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Es este un policial muy montevideano. Sus personajes transitan por 8 de Octubre con la bolsa de la feria, toman una copa en el bar La Flor de Galicia y esperan el 103 en 18 de Julio. También es un policial que parece salido de la pantalla de la televisión: hay un periodista deportivo que hace denuncias pesadas mirando fijo a la cámara y un submundo oscuro en torno a las autoridades del fútbol. Con estos ingredientes, Rodolfo Santullo construye la trama de Matufia, una novela inspirada en el atentado que sufrió el periodista Ricardo Gabito en 2003 y en la investigación que él mismo llevó adelante sobre lo sucedido.
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Más allá de las referencias locales, Matufia tiene la estructura de un policial clásico, aunque en lugar de un detective, está Néstor Serrato, un periodista que pierde el control de sus palabras con facilidad. En uno de sus programas denuncia lo que sucedió en un partido de juveniles entre Danubio y River en el Parque Saroldi. Ese día, el juez del encuentro había sido agredido por Alonso, un prometedor jugador de Danubio. Lejos de una simple anécdota, el hecho fue tomando un cariz turbio cuando la denuncia del juez desaparece de la Asociación Uruguaya de Fútbol. Como resultado, al jugador lo suspenden con solo dos partidos, en lugar de dieciséis, y el juez recibe amenazas y sobornos para que no vuelva a denunciarlo.
Entonces aparece en los medios el furibundo periodista deportivo para señalar a los posibles culpables: “¿Y por qué pasó esto? Es muy sencillo: Alonso es jugador de los Chivalli, quienes además son muy amigos y trabajan directamente con Emerson Fernández”. Así, en pocas frases, Serrato denuncia a las personas con las que nadie se mete: a dos hermanos contratistas y al máximo dirigente de la AUF.
Ellos no son los únicos enemigos que se ha ido ganando. Por eso, cuando una noche en la puerta de su casa un hombre le dispara en la pierna, enseguida sabe que quieren matarlo, a pesar de que la Policía lo toma como un intento de robo. Allí comienza la trama policial en la que se cruza la historia de Serrato con la de El Marlo, un sicario más acorralado que su propia víctima.
Matufia es una novela muy visual, muy cinematográfica. En sus páginas se siente el olor a fritura de los buñuelos caseros, el ruido de la lluvia sobre un auto de vidrios polarizados y la respiración agitada que produce el miedo. Una mezcla de realidad y ficción, como en los buenos policiales.