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    Estímulos gubernamentales que desestimulan

    N° 1961 - 15 al 21 de Marzo de 2018

    Todos los seres humanos actuamos por estímulos. Algunos de ellos son intrínsecos, es decir, están dentro de nosotros; y otros son extrínsecos, están fuera de nosotros.

    Los empresarios no escapan a esta regla. Hay quienes emprenden motivados por el logro personal, la satisfacción de alcanzar una meta y ver realizada su obra (intrínsecos) o porque ven oportunidades momentáneas o hay un subsidio que hace viable tal oportunidad.

    Pero esa energía interior debe encontrar su eco fuera de uno mismo. Si ante cada idea, el emprendedor recibe una crítica, ante cada paso, un obstáculo y ante cada logro, le quitan parte de lo creado, su ánimo se va al suelo.

    Por eso se habla del “clima de negocios”, haciendo un parangón con el clima atmosférico: si bien cada persona debe llevar su propio “clima interior” (es decir, que nuestro humor no cambie por si llueve o sale el sol), lo cierto es que tales factores nos influyen.

    Igual les sucede a las empresas: si para iniciar un proyecto se requieren muchos trámites, dinero, obstáculos y, al final de camino, si todo sale bien, el Estado se queda con gran parte de nuestro esfuerzo, las personas se verán más “estimuladas” a ser empleados que emprendedores.

    Es lo que sucede en los países estatistas, burocráticos y/o corruptos. Salvo que corras con “el caballo del comisario” o estés bajo su amparo, el resto de los negocios apenas sobreviven. En cambio, en las sociedades liberales, donde rige la libre competencia y las normas están hechas para facilitarle la vida al ciudadano, la creación humana se potencia.

    Por eso, en los países que figuran en los primeros lugares de los ránkings de libertad económica, calidad de vida, facilidad para hacer negocios o similares, los “estímulos” para emprender están en el mercado, no en la firma del gobernante de turno.

    En cambio, en los países menos libres, donde la carga impositiva es excesiva, las regulaciones laborales asfixiantes y la burocracia, una maraña de impedimentos, ahí sí, los estímulos “extrínsecos” son los que dirigen las energías de los ciudadanos, al ritmo del gobernante de turno.

    Esto lo vemos en Uruguay en el caso paradigmático de UPM. Si el negocio de fabricar pasta de celulosa fuera lo suficiente bueno y rentable para hacerse en el país, UPM no necesitaría de tantos “favores” y “estímulos” estatales. Bastaría que los empresarios reunieran capital, conocimientos, estructura, mano de obra y mercados, para que el negocio funcionara. Pero no es así.

    Lo mismo sucede con los productores agropecuarios. Su negocio no es viable —no porque no haya demanda de productos alimenticios o su calidad no sea buena—, sino porque los costos que les pone el Estado lo hacen inviable.

    Y ahí surgen las propuestas de “estímulos”, “beneficios”, “declaratorios de interés nacional”, “exoneraciones impositivas” o “préstamos blandos”, que los políticos ofrecen tan generosamente y a quienes hay que “agradecer” tales aprobaciones.

    Ante el acuciante reclamo de los “autoconvocados”, el Poder Ejecutivo salió a ofrecer limosnas que están lejos de las soluciones que la situación demanda. Estos productores del campo (y emprendedores de otros rubros), no quieren un gasoil más barato “por la gracia divina del monarca”, sino por la libre importación de combustibles. Lo mismo con la energía eléctrica, o el régimen impositivo o la excesiva burocracia.

    Este tipo de “estímulos” que los políticos suelen ofrecer a los empresarios, son una invitación a la connivencia, a la genuflexión y a la mansedumbre, puesto que “nadie muerde la mano que le da de comer”.

    Como conclusión, podemos decir que este tipo de estímulos, desestimulan. Lo que motiva a emprender es un ambiente de negocios transparente, impuestos bajos, poca burocracia, libre mercado y relaciones laborales flexibles. Y pedirle esto a un gobierno socialista, es pedirle que cambie su ADN. Y no lo hará.