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Hace dos años funciona en el predio del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (Latu) un centro de capacitación con equipos de última generación para conocer los procesos de producción de vanguardia que se utilizan en las industrias alrededor del mundo. Aunque es el único de su tipo en Latinoamérica, recibe poca demanda por parte de las empresas uruguayas y está “muy subutilizado”, dijo a Búsqueda el representante regional de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi), Manuel Albadalejo.
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Esa entidad es la que brinda el apoyo técnico al denominado “Centro de Automatización Industrial y Mecatrónica” (Caime) que gestionan el Ministerio de Industria y la ex UTU. Su misión es ofrecer capacitación en mecatrónica, una disciplina que une las ingenierías mecánica, electrónica, informática y de control en un enfoque moderno que es utilizada a nivel global para diseñar, desarrollar y administrar procesos de producción.
Para Albadalejo, en el Caime está la tecnología disponible que le permite a una industria ver lo que necesita para ser más competitiva, sin la necesidad de salir a una feria tecnológica internacional. Pero “lo más probable es que todavía no exista la conciencia y el conocimiento de parte del sector productivo de lo que la mecatrónica puede hacer para su actividad. No existe la demanda por parte del sector privado de las competencias técnicas que requiere la industria”, agregó.
A pesar de ello, como el equipamiento está, al igual que la “predisposición” del gobierno de encarar una transformación productiva, para el español —que hace un mes y medio llegó al país para asumir al frente de la oficina regional de la Onudi— Uruguay está en el “momento perfecto” para “replantear el concepto de industrialización”.
Sostuvo que el hecho de que el país tenga un marco legal que crea el “Sistema Nacional de Transformación Productiva y Competitividad”, y que haya logrado cambiar su matriz energética, sienta las bases para el surgimiento de un nuevo tipo de industria, que agregue valor a través del avance tecnológico en los diversos sectores.
Industria 4.0 y “matrimonio”.
Para ello, el representante de la Onudi cree que Uruguay debería incursionar en la industria 4.0 —que refiere a la Internet de las cosas, la digitalización y automatización de los procesos— así como en el concepto de “economía circular”. Son dos de las áreas donde Uruguay debe “mirar para conseguir que su industrialización sea sostenible, que no sea un modelo obsoleto y anclado en políticas viejas y no tan productivas”, comentó. Y sobre ese punto abundó: “Hablamos de salir del concepto de industrialización en base a sustitución de importaciones, o de concebir al Estado como una entidad paternalista a la hora de promover la industria a través de subsidios. Estamos hablando de un concepto mucho más dinámico que abre al sector privado a una nueva forma de hacer negocios y al sector público a una nueva forma de hacer política” industrial.
Para Albadalejo, el “matrimonio” entre el Estado y los privados en esos ámbitos “puede conseguir que Uruguay se convierta en uno de los primeros países en la región que abrace el concepto dual —de industria 4.0 y economía circular—, lo que le pondría por delante de los competidores de manera mucho más inmediata”.
El encargado de la oficina regional de la Onudi para Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay evaluó que desde el gobierno y el sector privado hay discursos alineados en función de fortalecer a la industria con conceptos parecidos. “Lo más importante sería llegar a hacer una agenda mucho más operativa y funcional”, añadió.
Albadalejo hablará hoy, jueves 8, en un evento organizado por la Cámara de Industrias (CIU). La gremial empresarial planteará allí su preocupación por el “muy pobre” desempeño fabril en años recientes; estima que en 2017 la actividad bajará 1%.
El “Uber” de la industria.
Si bien está claro que incursionar en la industria 4.0 impactaría en la pérdida de puestos “tradicionales” de trabajo, al sustituir mano de obra por tecnología, Albadalejo destacó la cantidad de nuevas tareas que se pueden generar asociadas a la “gama de servicios anclados en el sector manufacturero” al principio y al final de las cadenas productivas. “Para países como Uruguay, abogamos por ese tipo de industrias donde el servicio cobra más fuerza, sobre todo donde no tienen escala para producir, y entonces agreguen valor en innovación, diseño, reciclaje”, comentó.
Apuntó que uno de los “modelos” que Uruguay podría explorar es el “uso compartido de tecnología”, como ocurre en institutos tecnológicos en Europa. Contó que permiten alquilar la tecnología para darle uso, sin necesidad de asumir todos los gastos de incorporarla.
“Ese podría ser el Uber de la industria; compartir los gastos y beneficios de la tecnología. Una forma para que la empresa pueda acceder a la tecnología a un riesgo mínimo para ver luego si realmente le compensa adquirirla”, explicó. Ese es, en parte, el concepto del Caime: “Cuando el empresario va y no solo capacita a su personal sino que pregunta cómo se mejora la productividad a través de una cadena montada de cierto modelo, le permite hacerse una idea de la inversión real si la quisiera absorber totalmente”.
Sin embargo, advirtió que la “gran interrogante” es cómo Uruguay va a “ajustar” el sistema educativo para que “existan los técnicos orientados a todos los servicios y oportunidades que ofrece la nueva industrialización”.