian

    Roberto Markarian Abrahamian firma títulos universitarios, uno tras otro. El año pasado estampó 8.443 firmas, aunque “el récord” es de 2016: superó las 10.000. Cada carpeta que muestra contiene 50 títulos y ya completó 20, lo que totaliza 1.000 rúbricas en lo que va de 2018. “Esta es mi profesión principal”, bromea el rector de la Universidad de la República (Udelar), mientras se acomoda en su remodelado despacho, de espaldas al cuadro del artista plástico y profesor Anhelo Hernández (1922-2010), una obra que Markarian define como “una mezcla rara, a medio camino entre un Guernica con colores y El Entrevero de Fabini hecho pintura”.

    Al rector le gusta hablar de los suyos, y contar anécdotas. Por ejemplo, comenta que su padre nació en un pueblo de la frontera sirio-libanesa y que probablemente huyendo desde Beirut viajó al Río de la Plata. Luego señala con orgullo un par de fotos: la de su hija historiadora, Vania, junto a su nieta; y la de su madre, fallecida hace casi tres años, retratada en “una pose típica de armenios”: ofreciendo sonrisa y comida. De Sergio, su “hermano famoso”, el entrenador de fútbol, dirá que está “medio retirado” de las canchas.

    Profesor de Ingeniería, nacido en el barrio Capurro aunque criado en la Unión, Markarian dice que está “cómodo” con su rectorado. A mitad de año definirá si va por un período más.

    La Udelar se maneja con un presupuesto próximo a los US$ 400 millones, y al matemático no le dan las cuentas. Dice que son partidas “insuficientes” para que la institución crezca. En el primer gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010) hubo una política “muy positiva” de inversión en la universidad, que continuó “parcialmente” con el de José Mujica, y “se estancó” en el tercer gobierno del Frente Amplio.

    Así y todo, Markarian destaca medidas adoptadas durante su gestión que culmina este año, como la extensión universitaria y la consolidación de algunas carreras en el interior del país, además de las obras, como el nuevo edificio de la Facultad de Información y Comunicación, y el proyectado local de Veterinaria, a estrenar en 2022.

    El rector se entusiasma al hablar de iniciativas de intercambio cultural y educativo como la creación del Instituto Confucio, cuyos cursos comienzan en abril para 140 alumnos, y que surgió de un convenio con la Universidad de Qingdao. “El mundo no termina en el río Óder ni en el Danubio. Hay una mitad que está más allá”, insiste, y señala un prototipo a escala del tren bala chino, un obsequio del rector de la Universidad de Jiaotong —que desarrolla el vehículo más rápido del mundo—, un “juguete” con el que suele distraerse al hilar ideas.

    Investigador nivel III de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), Markarian se afilió de joven al Partido Comunista y se desafilió en 1964, opuesto a la elección de Juan José Crottogini como rector de la Udelar. Al tiempo volvió a unirse y estuvo preso siete años durante la última dictadura (1973-1985). Su esposa, Ana María Ferrari, fue la primera decana mujer de la Facultad de Medicina (2002-2006), y se conocieron en la Asociación de Docentes de la Udelar.

    Sigue un resumen de la entrevista de Markarian con Búsqueda.

    —¿Cuál es su lista pendiente para este último tramo de su rectorado?

    —La aprobación del estatuto del personal docente —un documento jurídico que regula la distribución de cargos, grados y ceses de los profesores—, prevista para antes de julio, y la reestructura de los servicios de relaciones internacionales, porque la Universidad no tiene un aparato político de pensamiento sobre la estructura internacional de las universidades.

    —¿Por qué hace falta ese “aparato político”?

    —Uno mira la propaganda internacional con gran preocupación. Hay un proceso de mercantilización educativa muy fuerte. En Brasil cerca del 70% de los estudiantes van a universidades privadas, de las cuales la mitad son instituciones de inversión. Son fondos de inversión que operan en la educación.

    —¿Cree que existe mercantilización educativa en Uruguay?

    —Esas universidades privadas no trabajan sin fines de lucro, como declaran todas las instituciones educativas acá: trabajan con fines de lucro de base. Así opera más de la mitad del sistema universitario de América Latina. Las universidades cambiaron mucho y hay que revisar un poco esas ideas que necesitan de gente que piense.

    —Recientes investigaciones concluyen que la educación superior “reproduce y aumenta la desigualdad social”. ¿Qué responde a eso?

    —La educación superior no aumenta la desigualdad. Globalmente la reproduce en el sentido del ingreso después de la enseñanza media... Hay prácticamente cero diferencia respecto a los quintiles de ingreso hasta el ciclo medio secundario, y a partir de ahí empieza a haber una diferenciación muy grande. Pero eso no es nuevo, es parte de la historia de la institución y es uno de los grandes déficits.

    —Usted dice que la universidad no incrementa la desigualdad social...

    —Por el contrario, los esfuerzos de incorporar a sectores de bajos ingresos han sido muy grandes. El sistema de becas estudiantiles colaboró con el aumento de estudiantes del interior, que pasaron en pocos años de menos de 3% a un 11% de la matrícula. Eso muestra una tendencia clara, y fue básicamente un esfuerzo universitario y del gobierno que invirtió en eso. Los números hay que decirlos como son, porque si no, parece que nada cambiara. El último censo estudiantil (2015) dio que la mitad de nuestros estudiantes son primeros universitarios en sus familias —que también es mi caso— y ese es otro dato que muestra que la Universidad no reproduce la desigualdad social.

    —Pero los datos oficiales muestran que los más pobres no acceden a la educación superior y, según otros estudios, desde 2006 tal situación se tornó más injusta...

    —¡No! Esa última parte es totalmente equivocada.

    —Según un informe basado en datos oficiales, en 2006, entre la población de 25 a 29 años, del 20% más pobre de la sociedad apenas 2% accedía a la educación superior. En 2010, ese guarismo descendió a 1,4%. En cambio, entre el 20% más rico, 55% cursaba estudios terciarios en 2006, y 50,3% lo hacía en 2010. ¿Esto es así?

    —Acá hay dos aspectos. Primero, que esos datos no son de la población de hasta 29 años sino hasta 59 años; lo cual es una cosa rarísima y está fuera de todo padrón... Segundo, las cifras han mejorado: hoy a la Universidad va casi un 3% de los que tienen menos recursos, del quintil uno, y, efectivamente, en el quintil cinco son el 58%. Esos son los números, pero insisto: hay que mirar la pirámide social en todo el sistema educativo, donde el inmenso descenso se produce en la enseñanza media superior. Por lo tanto, es una constatación tal cual los números que estoy dando, y por otro lado, este es un componente que la Universidad como tal tiene poco que ver. Eso lo quiero destacar, porque parece que le echamos la culpa al sistema educativo cuando el problema es mucho más delicado.

    —Ahora, sea como sea, el resultado es que los más pobres, en su inmensa mayoría, no llegan a la universidad y la movilidad social es escasa...

    —Está claro que es así, en términos globales, porque los numeritos son claros, ¿no? El 58% de los más ricos y el 3% de los más pobres es una cosa terrible. Pero ese número prácticamente empieza en quinto de liceo. Es brutal eso. Uno ve en las gráficas de los anuarios del Ministerio de Educación cómo todos los quintiles aparecen juntitos en Primaria y en Secundaria, hasta los 14 años, y ahí empieza el declive, donde unos se quedan y otros se caen, pero en la Universidad no se mueven más. Ahora, encima, nos quedamos con el tope del dinero, y eso se siente. Pero con la plata que tenemos tratamos de cumplir, y a nivel político el esfuerzo se reconoce totalmente.

    —Hay quienes también le señalan la falta de planes estratégicos...

    —El documento que hicimos para presentar el Presupuesto no ha recibido más que elogios de todo el cuerpo político. Eso es un plan estratégico y está en la página web. Hacer una buena universidad da trabajo. Esta Universidad tiene 110.000 estudiantes —según el criterio de haber cursado algo académico en dos años—, y tenemos todo disponible al público, no deformamos la información. Decir que el sistema educativo reproduce la sociedad es cierto, no lo voy a negar. Eso es así, aunque decirlo me genere polémicas internas. Pero de ahí a que se produzca más desigualdad... ¡no! No voy a decir que esté todo perfecto. Ahora, de allí a decir que nada cambia… me parece que no es justo.

    —¿Será otra vez candidato a rector?

    —La respuesta que le doy a esas dos que están en la foto (señala a su nieta y a su hija) es que voy a decidirlo en mayo o junio. Yo acepté ser candidato un 14 de junio (de 2014), después de una entrevista con un médico, que me dijo: “Amigo suyo no soy, y entonces le digo que acepte. Si fuera amigo suyo le diría que no. Pero soy su médico y usted está bien”. (Ríe). Ya tengo agendada la cita para ver al médico en mayo. Yo estoy cómodo en el cargo, y eso, como digo, se me ve en la cara. El no haber decidido no quiere decir que no me voy a presentar, quiere decir que no decidí. Depende de cosas muy naturales como la familia, que pesa, la salud, y que tenga mínimas posibilidades de salir elegido. Hoy no existe el ambiente beligerante que tuvo la pasada campaña electoral. Debo decir con orgullo que las discrepancias que hubo en la campaña llevaron muy naturalmente a una complementariedad con el candidato (Álvaro Rico, decano de la Facultad de Humanidades) y con quienes lo apoyaron, y que yo elogio como una virtud de la institución.

    ?? Un Clínicas apenas “digno”

    ?? Homenaje a Chávez en “solidaridad con el proceso”