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    Exabrupto

    N° 1873 - 30 de Junio al 06 de Julio de 2016

    Con la frontalidad y el desenfado (en ocasiones desfachatez) que le es propio, características personales que acompaña con arrogancia y gestualidad acorde, María Julia Muñoz acaba de comprarse un lío más, innecesario, con muchos de sus correligionarios frenteamplistas. Y de darle un nuevo dolor de cabeza a su mentor, Tabaré Vázquez, en momentos en que este se esfuerza por recuperar la imagen deteriorada de su gobierno.

    Consultada por Búsqueda (24/6/2016) sobre cómo evaluaba el rearmado del equipo ministerial tras las renuncias del subsecretario y del director de Educación, Muñoz respondió: “¡Ahí hemos ganado! Estoy de lo más contenta. Gané en calidad profesional y respeto por parte de los docentes”. Pero no paró ahí. Tras relativizar el aporte del ex subsecretario Fernando Filgueira, volvió a agraviar a Juan Pedro Mir, a quien describió como un simple “maestro de sexto año de escuela”, “¡pobre muchacho!”, “un resentido social”. Expresión irrespetuosa, inaudita para una dirigente de la bienpensante cofradía frenteamplista.

    Una carga que, a poco que se razone, recae sobre el presidente de la República, responsable de avalar las designaciones de Filgueira y Mir.

    Habiendo cumplido un rol relevante en la redacción del capítulo educación del Programa de Gobierno del FA, ambos cayeron en desgracia después de que Mir reconociese en un Plenario del Frente Líber Seregni, que no estaban dadas “las condiciones políticas” para cambiar el ADN de la educación, como se prometió previo a la elección del 2014.

    Durante la campaña electoral Filgueira fue presentado por Vázquez como su principal referente en materia educativa. Sin embargo, a poco de asumir sus cargos fue evidente que ministra y subsecretario no congeniaban y que tenían modalidades muy diferentes de actuar.

    La nueva descalificación de Muñoz a Mir, exabrupto revelador de rencor acumulado, la relativización de la capacidad de relacionamiento de Filgueira con el cuerpo docente—“técnico pero alejado”—, pusieron nuevamente a la ministra en la línea de fuego.

    Ya lo estuvo desde su inesperada designación en Educación y Cultura, y a mediados del año pasado cuando refrendó el decreto del Ejecutivo que dispuso la esencialidad de los servicios educativos ante la huelga docente. En la entrevista con Búsqueda se jactó incluso de tener el cuero duro ante las críticas. “En todos los años que tengo en la actividad política si tendré críticas arriba y más después de la esencialidad donde me criticaron 60.000 personas juntas”, declaró.

    Hace unos meses negó que la educación estuviera en crisis, despertando las críticas de la oposición que se preguntó ¿qué se necesita para alcanzar ese estado? En octubre, tras desembarazarse de Filgueira y Mir, declaró que “el país no pierde nada con la salida de ambos del equipo” del MEC.

    Difundidas nuevas declaraciones de la ministra (Mir “no dio la talla para un cargo que no estaba capacitado”), el viernes 24 la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM) manifestó el “más profundo rechazo” ante los dichos de Muñoz y reclamó su dimisión por “denostar a un ex director por su profesión de maestro”. La declaración gremial lamentó “los calificativos usados” que “nos producen indignación como docentes y como ciudadanos”.

    En su cuenta de Twitter, Mir asumió el rol de víctima. “Marita, ¿es necesario embarrar la cancha con agravios personales? Hablemos de política educativa y de los cambios que la República necesita”, comentó.

    Golpeada por las críticas Muñoz pidió disculpa a  los maestros, pero no a Mir.  “Jamás quise ofender a los maestros” declaró a radio Uruguay. Sostuvo que no fue su intención “hacerlos sentir incómodos” y destacó que “no hay cambios en la educación que puedan llevarse a cabo sin el apoyo de los maestros”. En respuesta al pedido de renuncia dijo que “si a los maestros les molesta” su presencia “no tienen más que decirme”.

    Desde la FUM se le respondió que “la retractación debería ser acompañada de acciones en consonancia”. Pero Muñoz no dio la impresión de estar dispuesta a dar un paso al costado. Según “El País” allegados a Vázquez dijeron que “le ha dado todo su respaldo y espera que se mantenga en el cargo”.

    No obstante, el episodio ha acentuado los cuestionamientos que la ministra cosecha en filas frentistas desde que asumió el cargo.

    El Partido Socialista pidió por carta al presidente Vázquez y a la propia ministra realizar autocrítica del episodio. En una declaración pública expresó preocupación ante “diversas expresiones” de Muñoz “que estigmatizan a quienes son actores fundamentales del cambio social y educativo”.

    Es sabido que Muñoz debe su cargo a una vinculación personal de larga data con Vázquez, iniciada en tiempos en que ambos eran docentes en Medicina. Votante frentista de la primera hora, militante juvenil, dirigente de la Vertiente Artiguista, Muñoz es considerada hoy una frentista independiente.

    Integró el equipo de colaboradores de Vázquez cuando el hoy presidente asumió en febrero de 1990 el cargo de intendente de Montevideo. Durante ese primer período del FA en la IM ejerció la Dirección de la División de Alimentación, luego la Prosecretaría General y finalmente la dirección general de Recursos Humanos y Materiales.

    Durante el segundo y tercer gobierno del FA en Montevideo (1995-2000, 2000-2004) ejerció la Secretaría General de la Intendencia y fue la mano derecha del intendente Mariano Arana. Mantuvo entonces una relación complicada con la conflictiva dirección de Adeom y se vio involucrada en la investigación judicial por la pérdida de U$S 15 millones en Casinos que resultó en el procesamiento en 2007 de Juan C. Bengoa. El fiscal pidió también el procesamiento con prisión de Muñoz, pero cuatro años después fue desestimado por considerar la jueza que no estaba probada la responsabilidad de Muñoz en las acciones realizadas por Bengoa. Este había atribuido las pérdidas acumuladas al rechazo de sus jerarcas de un plan de reestructura destinado a bajar gastos, vía reducción de personal.

    En 2004 Muñoz pasó a ejerecer la gerencia del Casmu, cargo que ganó por concurso. Pero meses después, tras el triunfo electoral del FA, Vázquez la convocó para integrar su gabinete a cargo de la cartera de Salud Pública.

    A poco de asumir, e invocando la necesidad de generar un “cambio de modelo de atención (…) y de gestión” y de lograr una mayor “coordinación” en los servicios estatales de Oncología, Muñoz desplazó a varios directores del área oncológica estatal, competidores en la actividad privada del consultorio en el que Vázquez había sido accionista hasta ser electo presidente, reemplazándolos por médicos vinculados al equipo del COR.

    En medio de esa batalla política —y complejo entramado de intereses económicos y de conjunción de intereses públicos y privados— Muñoz acusó entonces al director del Servicio de Hemato-Oncológico del Pereyra Rossell, Luis Castillo, de haber suspendido el tratamiento a varios niños, afirmación de la que debió retractarse públicamente horas después en medio de elogios a la gestión y profesionalidad de Castillo (“excelente oncólogo”, “lo mejor del país”).

    Teniendo un carácter fuerte, que no siempre controla, y sintiéndose plenamente respaldada por Vázquez, Muñoz actúa como actúa. Al fin y al cabo, la responsabilidad política de sus exabruptos no es solo suya. Eso en el FA está bien claro.