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    Franklin Rodríguez y el Teatro El Galpón

    Sr. Director:

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    Echo de menos a Claudio Paolillo. Solía enviar cartas a la Dirección, no de modo frecuente. En mi interior me había hecho a la idea de que las cartas se las dirigía personalmente (a él), y que él me las leía, y si estaba él, me las publicaba. De seguro que sería así, ingenuamente, pensaba yo.

    “Serán nostalgias”, escribe Javier Marías, en un artículo de los que escribe en El País de Madrid, y que periódicamente recopila en libros. Su lectura es muy recomendable, pues tanto escribe una nota sobre las numerosas adaptaciones sobre Shakespeare que no dejan al bardo isabelino descansar en paz, como dirige una discrepancia bien dirigida contra declaraciones ambiguas de Francisco I sobre la libertad de expresión (un Papa).

    Justamente, la última vez que mandé una carta fue cercano a la muerte de Paolillo, y tenía que ver con la sorpresa que me había deparado el descubrimiento de la personalidad de escritor original de Javier Marías, de su actitud de provocador, de no temer criticar el continuo desbarrar, tanto del PP como de las metidas de pata de Rodríguez Zapatero o los pujos autoritarios de la agrupación Podemos, esta última bastante partidaria de la infiltración, el unicato, y el pensamiento correcto.

    No sé por qué empiezo de esta manera la carta, Sr. Director, quizá porque necesitaba decirlo, quizá porque no serán nostalgias, sino que serán certidumbres, serán temores de que no la vayan a publicar. Porque a partir de esa puntual y dolorida referencia, no encontré el eco, la hospitalidad que existía en esa sección. Y no sé, pero me parece más menguada ahora que cuando Paolillo estaba.

    Brevemente: quiero alzar mi voz en protesta, no sé si en solitario, pues no he leído muchas voces disidentes contra el pronunciamiento de la institución teatral El Galpón declarando persona no grata al autor, actor y director teatral Franklin Rodríguez. A ello enseguida se le sumó la prohibición de usar las instalaciones de la institución, a las que el actor concurría a ensayar una próxima obra. No ha habido muchas voces ante este acto de prepotencia, de autoritarismo, de ninguneo entre pares, por discrepar en el plano de las ideas con declaraciones de Franklin Rodríguez al semanario Voces, en las que desaprueba la política de Socio Espectacular de dicha institución.

    Es cierto que ha habido una entrevista de Carlos Reyes en la página de espectáculos del diario El País y un editorial de Adela Dubra en galería; también un pronunciamiento del Dr. Sanguinetti y un dudoso pronunciamiento del director Álvaro Ahuntchain, que salomónicamente dice que se le crea problemas, porque es amigo tanto de Rodríguez como de Héctor Guido, el padre de la idea de Socio Espectacular.

    Yo aspiro, Sr. Director, a poder publicitar mi indignación con los corporativismos que en nuestra sociedad cunden y que, cuando tienen que aclarar algo turbio, se lavan las manos. Hay en el medio una sociedad de autores (Agadu) y una de actores (SUA). ¿Qué han hecho? No se han pronunciado colectivamente, que es lo que corresponde cuando se destrata a uno de sus miembros. Ellos han mirado hacia otro lado, ellos ponen la cabeza bajo tierra, ellos no se dan por enterados, Sr. Director. Entonces, al no haber tenido oportunidad de encontrar un pronunciamiento de parte de esas sociedades (¿es que ha existido?) que manifieste el propósito de acompañar a este disidente, que cursa este trance amargo en solitario, tomé la pluma para dirigirme a Búsqueda.

    Recuerdo que el club Liverpool, de Gran Bretaña, cuando Luis Suárez jugaba en él y tuvo problemas por los pronunciamientos de la poderosa FIFA, lo acompañó, sin dudarlo, porque tienen ese hermoso emblema de que nunca dejan caminar solo a un hombre con dificultades.

    Juan C. Capo