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    El “rey de la soja” argentino cree que el problema de Uruguay es su “conservadurismo estructural” y la burocracia, no los impuestos

    “Tengo debilidad” por Mujica. “Me gusta y lo aprecio porque (...) expresa los grandes dilemas que tiene la humanidad”, opinó el empresario Gustavo Grobocopatel

    “Tengo debilidad por él. Me gusta y lo aprecio”, reconoció el empresario argentino Gustavo Grobocopatel, conocido en su país como el “rey de la soja” y que planta casi 100.000 hectáreas de granos en Uruguay, al referirse al presidente José Mujica. Comparte además la visión que tiene el mandatario uruguayo sobre “los grandes dilemas de la humanidad”.

    Luego de diez años de invertir en el agro local a través de la firma Agronegocios del Plata (ADP), Grobocopatel señaló que “hay futuro” en el campo local, pero advirtió que el “conservadurismo estructural” de los uruguayos limita el desarrollo.

    En una entrevista con Búsqueda ayer miércoles 17, minutos antes de dar una conferencia en la XIV Asamblea de Antiguos Alumnos del Instituto de Estudios Empresariales de la Universidad de Montevideo (IEEM), Grobocopatel declaró que “a pesar de que sube los impuestos” Mujica puede decir “que no te está doblando el lomo, porque cuando ves la carga impositiva en Argentina, en Brasil o en Europa, te das cuenta que la carga impositiva en Uruguay no es alta”.

    “Los empresarios debemos poner foco mucho más en la calidad del Estado, que en la cantidad de impuestos”, sostuvo Grobocopatel, que es ingeniero agrónomo.

    A continuación un resumen del reportaje.

    —¿Cómo ve a Uruguay en los negocios del agro?

    —A Uruguay lo conocí a fondo en 2002, cuando creamos ADP. Era una sociedad que miraba sólo a Montevideo y la gente la miraba para irse. Había más uruguayos afuera que adentro del país. El proceso de los últimos 10 años hizo que aparezcan oportunidades nuevamente en el interior y mucha gente que está en Montevideo vuelva a mirar hacia el interior. Se revirtió el sentido de esa migración y la expectativa que estaba centrada en Montevideo y en el mundo volvió a estar adentro. Ese es un cambio fundamental en la última década en Uruguay y los agronegocios tuvieron mucho que ver en eso. La dinámica que se generó en el desarrollo agrícola tiene mucho que ver. Los jóvenes que estudian en Montevideo miran para irse a vivir a Tacuarembó, Mercedes, Salto, Fray Bentos. Hay oportunidades de trabajo y no solamente eso, sino de desarrollo profesional. Hay sofisticación y hay futuro.

    —¿Y qué se necesita para avanzar más allá de esa especie de “contracorriente” en la sociedad uruguaya que menciona?

    —Eso debería estar acompañado de una reflexión sobre el conservadurismo estructural. Los cambios culturales llevan más tiempo. Primero viene una situación económica, una crisis o algo así, y las transformaciones en lo cultural demandan décadas. Probablemente esto traiga aparejado rápidamente un cambio cultural que provoque una facilitación de los emprendedores. Porque no es que se castigue el éxito, sino la exposición pública, porque si aparece alguien hablando de su fracaso por ahí también sería castigado. Es un país que habla en el bar, pero no habla en general, que es un contrasentido de lo que pasa en el mundo. Donde hay redes sociales, todo se tiende a compartir y a construir colectivamente. En Uruguay la tendencia es: ¡uy, cuidado!, no digas, no te expongas. Tanto para decir que tuviste éxito, como para el fracaso o incluso para confesar un sentimiento profundo.

    —¿Cómo se explica entonces que una persona tan expuesta públicamente como Mujica sea el presidente de Uruguay?

    —El presidente de Uruguay me cabe en las generales de la ley porque tengo debilidad por él. Me gusta y lo aprecio porque le dio un sentido local a los cambios. Mujica expresa los grandes dilemas que tiene la humanidad sobre los cambios estructurales que hay y que son producto de la globalización. Problemas que tiene el capitalismo, de la financiación, de las relaciones entre países que tratan de crear regiones. El gran aporte de él es que le da un sentido paisano y local. En su pensamiento se filtran permanentemente los problemas que hay en el mundo. No hago un juicio de valor sobre su gestión y su gobierno porque no lo conozco. Me gusta como comunicador, para leer lo que dice.

    —Como inversor en Uruguay, ¿qué opina de las condiciones que generó el actual gobierno para los negocios?

    —Uno tiene que pensar en lo que pasa en el mundo. No quiero opinar sobre lo que pasa en Argentina estando fuera de Argentina. Pero en el mundo en general cambiaron mucho las cosas. Cuando uno tiene que evaluar lo que pasó o pasa en Uruguay tiene que ver lo que pasa en el mundo, donde hubo crisis en las finanzas, en la seguridad.

    —¿El clima para invertir sigue siendo atractivo?

    —Una de las características de la globalización es la financiación de la actividad. El flujo financiero es muy importante. De hecho podés tener oportunidades fruto de la tecnología o los recursos naturales, pero si no vienen capitales, no tienen el proceso dinámico y la velocidad que deberían tener. Vas por el camino correcto pero vas lento y no llegás. El flujo de capitales le da dimensión temporal al problema de la globalización. A Uruguay llegaron los flujos de capitales en otras épocas para invertir en sectores que no son productivos. Por ejemplo, para crear casas de fin de semana en Punta del Este y bienvenido sea. Pero esos flujos no vinieron para crear empresas uruguayas de calidad global. Las grandes empresas de Uruguay son del Estado. Uruguay trajo inversores toda la vida, pero en actividades que no fueron de generación de industrias, salvo la construcción. Con lo cual estamos en camino, a lo mejor, a una transformación positiva.

    —¿En este momento se están creando empresas de calidad global?

    —En ADP estamos haciendo un aporte a eso. Es una empresa uruguaya, que de las que integran el grupo Los Grobo es el centro de creación de innovación tecnológica. No solo en producción sino en software. Pero creo que hay casos que se empiezan a dar. Se hizo un desarrollo enorme, sofisticado y profundo en el sector agrícola y ahora hay que ir a un proceso de transformación de esos granos en productos más elaborados. Uruguay debería ser un gran productor de leche. El producto más dinámico en el mercado mundial es la leche, no es la soja. Además tiene la forestación, la carne y el arroz.

    —¿Mujica cumplió con la promesa de que “no le iba a doblar el lomo con impuestos” a los empresarios?

    —El presidente (uruguayo) cree que no te está doblando el lomo con los impuestos.

    —¿Y le está “doblando el lomo”?

    —No, no digo eso. Digo lo que piensa el presidente. Digo que no cambió su punto de vista y podría volver a decir lo mismo que dijo hace un tiempo. A pesar de que sube los impuestos, podría decirte que no te está doblando el lomo, porque cuando ves la carga impositiva en Argentina, en Brasil o en Europa, te das cuenta que la carga impositiva en Uruguay no es alta. No es alta pero tiene otros problemas. En el campo no da para tener una carga impositiva alta porque el riesgo productivo y ambiental es alto. La producción es muy errática y volátil. Si mirás la carga impositiva medida en porcentaje del Producto Bruto Interno es baja. La presión fiscal en general es baja.

    —¿Incluso con el pago del Impuesto al Patrimonio, que prevé el gobierno?

    —Hay varias cuestiones. Una es la impositiva, que si lo mirás en términos relativos podés mirar el vaso medio lleno o medio vacío, y el otro tema es el de los costos de transacción y la burocracia. Y ahí si hay mucho para hacer. No solo en Uruguay sino en muchos países. Tengo un amigo que dice: “después de una burbuja financiera hay una burbuja de la burocracia”. Hay países que van a explotar por la burocracia, que está vinculada con una mala calidad del Estado. Los empresarios debemos poner foco mucho más en la calidad del Estado que en la cantidad de los impuestos. Porque nuestras sociedades, más allá de la voluntad de los empresarios, que les gustaría pagar menos impuestos, quieren Estado. La sociedad uruguaya quiere tener un Estado activo, presente, que provea servicios públicos, educación, porque somos europeos. Nuestro gran tema de debate es la calidad del Estado. Cómo ayudamos a mejorarlo. Que en lugar de demorar dos años para crear una empresa, que sea como en Dinamarca que tardás cinco días. La carga impositiva de ese país debe ser el doble de la uruguaya y el problema de la ministra de Economía danesa era cómo hacía para bajar a cuatro días el tiempo para crear una empresa.

    —Usted dice que la carga impositiva en Uruguay es menor que en otros países. Pero los productores locales advierten problemas por el alza de los costos...

    —Los impuestos resuelven una tensión entre la redistribución por vía del Estado y los incentivos para las inversiones. Si el impuesto es muy alto en Uruguay lo que va a haber es más distribución, pero se va a destruir el emprendedurismo. Y ese proceso de emprendedores que empiezan a generar empresas y esa reversión del sentido de la migración se van a parar. Ahí tenés un costo también. Cada país debe determinar cuál es la cantidad exacta de impuestos que permita equilibrar esa tensión.

    —Como empresario, ¿a usted no le cambian las condiciones si el gobierno de un país donde invierte es de izquierda o de derecha?

    —Los empresarios somos tomadores de las condiciones que hay. Y lo que hacemos es votar con nuestras decisiones. Si nos parece que los impuestos son muchos invertimos menos, o crecemos menos. No es solo un tema impositivo, sino también ver si hay carreteras, comunicaciones, menos burocracia. La presión impositiva es relativa a los bienes y servicios públicos que se generan. Estoy de acuerdo que se hagan obras de caminería rural, que se cree la Universidad Tecnología, que haya una educación pública de calidad.

    —¿Seguirá apostando a Uruguay?

    —Venimos invirtiendo permanentemente, queremos mucho a Uruguay, tiene un futuro fantástico. Uno de los problemas que tiene el país que es fruto de ese conservadurismo estructural y es que no se generen empresas multinacionales uruguayas. A los uruguayos les cuesta abrirse y percibirse como parte de la región. Se ven más como víctimas de lo que pasa en la región. Eso hay que cambiarlo. La experiencia que hacemos con Los Grobo apunta a eso en la asociación con ADP para que sea una empresa con una fuerte integración con la región y el mundo. Eso no se puede hacer bajo la forma de organización tradicional. Un uruguayo no puede comprar una empresa en Argentina, porque vale más. Como tampoco un argentino no puede comprar una firma en Brasil. Entonces debería tener un socio en otro país.

    Y ahí aparece el otro tema: si el uruguayo está culturalmente adaptado a sobrevivir con un socio. Uruguay es un país que además de conservador ha sido muy autorreferenciado, muy centrado en sí mismo. Detrás de esa inferioridad teórica, hay también un orgullo uruguayo. Eso de que nadie me va a venir a decir lo que tengo que hacer, vivo tranquilo, que nadie me joda. Esa parte impide que haya uruguayos socios de empresas multinacionales.

    —Inversores extranjeros manifestaron recientemente su temor por el “avasallamiento sindical”. ¿Cómo ve el papel de los sindicatos en el país?

    —La forma del trabajo está cambiando. El trabajador hoy es como llamaba Peter Drucker, un trabajador del conocimiento. Es un trabajador que se transforma en una persona fundamental para la compañía. Si no hay un buen trabajador la compañía no es competitiva, por lo cual empieza a invertir en sus trabajadores para desarrollar esos talentos. En la medida que ese círculo ocurra, el trabajador se hace cada vez más empleable, lo que significa que puede trabajar en esa compañía pero puede trabajar en otra compañía o puede ponerse por su cuenta, porque una de las competencias que se le da al trabajador es el emprendedurismo, es la capacidad de transformarse él en empresario. El día que nosotros logremos que los trabajadores quieran todos ser empresarios, o emprendedores, estamos generando un ecosistema de negocios, de libertad, de movilidad social, de equidad y de inclusión absolutamente nuevo. Es muy raro lo que pasa con los sindicatos, que ponen foco en la defensa del salario pero no en la defensa de la empleabilidad. Los sindicatos deberían trabajar para quedarse sin socios.

    —Eso si se parte de la base de que ser empresario es deseable y bueno...

    —Un líder sindical moderno debería querer la libertad de sus socios. La defensa del mejor salario está en que se transforme en un tipo imprescindible para la empresa en la que está trabajando. Hay un porcentaje de los trabajadores que estructuralmente no tienen esa capacidad. El problema son las proporciones. Si querés un país en el que haya 80% de emprendedores y 20% de trabajadores condenados a la defensa del sindicato o si se prefiere un 80% sindicalizado y 20% emprendedor. Yo por mi naturaleza creo en la libertad de la gente y su poder creativo.

    “Felicito que abran la frontera de Uruguay y Brasil”, aunque “las peleas” en el Mercosur son “un retroceso enorme”

    —Empresarios agrícolas plantearon al presidente José Mujica la necesidad de profundizar el dragado del canal Martín García para que puedan ingresar barcos con mayor calado. Pero no avanzan las negociaciones con Argentina para eso.

    —La lógica de la globalización es que la forma de gobierno ya trasciende el Estado nación y pasa a ser regional. Yo soy pro Mercosur y felicito que abran la frontera entre Brasil y Uruguay. Para mí no tendría que haber más aduanas, debería haber un flujo libre dentro de la región de personas, bienes, la gente radicarse en los lugares que más le guste. Eso en una época se decía, bueno si estamos así nos van a invadir los brasileños. Pero nadie invade porque nadie quiere vivir en un lugar distinto del de donde es. Un brasileño de Marañón no se siente bien viviendo en Tacuarembó. Lo que va a haber es un flujo de dónde se instalan las industrias, va a haber más reestructuración del sistema productivo de la fuerza de trabajo, y eso va a generar más productividad. Con lo cual yo todas las cuestiones, las peleas y esta lucha yo la veo como un retroceso enorme.

    —¿Le gusta el Mercosur actual?

    —No. Yo sueño un Mercosur con convergencia macroeconómica y hasta con moneda única, a pesar de que ahora el tema de la moneda única está mal visto. Sueño con un Mercosur con tasas de interés parecidas, con un banco global que financie proyectos integrados, sueño con empresas integradas, de hecho Los Grobo es un ejercicio de empresa integrada.

    —Eso es complicado si se tiene en cuenta el creciente proteccionismo en el bloque.

    —En el Estado está todo porque es un Estado que se percibe como Estado nación cuando la globalización lo destruye. Vamos a un concepto mucho más regional. La globalización estimula la localización y la integración regional. Por poner el ejemplo de España: más Cataluña y menos España, más País Vasco y menos España, pero al mismo tiempo más Comunidad Europea. Es como decir, más Uruguay, más Río Grande do Sur, más Paraguay, más noroeste argentino, más pampa húmeda como disociaciones del Estado, pero al mismo tiempo más coordinación entre todos.