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    Futuro director forestal prevé incentivos para “diversificar” la forestación y fomentar el uso de madera en la construcción

    “Somos un país sin cultura maderera”, dijo Eduardo van Hoff, un empresario con incursión en la política, que encabezó la lista del senador electo blanco Juan Sartori en el departamento de Paysandú

    “En la capital de la madera no hay casas de madera”, dice el agrónomo forestal Eduardo van Hoff en tono irónico en alusión a lo que pasa en la localidad de Piedras Coloradas, departamento de Paysandú. Es que los pobladores del lugar le pusieron el título de “capital de la madera” a ese lugar, pero resulta que no se ve una sola casa de madera. Incluso “hay tres planes de viviendas de Mevir que fueron construidas con bloques y cerramientos de metal”, comentó a Búsqueda.

    Van Hoff es un empresario forestal y político que encabezó la lista de Juan Sartori, del Partido Nacional, en Paysandú para las últimas elecciones nacionales, y ahora se perfila como futuro titular de la Dirección Forestal del Ministerio de Ganadería.

    En su trayectoria profesional figura que en los ochenta trabajó en el Instituto de Colonización como consultor en un proyecto para la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), se desempeñó como gerente de Producción del centro forestal de la Caja de Jubilaciones y Pensiones Bancarias (1985 a 1990) e integró la directiva de la Sociedad de Productores Forestales (1998 a 2002).

    A su vínculo con la forestación, en los últimos años Van Hoff decidió agregarle la producción agrícola y ganadera en tierras sanduceras. Tiene además la empresa Terranova junto con otros socios, que administra predios de terceros. E integra la firma Carbosur, especializada en brindar servicios en el área de cambio climático y asuntos ambientales. Actualmente es coordinador del programa forestal de la Universidad Católica.

    Van Hoff sostuvo que es necesario dar incentivos, incluso fiscales, para tener un “desarrollo forestal más íntegro y completo”, para “diversificar las especies” de árboles a plantar. “Somos un país sin cultura maderera”, aseguró ese empresario y planteó que el Estado debe “fomentar el uso de la madera en la construcción”, entre otras alternativas.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista.

    ¿Qué opina del desarrollo forestal y las políticas públicas para el sector?

    —Desde el Uruguay que pensábamos cuando se inició todo este proceso de desarrollo forestal al de hoy se ha ido mirando más hacia la producción celulósica y en esta zona del litoral oeste especialmente. Es importante poder incentivar desde las políticas públicas hasta las propias empresas el desarrollo forestal más íntegro y completo.

    A fines de los ochenta empecé a podar los eucaliptos para procesarlos y tener una madera que hoy en día nos damos cuenta que es maravillosa para uso en mueblería, revestimientos y aberturas,

    En 20 años de manejo de un bosque en Paysandú, logré sacar prácticamente la misma cantidad de fibra por hectárea y además un 20% de volumen de madera de primera calidad para aserrado y transformación, alargando los turnos, pensando en plazos de 18 a 20 años, y no en turnos cortos. Eso hace que se hagan desde el punto de vista ambiental mejores niveles de secuestro de carbono.

    Hacia eso tiene que apuntar la forestación en Uruguay. Estamos en una etapa de desarrollo en la que además tenemos que diversificar especies y buscar otras alternativas. Tengo plantaciones de más de 25 años de árboles de nueces pecán, que tienen una muy buena madera para aserrío. Habría que sumar a la producción forestal esas otras especies.

    Se abrió un canal comercial de exportación para el pino, pero se está yendo sin ningún valor agregado. Eso ocurre porque no somos competitivos. Hay muchas posibilidades de generar mayor valor agregado uruguayo, que deben ser estudiadas.

    Habló de incentivar esa producción. ¿Con estímulos fiscales o de qué tipo?

    —Incentivos fiscales también puede ser, por supuesto.

    Si hablamos de zonas francas, es un mecanismo que existe y que es válido. Tenemos una ley de zonas francas y eso ayuda a que seamos competitivos en darle procesamiento a nuestra madera, en nuclear productores e industriales, en trabajar con la cadena forestal en su conjunto. Que eso no es solamente con exoneraciones impositivas y cosas de esas, a veces es simplemente difiriendo cosas.

    La calidad de la madera uruguaya es muy buena, porque el 90% de nuestros bosques están certificados por normas ambientales, que es lo que el mundo hoy busca. Se trata de madera para ser utilizada para diversos usos.

    El problema es que somos un país caro, la energía es cara, la mano de obra es cara, entonces eso hace que la ecuación no nos deje trabajar.

    ¿Por eso se exportan los pinos sin procesar que podrían haberse utilizado para construcción de viviendas o la fabricación de muebles?

    —Somos un país sin cultura maderera. Desde el Estado se puede trabajar un poco más para fomentar el uso de la madera en construcción y otros usos.

    Sin obligar, creo que se puede dar un incentivo para la utilización de la madera producida en el país.

    En la Ruta 90 a la entrada de la localidad sanducera de Piedras Coloradas pueden verse carteles que la definen como la capital de la madera. Sin embargo, los tres planes de vivienda de Mevir que hay en la zona fueron hechos con bloques de cemento y cerramientos de metal.

    En la capital de la madera no hay casas de madera. Es como tantas otras ironías que hay en Uruguay, como la cárcel de Libertad y el Arroyo Seco.

    Si se incentivara un cluster de madera en el que participaran varios actores, eso sería un buen negocio. Cuando uno visita la planta de UPM en Fray Bentos, que es una maravilla y una suerte que esté acá en Uruguay, se demuestra que esa empresa también comercializa madera laminada y rebobinada. Ese es un buen producto que también se produce en Tacuarembó y que sufrió los embates de la crisis hipotecaria en Estados Unidos (2007) y otras situaciones, pero hay que hacer lo posible por desarrollar ese sector.

    En un bosque cultivado con rotaciones cortas para extracción de madera para celulosa puede uno pensar en una demanda laboral de seis puestos de trabajo cada 1.000 hectáreas. Son unas 180 hectáreas por cada puesto laboral. Mientras que cuando se piensa en ralear, en subir la poda del árbol, eso hace que se intervenga varias veces en la vida de los bosques. En esos casos se duplica la cantidad de puestos de trabajo. Estamos hablando de un puesto de trabajo cada 80 hectáreas. Al país le sirve, a la comunidad le sirve, hay trabajo.

    En la zona de la Ruta 90 en Paysandú hubo muchos años en los que la desocupación era cero, tanto femenina como masculina, porque los viveros, los aserraderos, las industrias de la transformación ocupaban mucha gente.

    ¿La falta de construcción de casas de madera se debe a una cuestión cultural o también a los intereses en juego de los grupos empresariales del sector de la construcción, que siempre utilizaron otros materiales?

    —Sí, es posible lo segundo. Toca muchos intereses, pero principio tienen la cosas.

    Desde el punto de vista energético, una casa hecha con madera es más eficiente. Tal vez tenga más costos de mantenimiento porque hay que pintarla cada dos o tres años, pero a su vez desde el punto de vista térmico son geniales. Esas casas en verano son frescas y en invierno son calientes.

    No digo que no se haya hecho nada. Estuve en la directiva de la Sociedad de Productores Forestales y tratamos de sacar muchas cosas.

    El progreso forestal que ha tenido Uruguay en estos pocos años es brutal. Somos ejemplo en el mundo de cómo un país en 20 años logró tener de 600.000 hectáreas de bosque nativo a 800.000 hectáreas y de 200.000 hectáreas de bosque cultivado al millón de hectáreas. Y además tenemos las dos plantas de transformación de celulosa que son las más modernas de Sudamérica.

    Hoy en Uruguay la plantación forestal es de unas 60.000 hectáreas anuales, que incluye deforestación y reforestación, porque ya se están cortando bosques y reforestando. Ese es el mismo nivel de Argentina, a pesar de la diferencia de tamaño de territorio.

    Hemos hecho mucho, pero hay muchísimo para seguir haciendo en forestación.

    ¿Con la instalación de una nueva planta de celulosa hubo un reimpulso para forestar en predios de productores en las zonas de influencia de Paso de los Toros?

    —Manejo un campo cerca de Paso de los Toros y hemos hecho bosques en los suelos donde era posible hacerlo.

    Y con la proximidad a la nueva planta de celulosa la perspectiva del negocio mejora muchísimo.

    En ese predio nos mejoró la recría de los novillos. Un día compré 500 novillos para la empresa que es titular de ese campo, mandé 250 a capitalizar en otro campo ubicado sobre la Ruta 26 en el que no había un árbol cerca, y la otra mitad de ese lote de vacunos fueron al predio forestado, donde tienen en cada potrero sus hectáreas con árboles. Y ese lote de novillos los saqué seis meses antes que el otro lote, porque ganaron peso más rápido por el efecto de la sombra y el abrigo que brinda el bosque.

    Hay una sinergia entre la producción forestal y la ganadera que muchos productores la están descubriendo recién ahora. Frente al desafío de la adaptación al cambio climático la forestación es ideal para combinarla con la producción ganadera. Muchos productores ya lo están comprobando y se están dando cuenta.

    Eso también tiene ciertos inconvenientes, con un hongo que se desarrolla bajo los eucaliptos, pero es solamente conocerlo y cerrar el ingreso de los vacunos en ese momento del año, cuando crece. Son 15 días al año en los que hay riesgo. Algo que se puede controlar con manejo forestal y ganadero.