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    Far west

    De pronto, mi barrio aparece con una pegatina fuera de lo común. Un cartel del estilo “Se busca”, de las películas del oeste, con el dibujo del criminal prófugo.

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    Pero en él hay algo novedoso, muy del siglo XXI, que las películas de cowboys no contemplaban. Arriba del rostro del criminal prófugo está el rótulo “Feminicida en potencia”.

    Nunca he visto en un cartel casero una acusación de tal naturaleza. Homicida en potencia. ¿Puede acusarse ahora por lo que acontezca o no en el futuro? Es verdad que en ciertas condiciones los seres humanos podemos desarrollar conductas violentas y convertirnos en enemigos del prójimo.

    El cartel explicaba más abajo con lujo de detalles un incidente ocurrido en un ómnibus. Quien escribió el texto evidentemente fue testigo de un episodio de violencia de género. Hasta aquí, cualquiera puede sentir empatía por el autor del cartel, pues informaba de un hecho ominoso que todos debemos condenar.

    Ahora bien: a la hora de describir al criminal el denunciante dejaba bien claro que el agresor era un inmigrante caribeño. Posiblemente, un dominicano como los muchos que viven en la Ciudad Vieja. Y el dibujo del rostro del “feminicida en potencia”, era el de un hombre afrodescendiente.

    Todos hemos visto episodios de violencia contra mujeres y niños en las calles de Montevideo. Muchos hemos salido a increpar al agresor, a proteger a la víctima. Muchos nos hemos enfrentado con la agresividad del golpeador que nos exige que no nos metamos.

    Pero aquí se dio un paso más allá. Un cartel. Un rostro. Una inculpación. Pero no del uruguayo que tantas veces hemos visto con cara de asesino. Oh, no. Contra el inmigrante.

    Un cuidacoches de mi barrio, afrodescendiente, destrata a las mujeres que intentan estacionar. Les da indicaciones como si ellas fueran torpes y estúpidas. Es una situación chocante y a menudo los transeúntes que pasan lo quedan mirando con rostro de desaprobación.

    Un día, una pareja de albañiles comentó: “¡Andá, negro! ¡Volvete a tu país!”. ¡Creyeron que era dominicano dado que muchos inmigrantes viven en esa calle! Nuevamente tuve la sensación de que si la falta es cometida por alguien de otro país, a los xenófobos uruguayos les resulta mucho más grave.

    Sin embargo, ese mismo cuidacoches entra al kiosko en mitad de la tarde a comprar petacas de whisky y la gente lo escucha hacer el pedido con la mayor indiferencia del mundo.

    Los ciudadanos uruguayos del siglo XXI han naturalizado que un hombre joven exija a cada conductor un dinero por estacionar en una calle montevideana, dinero que usará en petacas de whisky.

    Pero aún no se han acostumbrado a la idea de que inmigrantes provenientes de países pobres lleguen a vivir entre nosotros, con todas las cargas culturales que la pobreza implica.

    ¿Qué molestó más a la persona que confeccionó el cartel? ¿La violencia contra una mujer o la violencia de un dominicano?