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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa puerta del cuarto en penumbras pareció moverse y una brisa agitó apenas la cortina en la ventana.
Boca abajo en la cama, miró como pudo y distinguió una sombra oscura cuya presencia parecía ocupar toda la habitación.
Desde el sopor transpirado que le nublaba la cabeza trató de imaginar quién era.
Calor y opresión. Oscuridad.
Allí, las visitas no eran usuales. Solo cuerpos que se desplazaban sin ruido y casi sin hablar, de lo que él distinguía el fru fru de las telas del uniforme a medida que se desplazaban a los pies de la cama.
Ruido de frasquitos sacudidos. Susurros que querían trasmitir tranquilidad infructuosamente. A veces algún pinchazo que ya ni sentía y de última le generaban agradecimiento porque sabía que en ese momento no estaba solo.
Murmullos de “hasta luego” con un tono en el que detectaba lástima.
De fondo el sonido ronco, hosco y repetido del respirador y el pito insolente y rítmico del monitor.
Él los contaba para estirar las horas que se iban yendo como desperezándose en una lentitud que ya no era capaz de crisparlo.
En la imaginación mezclaba las figuras de su mujer, sus dos hijos chicos, su madre (¿estaba con ellos aún?), amigos que desfilaban de a uno y varias conversaciones prescindibles.
Se sucedían en forma interminable con sonrisas, caras de preocupación, desesperanza. También la perra. La única que movía la cola cada vez que lo veía. Hablaba con todos ellos de cosas inconexas y discontinuas.
¿O se lo estaba imaginando?
Lo único permanente era extrañarlos y saber que le hacían falta.
La sensación de calor, el desierto, la arena que reverberaba un sol que él no podía ver. Quemante.
Sintió la mano fría en la espalda, que le estremeció hasta las tripas.
Imaginó el aliento helado: “¿Nos Vamos? Vine a buscarte”.
Con los párpados entrecerrados y la vista nublada por la transpiración confundida en lágrimas, alcanzó a distinguir aquel largo túnel con una luz cada vez apagada.
Descanso.
Paz.
Telón baja lentamente.
Sin aplausos.
Julio Storace