—No tanto en el mensaje del presidente. Lo pensé más conceptualmente: la buena imagen que tiene el presidente, que se mantiene, iba a ser lo que más iba a terminar de definir.
—¿Y cómo explica la suba de la votación del Sí respecto a las encuestas previas que había?
—Conozco bien la estructura de la izquierda, si bien hace nueve años que estoy en el Partido Nacional. Eso fue algo similar a lo que pasó en la diferencia entre octubre y noviembre. Cuando el Frente sintió un golpazo en octubre se movilizó mucho más. Y en este caso desembozadamente el PIT-CNT asumió la responsabilidad, lo que ya es indiscutible. Lo digo de una manera respetuosa pero hasta el presidente le prestaron. Hay una capacidad de movilización del movimiento sindical muy grande. Mucho más que la que tiene el Frente Amplio hoy en día, que tiene una crisis de liderazgo muy grande, y de movilización también. Eso no le pasa al PIT-CNT, con una capacidad muy grande de los sindicatos, mucha influencia en todo el territorio y mucho dinero.
—Ha dicho que en algunos temas, como la educación, se ha vuelto difícil acelerar los cambios y que incluso hay obstáculos dentro de la coalición. ¿Dónde y en quién ve esos obstáculos?
—Los cambios en educación son difíciles porque tenemos muchos problemas, no políticos de la coalición, sino con más de 15 años en realidad; porque el proceso empezó antes, pero los 15 años de consolidación del no paradigma del Frente Amplio en educación detuvo los cambios. Eso hizo que retrocediéramos. Ahora, después tenemos cosas puntuales. Sí, dentro de la coalición y del Partido Nacional, no todos estamos de acuerdo con la ideología de género. Ni estoy de acuerdo con que se eduque o se enseñe bajo una ideología determinada. Lo he cuestionado incluso dentro del Poder Judicial. Para mí, además, la perspectiva de género es una ideología porque es un conjunto de ideas. Pasa que tiene mala prensa la ideología de género. Tiene mala prensa estar en contra y algunos consideramos que tiene mala prensa estar a favor. No voté la ley de violencia basada en género, ni la ley de igualdad de género, ni la ley de cuotas ni la ley de femicidios.
—¿Pero siente que la mayoría del Partido Nacional está a favor de la “ideología de género”?
—No. Hay muchas dificultades para expresar las opiniones porque hay un movimiento feminista radical, no dentro de la coalición, que empuja demasiado a determinadas personas, sobre todo hombres, a tomar determinadas posiciones. Que se sienten presionados. En general he sido yo la que lleva la espada en el sentido de que “por favor, ¡no se dejen presionar!”. No he hecho un estudio de opinión científica, pero creo que gran parte de las mujeres en Uruguay estamos de acuerdo con el feminismo de la segunda generación. El primero fue el sufragista, el segundo de la igualdad de derechos, pero este tercero, entiendo que la mayor parte de las mujeres del Uruguay no lo llevan.
—¿Y qué implica esta tercera generación?
—Todo lo que implica la ideología de género. Todo lo que implica teñir al ordenamiento jurídico de concepciones que son de un derecho penal no democrático. Lo que caracteriza la ley de violencia basada en género y la ley de femicidios es haberse llevado puesto el principio de inocencia. Y eso es pegarle en la línea de flotación al derecho penal democrático, porque la persona es juzgada no por lo que hace sino por lo que es. Y eso es lo que caracteriza a los derechos penales no democráticos, porque la persona debe ser juzgada… La intencionalidad es una columna vertebral dentro del derecho penal, y no que la persona sea blanca, negra, mujer, hombre o trans, y ni que tal vez el principio de igualdad. No puede ser que una mujer mate a su esposo y tenga una pena cuasi ridícula, y que si es al revés tenga una pena mínima de 15 años. Porque además se basa en preceptos erróneos: los femicidios andan en el entorno del 6% y, sin embargo, el resto son homicidios de hombres, que valen igual que los de las mujeres, o de mujeres que son víctimas pero no por el femicidio.

—¿Considera que se está haciendo adoctrinamiento ideológico a través de los programas de educación secundaria?
—Sin duda.
—¿En dónde lo ve?
—Fui directora durante 18 años de bachillerato. Cinco de los cuales no estaba en el liceo, sino en la ANEP, así que peor aún, desde la cabeza. Hay una formación docente que se arrastra desde hace muchos años, décadas, no digo que sea desde 2005, donde hay gente que viene de la izquierda, izquierda. En el IPA tenía la mayor parte de los profesores que estaban en las listas del Partido Comunista. Antes era distinto: estaban los autores de los libros, Barrán, Nahum, Rosa Alonso, Vázquez Franco o Pivel Devoto. Era un nivel de docentes que lo que hacían era abrirnos las cabezas a nosotros.
—¿Ahí no adoctrinaban?
—No.
—¿Cuándo empezaron a adoctrinar?
—Cuando empezó a caer el nivel académico
—¿Cuándo empezó a caer?
—Empezó en la década de los 90, ahí cuando empezamos a querer hacer transformaciones y no se pudieron porque las bloqueó el Frente —yo estaba— y los sindicatos —yo estaba—. Si bien yo nunca fui radical, se bloqueó, no se pudo hacer la reforma de los 90. Es más, estamos ahora hablando de cosas que teníamos entre manos para resolver los problemas, o sea que perdimos mucho tiempo. Cuando baja el nivel académico y baja el nivel de los chicos para aprender, desgraciadamente sabemos que no están aprendiendo y lo peor de todo es que aprenden más los de clase media y los de clase alta, ahí es más fácil que tanto los docentes como los alumnos tiendan a irse a los extremos fanáticos. Y ahí es donde perdimos la conciencia crítica. Cuando lo dije casi me cortan la cabeza, y a las pruebas me remito: la Udelar (Universidad de la República) es un comité de base.
—Y a dos años de este gobierno, ¿por qué no se ha podido cambiar esta realidad educativa?
—No se ha podido. No justifico mi gobierno, soy más exigente con mi gobierno. Estoy alerta. Pero tengo que reconocer que la pandemia fue un factor real. El 2020, vamos a ser sinceros, empezaron con las escuelas rurales, algunas. El 2021 hubo que dar marcha atrás en marzo. Se aprovechó ese tiempo en trabajar en los cambios de paradigmas, en la elaboración de planes. El aterrizaje es lo que tenemos que empezar a hacer ahora. Hay gran parte de trabajo hecho, que es el teórico, pero mi especialización es la gestión. Y tiene que notarse rápidamente que la gestión cambió.
—¿No se ha notado en la gestión de Robert Silva?
—Sí, pero yo quisiera que se acelerara más. Lo he hablado más de una vez con Robert, somos muy amigos, nos conocemos mucho. Entiendo que es muy difícil, porque no son épocas normales. Pero hay que aterrizar cosas que son las pequeñas grandes cosas de todos los días, que se tienen que hacer notar en una escuela, en un liceo, que todavía está costando.
—Usted dijo que la Udelar es una usina de adoctrinamiento de izquierda, ¿el gobierno tiene que meterle mano a esto, hay que cambiar la ley de cogobierno?
—Por suerte, desde que yo tengo uso de memoria, el rector Rodrigo Arim ya hablaba de modificar la ley del año 58. Y no hace mucho dijo que efectivamente había que sentarse con criterio muy amplio democrático a pensar que una ley de 1958 no sirve para el siglo XX. En consecuencia, me alegro infinitamente que empecemos a tocar en la misma orquesta. Seguramente a Rodrigo Arim se le va a hacer muy difícil internamente.
—Recién bordeamos el tema judicial. Usted tuvo algunas declaraciones polémicas en esa área. ¿Cree que está infiltrado el sistema judicial?
—Mire, yo cometí el error de utilizar la palabra infiltrado. Me lo hizo ver un seguidor. No son infiltrados porque el infiltrado es un anónimo que actúa en la oscuridad, y acá se actúa a cara descubierta. O sea que es peor. Yo conozco el sistema judicial. Ejercí 30 años la abogacía, 35 años el notariado, ejercí todas las carreras que tengo, siempre estuve metida en todo, nunca viví en un tupper. Entonces uno tiene cierta experiencia de la realidad. Y se fue notando en el sistema judicial la caída del nivel académico. Y era obvio, si cae el nivel académico de los estudiantes se va a caer el nivel de los profesionales en general. Y bueno, sí, claro, solo bastaba ver las elecciones de las asociaciones de magistrados. Son listas político-partidarias; nunca se sabía a quienes votaban los jueces, los fiscales. Lo dije porque lo siento así. Porque lo viví adentro. Y dejé de ejercer porque ya veía que las cosas se estaban cayendo. Y lo que pasó después me dio la razón.
—¿Qué fue lo que pasó?
—El tema que pasó con Nacho Álvarez. Fue un sacudón grande para la gente, eh.
—¿Se refiere a que le hayan allanado la casa y la radio?
—Para mí es gravísimo lo que pasó con la presión de la fiscal, conozco muy bien la interna de la Fiscalía. Me pareció gravísimo que se fuera nada menos que a cómo se protegen las fuentes, ¿qué les voy a decir a ustedes? Además, las formas, una fiscal que hizo declaraciones y en un momento dijo una cosa y después otra. No me gustaron para nada las declaraciones del fiscal Gómez. Creo que debería haber dado una imagen de fortaleza que no se dio. La Fiscalía está dividida, hay fiscales que son seguidores de Díaz y fiscales que son más independientes. Entonces lo que pasó con Nacho Álvarez fue grave. Quedó claro que había una tendencia política determinada. Y además tuvo que ver la ideología de género, porque no se cumplió el Código de Proceso Penal, que es malo en muchas cosas, que dice que la persona no tiene que ir inmediatamente a la cárcel si no está condenada.
—¿Cree que la Suprema Corte está obedeciendo criterios político-partidarios?
—No, a ver. Son centros de poder. En el buen sentido, caramba, si la Suprema Corte no es un centro de poder… No creo que haya una obediencia binaria. Hay cosas que no me gustaron. No me gustaron las declaraciones del presidente de la Corte a favor de la ideología de género. Ni la educación ni la Justicia tienen que estar teñidos por una ideología.
—¿Qué le pareció a usted el tono de esta última campaña electoral?
—Raro.
—¿Raro? ¿Por qué?
—Porque arrancó mal. Y creo que fue responsabilidad del Frente Amplio. Me corrijo, la gran responsabilidad fue del PIT-CNT, que lideró este proceso. El Frente no tiene ni liderazgo, ni plata, ni voluntad política. Acuérdense que hubo muchas discusiones al principio, estuvieron cinco meses para ponerse de acuerdo en qué artículos y cuántos artículos querían derogar. En realidad, los sindicatos, por ejemplo, en la educación, tendrían que haber salido a decir que temían perder poder. ¿Podían salir a decir eso? No. Entonces tuvieron que salir a mentir. Salir a mentir de forma alevosa. Lo mismo pasó con el tema del desalojo express.

—Y en todos esos temas a la gente le dio la sensación de que la discusión era muy baja, que no había un alto nivel.
—Y es que, ¿cómo hacés… vos me viste debatir a mí?
—En Twitter sí, o al menos contestaba
—Ah, contestar sí, pero debatir con dirigentes políticos…
—¿Y por qué no debatió?
—Lo dije públicamente en mi cuenta de Twitter. “Le pido a mis compañeros con toda humildad que no se debata”. Porque, ¿cómo debatís las mentiras? Yo puse: “No se deben debatir las mentiras”. Las mentiras se combaten con la verdad. A mí me ofrecieron en tres oportunidades discutir con Sebastián Sabini. Yo con Sebastián me llevo muy bien, pero no puedo ir a discutir si se privatiza o no la educación. ¡No existe eso! Entonces hay que arrancar diciéndole: “no mientas”.
—¿Pero no le parece que es mejor eso, que se pueda debatir?
—No, lo que creo que generó, y es una crítica que yo he hecho internamente, es una mayor confusión en la población.
—¿Los debates?
—Los debates. No me gustan los debates estructurados, contabilizar los segundos. Siempre quedan cabos sueltos y ambas partes tiran agua para su molino. Yo me valí bastante de Twitter y contesté muchos más, porque yo habitualmente no contestaba.
—Twitter es una red social marginal, pero que marca cierta agenda en la prensa. ¿En este debate que usted quiso dar en Twitter, no le parece que faltó nivel?
—No.
—¿No hace autocrítica? ¿No siente que en algún momento quizás estaba como pasada de rosca?
—No. No estaba. Ustedes me ven: estaba así (hace un gesto de tranquilidad). Obvio que estaba cansada, agotada e indignada. Muy indignada.
—¿Y le llegaron comentarios de compañeros de gobierno o de bancada de que disminuyera un poco su actividad en las redes sociales?
—(Ríe) Para nada. Doy mi palabra de honor. De ningún nivel, para que se entienda bien.
—¿En ningún momento le dijeron: “Graciela, pensá 10 minutos antes de tuitear”?
—Pero ¿y por qué? Si yo contestaba. Yo no le contesto a los trolls, no le contesto a los que me dicen cualquier cosa, como que me vaya a tomar una pastilla.
—Pero le contestaba, por ejemplo, a un periodista de El País que sacó un informe sobre el tiempo que pasaba en Twitter. Le dijo “periodista”, entre comillas.
—Bueno también… pará… Pero no podés dedicarle… El País, además, que nosotros tenemos que tener que estar defendiéndolo, que ni dejaron hacer el homenaje acá cuando fueron sus 100 años, que el Frente Amplio lo considera siempre el diario de la dictadura. Y me agarrás a mí, que hacía un tuit cada 51 minutos. Si yo estaba en mi casa. Porque en enero, y gran parte de febrero, no fuimos de gira.
—Está bien, pero eligió una manera de responder que quizás sea agresiva.
—No, no; por qué si yo no…
—Lo trató de periodista entre comillas
—¿Y por qué no le puedo poner periodista entre comillas? ¿No tengo derecho? Miren, no voy a decir el nombre porque no corresponde, pero yo estoy en contacto con un periodista que ya está retirado, con un enorme nivel intelectual, que ya está tranquilo en su casa. Y me dijo: “Mire que los periodistas somos jorobados, no nos gusta que nos digan nada”. El tema de por qué lo puse entre comillas es que vos como periodista, a menos que aceptes verticalazos, hay temas que no los elegís. ¿Hacer un estudio estadístico? ¡Vamos!
—En la última conferencia de prensa del presidente de la República, un periodista le hizo una pregunta sobre cómo se había financiado la campaña y ahí hizo la misma valoración
—Claro, creo que era de la diaria, ¿no?
—Sí, y no en esta campaña pero en anteriores oportunidades usted buscó demostrar que había periodistas partidarios
—Y no sabés lo que descubrí, que uno de ellos, no voy a dar el nombre, hacía la corresponsalía de Al Jazeera. Fui generosa incluso, eh. Es muy fácil, entrás a Google y te aparecen.
—¿Usted no considera que esa persona está haciendo un trabajo, sino que tiene un fin político?
—Perdón, si vos sos director de comunicación de la intendencia, que es un cargo de confianza, hacete cargo. Si vos salís a defender que hayas patrocinado como abogado juicios de daños y perjuicios contra medios de prensa, no me la juegues de honesto. Para mí el periodista tiene que tener nivel cultural, capacidad crítica y no se le tiene que notar a quién vota. Si al presidente le hubieran hecho otra pregunta… pero cómo se financia una campaña, eso es perder la oportunidad de hacerle una pregunta a un presidente.
—Pero ese periodista elige qué pregunta hacer, ¿no le parece que, como tercera en la línea de sucesión de gobierno, no está presionando desde su lugar?
—Bueno, si el periodista se deja presionar es porque no sirve como ciudadano. ¿Ustedes creen que nosotros no estamos sometidos a presiones? Tengo derecho a dar mi opinión.
—Sin duda, pero en el lugar en el que está, y señalando periodistas, ¿no se puede correr un riesgo sobre la libertad de prensa?
—No, entiendo que no. Y mi presidente es el primero que no lo va a hacer. Eso que intentó instalar Fernando Pereira, y después la bancada del Frente, que el presidente me tenía que llamar la atención, fue de cuarta. Y además es algo como de machirulos. Vamos, el presidente sabe quién soy, me respeta. ¿Me conoció de ahora? No. ¿Me fue a buscar? Sí. Cuando me dicen que entré por ley de cuotas, ¿el presidente no tenía mujeres blancas de toda la vida para poner en el Parlamento?
—Dejemos de lado las críticas al periodismo. El dirigente Esteban Valenti publica un comentario sobre un partido de fútbol de Uruguay y usted le responde que es “repugnante”.
—Pero esas son cosas que Esteban y yo sabemos por qué las hacemos. En Twitter también juega mucho la ironía
—Repugnante no tiene nada de ironía.
—No sabés. A Esteban lo conozco de antes de la dictadura, era el secretario general de la Juventud Comunista. ¿Esteban Valenti? Que no merece el respeto de nadie, empezando por mí, que lo conozco desde que éramos jovencitos y él era joven y pobre. Esperen al libro, porque yo dije que estoy por sacar un libro y van tres veces que lo paro, porque a medida que aparecen ejemplares como Esteban voy agregando cosas.
Información Nacional
2022-04-06T21:41:00
2022-04-06T21:41:00