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Es una “simplificación extrema” decir que mejoró la eficiencia solo porque se gastó menos, dice excontador general de la Nación
Plenario durante la votación del presupuesto y Rendición de Cuentas en la Cámara de Diputados del Palacio Legislativo. Foto: Javier Calvelo/ adhocFOTOS
A fuerza de reclamos y movilizaciones de los gremios del área, así como de debates programáticos dentro del Frente Amplio, años atrás se instaló cierta idea acerca de las necesidades presupuestales anuales para la educación. Ese óptimo, según sus impulsores, no era un monto exacto en plata sino un porcentaje equivalente al Producto Bruto Interno (PBI): 6%. Para los gobiernos de la coalición de izquierda ese número fue un dolor de cabeza.
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En Uruguay, la formulación presupuestal quinquenal —con revisiones anuales a través de las rendiciones de cuentas— determina que el quinto año sea de ejecución compartida entre un gobierno que sale y otro que asume el 1° de marzo. Por eso, si se toma el último año calendario completo de la segunda administración de Tabaré Vázquez (2019), el gasto público en educación equivalió a 5,27% del PBI de entonces. Eso corresponde a recursos ejecutados por organismos como la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), el Ministerio de Educación (MEC), la Universidad Tecnológica (Utec) y la Universidad de la República (Udelar), pero también por otros alcanzados por el Presupuesto Nacional que destinan fondos a actividades de enseñanza y capacitación, entre los que figuran la Cancillería (formación en servicio exterior) y las carteras de Interior y Defensa (por sus escuelas y academias de policías y militares), por ejemplo. También computa servicios auxiliares del área, como el transporte, la alimentación, la seguridad y la atención médica, entre otros.
En todo 2020, ya con Luis Lacalle Pou como presidente desde marzo, el presupuesto en educación significó 4,81% de un Producto que en ese año se derrumbó en el contexto de la pandemia de Covid-19. En el informe por área programática incluido en la Rendición de Cuentas actualmente a estudio del Parlamento, el Poder Ejecutivo no expuso el dato expresado como porcentaje del PBI (repitió el 4,81% del 2020); según calculó Búsqueda, el crédito asignado equivalió a 4,61% el año pasado. La comparación es con un Producto que creció en 2021.
El desglose de esos recursos muestra que la cuarta parte del gasto total de esta área programática en 2021 se dirigió a la educación primaria en manos de la ANEP (25,3%), 18,3% fue a la enseñanza media básica y 11,6% a “calidad académica, innovación e integración de conocimiento a nivel nacional e internacional”.'
Gasto por áreas y programas
Del gasto presupuestal total, la enseñanza representó casi 18%. En el cuadro adjunto se indica la participación de los distintos rubros, agrupando los recursos canalizados en algunos casos por distintas reparticiones. Las transferencias a la seguridad social y los “otros incisos” fueron los principales (23% y 23,7%).
Aunque estaban previstos desde la reforma constitucional de 1967, los programas presupuestales recién tuvieron un objetivo asociado desde el 2010. A partir de entonces la información empezó a ser presentada con un enfoque de áreas programáticas (22 actualmente) que representan las funciones desarrolladas por el Estado y, por su continuidad, trascienden los períodos de gobierno. Se contrapone con los presupuestos tradicionales o “por insumos”, que solo permiten conocer cuánto dinero se asigna a cada organismo, cuánto se gasta efectivamente y qué insumos se compran. Esa información resulta insuficiente si se pretende conocer qué se propone un gobierno, cuáles son sus áreas prioritarias y qué resultados obtiene de la aplicación de los recursos públicos. Además, si el presupuesto se estructura únicamente por organizaciones, se omite el hecho de que los problemas a resolver para mejorar la situación de la población por lo general trascienden las competencias de un único inciso u organismo y por tanto requieren de esfuerzos coordinados.
El enfoque del presupuesto por áreas programáticas se conecta, asimismo, con una planificación estratégica, así como con evaluaciones de desempeño orientadas a una gestión por resultados. Desde esa óptica, según la información desripta en la Rendición de Cuentas, del presupuesto total asignado (crédito) el año pasado, la administración financiera y los servicios públicos representaron en torno al 10% en cada caso.
En un reciente análisis elaborado para la Comisión de Administración Pública del Colegio de Contadores, Economistas y Administradores, Ariel Rodríguez, un excontador General de la Nación (2005-2010), cuestionó como una “simplificación extrema” que desde el gobierno se afirme que se logró un ahorro de US$ 600 millones como consecuencia del control y la eficiencia del gasto. “¿Se puede medir la eficiencia simplemente cuantificando el nivel del gasto presupuestal realizado?”, preguntó en el informe, al que accedió Búsqueda. En su opinión, la “eficacia en la ejecución” de los recursos “se logra cuando se cumplen los objetivos fijados” y que están definidos en cada programa. Rodríguez Machado lamentó que “la historia indica que en muy raras ocasiones” el Poder Legislativo hace un examen de estos indicadores y se limita generalmente a analizar las modificaciones presupuestales indicadas en el “articulado” de la Rendición. Al no existir una evaluación con ese enfoque, “solo se puede afirmar que se produjo la ejecución de un menor gasto en un período interanual, y nada más que eso”.