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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFranco: un reconocimiento póstumo. De visita por España, donde viví en los años 70, me sorprendió no ver rastros de Franco, quien gobernó esta nación unos 40 años. Desaparecieron de su antiguo lugar las estatuas del Gral. Mola y del Gral. Sanjurjo. Casi no quedan vestigios del Caudillo. La avenida del Generalísimo se ha convertido en la continuación del Paseo de la Castellana. Sus detractores han logrado borrar gran parte de sus huellas.
Mucho se ha hablado sobre los excesos de su régimen. Los hubo. Poco sobre lo que pudo haber ocurrido en España, cuando comenzó la II Guerra Mundial, si Franco hubiera actuado distinto y abrazado las causas fascista y nazi de Mussolini y Hitler, a quienes les debía mucho. Propongo, por lo tanto, dejar de lado la discusión y análisis sobre la sublevación de las Fuerzas Armadas españolas y el quiebre institucional de 1936, y dar un pantallazo sobre lo que ocurría a su alrededor.
Una vez derrotada Francia por Alemania, urgía para el Eje terminar con Gran Bretaña. Allí, se encontraron con un hueso duro de roer: Churchill, que supo movilizar en su contra al Imperio Británico.
A mediados del año 1940, Hitler había sometido en algo más de 3 años a Austria, Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica y Francia. Tenía como aliado a Italia y simpatías con los regímenes que gobernaban Hungría, Yugoslavia, España, Rumania y Bulgaria. En su frontera oriental estaba la URSS, con quien se había repartido Polonia. Existía con los soviéticos un importante acuerdo de cooperación. Los neutrales eran Suiza, completamente rodeada, Irlanda, Portugal, Suecia, algo comprometida con Alemania porque permitió el paso de sus tropas para la conquista de Noruega; Finlandia debilitada por el reciente zarpazo ruso, Turquía y Grecia. Esta última, que algo simpatizaba con Inglaterra. Albania, pequeñita, estaba siendo fagocitada por el Duce. Finalmente, a tener en cuenta, Estados Unidos, país que no quería liarse en este conflicto y estaba lejos. Con Japón se estaba gestando una alianza con Alemania e Italia.
Quedaba por conquistar Gran Bretaña, contra la cual Hitler planeaba la invasión. Esta sería precedida por la conquista del espacio aéreo, que condicionaba el desembarco y de bombardeos a todo tipo de objetivos. Y además una guerra submarina, que mandaría al fondo del mar los suministros esenciales que necesitaban para subsistir y luchar.
Fue dentro de ese contexto que empezó la presión sobre España para que entrara en guerra, aliada con el Eje. Según Hitler y Mussolini la guerra estaba ganada. Pronto el Reino Unido capitularía o sería devastado. Le preguntaron a Franco cuáles serían sus condiciones. Luego de encuentros a nivel ministerial se produjo una reunión cumbre en Hendaya, en la Francia ocupada, cerca de la frontera con España, entre Hitler y Franco, el 23 de octubre de 1940.
Seguramente a propósito, para empezar, Franco llegó varias horas tarde, cosa que exasperó al Führer, maniático de la puntualidad para sus subalternos, aduciendo problemas en las vías férreas. La guerra civil había dejado gran parte de la infraestructura del país destrozada. Una vez tranquilizado el ambiente, Franco acordó entrar en guerra con Gran Bretaña; no en ese momento pero sí, indefectiblemente, más adelante.
Pero puso sus condiciones. Las había de varios tipos. Satisfacer las necesidades más urgentes para la población. La cosecha de trigo había sido pobre y comenzó a explicar, en detalle, las toneladas necesarias, de esa fecha en adelante. También combustible. Respecto a exigencias territoriales, España quería hacerse de una buena parte de Argelia, especialmente en la región de Orán, donde existía una importante colonia española y, por supuesto, Marruecos.
Allí se suscitaban varios problemas. Hitler prefería no irritar innecesariamente al nuevo gobierno de Vichy. Temía que muchos franceses terminaran concentrados en el norte de África y de allí comenzaran a hostigar a las potencias del Eje. Hasta ahora, los franceses, salvo unos pocos agrupados alrededor de De Gaulle, en Londres, eran sumisos a Alemania. Además, muchos por envidia y vergüenza tenían poca simpatía con los ingleses, su ancestral enemigo. Hitler no quería darles razones para sublevar a los franceses en contra de Vichy. También Alemania tenía ambiciones de tener una posesión en Marruecos, en la boca entre el Atlántico y el Mediterráneo. (Ya en 1908, el Káiser casi llevó a Prusia a la guerra contra Francia, por problemas en Marruecos).
Hitler propuso tomar Gibraltar. Desde el punto de vista estratégico militar, la medida tenía mucho sentido. Dificultaría en gran medida el acceso de Gran Bretaña al mar Mediterráneo y las posibilidades de suministrar su base en la isla de Malta, a medio camino, antes de llegar a Alejandría y al canal de Suez.
Franco comentó que ya había dispuesto cercar Gibraltar por tierra pero para tomar la fortaleza necesitaba unos morteros de gran calibre, que no tenía y que tomarían un tiempo en ser fabricados. Hitler propuso que dejaran entrar algunas divisiones alemanas, bien entrenadas, que se ocuparían de tomar Gibraltar. Allí Franco fue pasando dos avisos que continuó repitiendo. España podía tomar el Peñón, para lo cual debía prepararse, medir los costos y la oportunidad. El honor de España no podía permitir que la recuperación de Gibraltar fuera hecha por tropas que no fueran españolas. Y otro punto: las Islas Canarias quedarían a merced de la flota inglesa, inclusive si fuera Gran Bretaña invadida, ya que los ingleses seguirían la guerra desde ultramar. Esto enfureció a Hitler y casi se desbarata la reunión. Afortunadamente, el almuerzo, que estaba listo, ayudó a mejorar la tensión.
La reunión siguió (en total fueron 9 horas). Franco necesitaría, en caso de emprender la toma de Gibraltar, aviones y submarinos para defender las Canarias. Una vez provisto de armas, trigo, combustible, llegado el momento oportuno y seguro de que no sería entonces una carga para Alemania e Italia, se juntaría con el Eje en la lucha contra los ingleses.
Hubo varias cumbres entre Franco y Mussolini en las que participaron con Serrano Suñer, Von Ribbentrop y el conde Ciano, pero solo esa con Hitler, quien confesó que prefería ir al dentista y que le arrancara 3 o 4 dientes antes que encontrarse nuevamente con Franco. Relegó en Mussolini, quien creía que tenía un ascendiente con Franco, para empujarlo a que tomara Gibraltar y que entrara en guerra. Y en principio Franco estaba de acuerdo, pero al final surgían los peros. Hitler terminó conformándose con la llegada de la división azul, compuesta de voluntarios españoles, para luchar contra el comunismo, una vez invadida la Unión Soviética. Los que fueron pensaron que iban a estar muy bien pertrechados para la contienda. No fue el caso.
España nunca combatió contra los Aliados occidentales. Francia sí. Hay que reconocerle al caudillo ese gran mérito, en circunstancias harto difíciles.
Para cerrar, en su biografía, la hija de Franco cuenta que Hitler le cayó mal a su padre; en cambio, su padre tenía admiración por Churchill y Gran Bretaña. Finalmente, Franco temió ser secuestrado por Hitler en Hendaya, para forzar a España a entrar en guerra de su lado y dispuso las cosas, para evitarlo, con dos de sus generales, por si acaso.
Matías Chlapowski